
Ciudad de México.- Con 60 mil millones de pesos recaudados en 2008, los ingresos de los municipios mexicanos son elevadamente dependientes de participaciones y transferencias que les hace el gobierno federal, en ese mismo año éstas representaron casi 190 mil millones de pesos, más de tres veces la cifra de ingresos directos.
Estas cifras a precios de 2010 dan cuenta de la forma en que las aportaciones federales son cada vez más determinantes para los municipios, ya que si hasta 1981 la recaudación directa era más importante que las participaciones y transferencias federales, a partir de 1982 la tendencia se modifica, pero con la aparición del Ramo 33 en 1998, estas diferencias se disparan.
En ese 1998 los ingresos propios de los municipios fueron de alrededor de 20 mil millones de pesos, pero las transferencias federales por primera vez triplicaron lo recaudado por los municipios al acercarse a los 60 mil millones de pesos (a precios de 2010) y de ahí en adelante la dependencia de los municipios se ha ido agravando.
Aunque con estas cifras presentadas por el Manual de Transferencias Federales a Municipios muestran la gran dependencia para con los recursos federales, sin los cuales el 71 por ciento no podría costear ni el quince por ciento de sus gastos operativos; no pueden mostrar la gran inequidad que hay entre unos y otros.
Factores como éste hacen que para algunos economistas la idea del desarrollo local sea prácticamente un disparate, ya que el margen de maniobra que estos presupuestos otorgan a los municipios, es en extremo limitado, situación que se profundiza cuando se presentan situaciones extraordinarias como las recientes afectaciones por huracanes y tormentas tropicales.
Y aunque el país se desviva procurando imitar el ejemplo del vecino del norte desde la primera mitad del siglo XIX, la realidad es que el federalismo ha sido difícil de aplicar y lo que podemos percibir es un elevado centralismo, partiendo de la recaudación de impuestos, ya que en México más del 90 por ciento es captada por el gobierno federal.
En prácticamente todos los países la recaudación más relevante es realizada por el gobierno central, pero en varios países desarrollados la relación es muy distinta, por ejemplo en Estados Unidos, el gobierno federal capta apenas el 50 por ciento, mientras que en Suiza o Canadá el porcentaje es apenas superior a los 45 puntos.
Ante situaciones extremas, respuestas extremas, podría ser la justificación perfecta para que un edil decida cambiar sus oficinas por un plantón a un costado del Senado de la República, dispuesto además a realizar una huelga de hambre, pero es difícil creer que con ello resolverá una situación estructural como la gran lucha entre centralismo, un federalismo muy abigarrado y la pereza fiscal de los municipios.
La estrategia parece ser la más adecuada para nuestros tiempos, donde importa más un spot de televisión que la propuesta política o las faramallas vulgares de una conductora televisiva que el cumplimiento de las obligaciones mínimas del Estado ante las víctimas, damnificados primordialmente de un sistema que niega posibilidades a la mayoría de las personas.
Más allá de lo justa de la demanda y de que su cometido se logre por esta estrategia, la política debería imponerse, pero para ello los políticos profesionales deberían tener una vocación muy distinta a la que han mostrado, por lo menos desde hace unas cuantas décadas.
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