
Con posibilidades de crecimiento que apenas superarán el tres por ciento, pero tasas de inflación que amenazan con rebasar el cuatro por ciento, la situación de la economía mexicana parece no ser la más favorable; aunque eminentes economistas como Paul Krugman aseguren que en México todo va de maravilla, las familias no parecen tener esa misma sensación.
El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) es el indicador por excelencia para medir el desempeño de la economía. Este indicador adolece de muchos elementos, pero ante todo es en extremo simplista, pues reduce todo el desempeño de la economía a los incrementos que se presenten en la producción de un país, pero aun así ayuda a comprender su situación.
En ese sentido el PIB mexicano ha dado cuenta de un problema económico que es palpable en la vida cotidiana, en los años de la sustitución de importaciones, en sus fases de desarrollo estabilizador y compartido, este indicador llegó a crecer hasta un ocho por ciento o siete por ciento en 1968; para la década de los 80 y en los gobiernos panistas el promedio no pudo rebasar el tres por ciento.
Si en los años dorados del Estado posrevolucionario la situación no era la mejor en términos de libertades civiles, por lo menos era factible que todas las familias pudieran pensar en la posibilidad de acceder a un empleo que les garantizara una vida con satisfacciones mínimas, por ejemplo gozar de vivienda y alimentación (sin cruzadas). Los actuales modelos neoliberales parecen ir cerrando esa posibilidad.
No puede ser una simple coincidencia que en los años en que el crecimiento del PIB era medianamente positivo, las familias mexicanas con todas sus limitaciones cívicas y culturales, al menos pudieran empezar a tener nuevas inquietudes, ya que por lo menos lo elemental, como alimentación, salud y educación, estaba medianamente solucionado, mientras que ahora las principales preocupaciones se basan en sobrevivir cada día.
En aquellos años la inflación fue el recurrente dolor de cabeza de los hogares mexicanos, y se ha vuelto el principal enemigo de las políticas neoliberales. Aun así, hoy podemos ver que las autoridades económicas del país muestran su espanto al ver que la inflación podría superar los cuatro puntos, mientras que el PIB difícilmente va a ir más lejos de los tres.
Esto, por técnico que se vea, impacta directamente en la situación de las familias. Los sueldos y salarios cada vez alcanzan para adquirir menos bienes y servicios, eso sin mencionar que existen problemas mucho más agobiantes, como el alto número de desempleados a nivel nacional, particularmente de jóvenes, o la inaccesibilidad que representan los servicios médicos hoy en día.
Aunque casi nadie lo crea así, Paul Krugman, un economista muy crítico con la administración de George W. Bush, de visita en México ha señalado que todo va bien con nuestra economía, sólo le hace falta crecer, casi nada, tomando en cuenta que no se ha logrado en las últimas tres décadas, las del neoliberalismo.
Llama la atención que mientras en su país los economistas estadounidenses suelen clamar porque se le ponga fin a la políticas y reformas neoliberales, por su notable falta de eficacia, a México siguen exhortándolo a mantener la misma línea que sobre todo ha traído deterioro en los niveles de vida de la vasta mayoría.
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