El descredito de las instituciones del Estado mexicano y de los partidos políticos entre la opinión de los ciudadanos ha llegado a niveles alarmantes, mismos que amenazan con corroer el pilar fundamental del pacto social: la confianza ciudadana.
Según datos del Latinobarómetro, para el año 2015 en nuestro país apenas el 26 por ciento de los ciudadanos confiaban en la limpieza de los procesos electorales, el 17 por ciento de los mexicanos se sentían representados con el Congreso, sólo el 32 por ciento de la población se siente cercana a un partido político y, en general, únicamente el 19 por ciento de los habitantes del territorio se sienten satisfechos con la democracia.
La crudeza de estas cifras demuestra la aridez de resultados de una democracia representativa que comienza a imponer límites al desarrollo y la formación de ciudadanos más proactivos y comprometidos con la participación en los temas nodales de la vida pública.
En medio de este entorno, en Michoacán comienzan a surgir procesos interesantes de participación ciudadana que se encuentran en construcción a nivel de los gobiernos locales y que podrían arrojar luz sobre los derroteros que deben tomar las políticas públicas en materia de democracia participativa.
Uno de ellos es el que empieza a germinar en la capital del estado y que se da en el contexto sui generis del acenso a la administración municipal de un gobierno independiente a los partidos políticos. A esta situación se le ha agregado la búsqueda de mecanismos reales de participación ciudadana impulsados desde el Cabildo, fundamentalmente por el regidor de extracción perredista, Osvaldo Ruiz Ramírez.
Aquí saltan a la vista dos iniciativas impulsadas por el integrante del cuerpo edilicio y que podrían resultar en interesantes procesos de ensayo y error que deriven en la construcción de ciudadanía. El primero de ellos es la iniciativa de la creación de la Secretaría de Cultura Municipal, misma que fue aprobada por unanimidad en el Cabildo moreliano y que llega a llenar un vacío en términos de fortalecimiento de las políticas públicas en la materia en una ciudad que asienta en la cultura una buena parte de sus fortalezas en términos de identidad social y de desarrollo económico.
Sin embargo, esta decisión del Cabildo fue facilitada y empujada por la participación de grupos culturales y artistas que, acompañados por Ruiz Ramírez, ahora demandan la construcción de un foro municipal permanente que delinee las acciones del municipio en términos de política cultural.
El otro proceso que ha sido empujado por el regidor moreliano y que ha ganado simpatías es el de comenzar a delinear los mecanismos para la elaboración de presupuestos participativos que ayuden a la toma de decisiones, a la eficacia de la obra pública y de los programas de la administración municipal, así como a mejorar la contraloría social y la transparencia en el ejercicio presupuestal.
Vale señalar que durante la campaña electoral, el regidor Ruiz Ramírez impulsó ejercicios de discusión entre vecinos de diferentes colonias sobre problemáticas comunes y alternativas de solución. Ahí, el entonces candidato firmó compromisos de trabajo coordinado con los colonos, mismos que podrían encontrar canales institucionales de atención de aprobarse la generación de presupuestos participativos por parte del gobierno de la ciudad.
La insipiencia o vigorosidad con la que emerja la participación ciudadana en la capital de la entidad y en otras latitudes del país depende no de la voluntad gubernamental, sino de la decisión de la propia sociedad; aunque de ser impulsada y acompañada por iniciativas como las del regidor moreliano Osvaldo Ruiz, podría generar sinergias que revitalicen la confianza de los ciudadanos hacia las instituciones públicas.
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