La Luna llena de marzo, como todas las lunas llenas, tiene un conejo dibujado en su interior, tiene una inusitada luminosidad que sólo la había visto en la Luna de octubre, lo tomo como un presagio que anuncia la primavera, que atisba sus colores amorosos; esa luminosidad no sólo alumbra la noche y destierra las tinieblas, también alumbra las mentes y las conciencias, también nos hace ver en el fondo de las sombras una realidad aparte, para utilizar un término de Carlos Castaneda, en su fabuloso libro de los años 70, esa la realidad del presente, real y efectiva, sin ninguna duda; está claro quién es quién, quién hizo negocios con el crimen, quién persiste en su intento de seguir, quién tiene lo que tiene inexplicablemente, como también está claro quiénes fueron las víctimas, quiénes perdieron sus vidas, quiénes perdieron sus patrimonios, quiénes perdieron la esperanza en manos de la barbarie, ¿Quién interpretará la realidad para que la justicia llegue, puntual como la primavera? Ya no más, de tus hijos, la sangre, se derrame a contienda de hermanos; sólo encuentra el acero en sus manos quien tu nombre sagrado insultó, la tercera estrofa del Himno Nacional está clara y que no le tiemble la mano a nadie cuando se trate de apretar el gatillo o aplicar la ley contra de los que han insultado, que han ofendido con sus acciones a esta patria nuestra y han agraviado a la sociedad en su naturaleza más íntima que es la familia. Fue fácil (¿es?) ser corrupto, bastaba estirar la mano para la dádiva y la complacencia. Corruptos de los tres niveles de gobierno, se vieron inmersos en el lodazal, todavía quedan charcos de los mismos lodos que con la luminosidad de la Luna dejan ver en su fondo los rostros espantados, desencajados, buscando los despistes consabidos, pero ¡ahí están! Infiltrados, pero con una placa colgado que dice ¡corrupto!
Los gritos de las calles han traspasado fronteras, las explicaciones de los acontecimientos han traspasado fronteras, pero la barbarie también traspasó los límites; ya nadie habla de los decapitados de Michoacán, ¿a cuántos les cortaron la cabeza y quien se las corto?, sea quien sea el decapitado debe haber un ejecutor y una razón, nadie dio explicación alguna, la mortandad de los últimos años no tiene explicación, con eso que es competencia federal, algo así como un hoyo negro sideral, en este caso, judicial, donde todo desaparece para siempre; la credibilidad, lo creíble, no tiene merecimientos para ser creído y se vuelve creencia, con la connotación que no se puede comprobar y que el entendimiento no alcanza a comprender porque deben ser ciertas las razones que no están demostradas, que son fatuas, que son autos de fe que debemos creer porque el procurador o el vocero o el político dicen y proponen.
Los delincuentes viven en casas vacías, en paupérrimas moradas, cuatro tablas, dos petates, un bacín roto de barro, cuatro cazuelas y un jarro, son de su casa el ajuar. Dicen los versos de ánima de Sayula al describir la casa de Apolonio Aguilar, y así encuentran las casas de los narcos, sin nada de muebles, ni aparatos ¡menos!, joyas o dinero, ranchos sin nada de nada y es desolador el panorama. ¡Bueno!, ni un gallo desbalagado; por eso no les creemos, porque atentan contra el sentido común, que hoy más que nunca, es el menos común de los sentidos.
Qué bonito es lo bonito, pasearse en carrozas doradas tiradas por caballos pura sangre, el boato y la máxima expresión del viejo imperialismo a ultranza, eso no importa, importa el momento sublime, el trato finísimo y la atención comedida, los gorros de piel de oso de la guardia marcial, con el espectáculo se olvidan por un momento el hambre y la miseria, los desempleados, el descredito, la delincuencia galopante, la inseguridad y la miedocracia, la corrupción, los llamados conflictos de interés, el impacto del dólar en el peso, el brutal 15.45 pesos de la flotación y la enmascarada devaluación, la falta de crecimiento, la reducción de los precios del petróleo y el presupuesto que tienen su base en esas arenas movedizas, las reformas estructurales cuyos efectos igual que el arcoíris, cuando vamos llegando a ellos, se alejan y se alejan hasta que desaparecen por obra y magia de la refracción y la reflexión de los rayos del sol sobre la lluvia, hoy los clores de las reformas estructurales siguen en el horizonte, deslumbrando, pero a la vez hacen lejano lo próximo y nos confunden pues no tienen contundencia. Esa táctica de distracción clásica de los estados bajo el calificativo de política internacional, son un boomerang que pega en la nuca, pues nuestra vida cotidiana atrapada en su atropello y la insolvencia, está lejos de ver la luz de la salida de la cueva a donde nos mandaron los modernos neandertales.
Cuando niño dejé un papel doblado en la ventana de mi casa con dos palabras escritas en el frente. ¡Una sorpresa!, decían las palabras, al desdoblar el papel se podrán leer otras dos palabras junto a un sol radiante y unas flores dibujadas con las manos de un niño ¡es primavera!. Quienes leían el papel sonreían y volvían a dejar el papel en el lugar donde estaba; dejo nuevamente en la ventana de mi casa el papel doblado, ¡ábranlo!, Para que al menos se dibuje en su rostro una sonrisa.
Desarrollo con justicia social
La libertad del llano y la historia mentirosa
A 400 años, recordando a Cervantes