
Cuando una formación social y su entramado institucional ya no protege la vida de los ciudadanos, entonces éstos tienen todo el derecho legal y legítimo de transformarlas y construir otras que sí protejan la vida de aquellos (artículo 39 constitucional). Hoy vemos que cada grupo, clase social o comunidad se constituye como sujetos de autodefensa. Unos se rebelan en defensa de la vida y otros para defender sus intereses privados. Aquí surge necesariamente una pregunta, ¿dónde está el Estado y sus instituciones? Vemos que los oligarcas y los poderes fácticos colocan al Estado y su régimen político como mecanismo de autodefensa de sus privilegios. Son instituciones al servicio del capital y no al servicio de la comunidad.

(Foto: TAVO)
La lógica del capital incluye una relación de poder, de fuerza, de dominación, pero también una relación de explotación. El capitalismo depredador que se ha impuesto a la nación mexicana desde el poder (política) no sólo utiliza para su propia reproducción la fuerza, vía la militarización del tejido social, para seguir imponiendo la voluntad y las creencias de la oligarquía financiera, industrial y comercial, que al final del día se convierte en el mecanismo administrativo para concentrar la riqueza en pocas familias, sino que además produce ideas y representaciones para quitar fuerza a los ciudadanos con el fin de doblegarlos, convertirlos en súbditos, es decir, de autodefensas en policías del orden del capital, seres vivos obedientes.
Esto último se lleva a cabo a través del duopolio televisivo comercial, gran parte de la prensa escrita y de la radio. La mayoría de los mexicanos se informa vía la televisión. La conciencia pública está atrapada en estos medios. Desde éstos se programan procesos políticos y culturales para someter la conducta de los individuos. La lógica del capital impone, por medio de la educación formal e informal, las actuales formas dominantes de internalización de lo externo.
En términos generales, el sistema educativo mexicano tiene la tarea de producir un conformismo generalizado en determinados modos de internalización (Escuelas de Calidad, Escuelas de Tiempo Completo, planes y programas oficiales, sindicalismo corporativo, evaluaciones punitivas y excluyentes, y otros a fin de subordinar a las personas a las exigencias del orden establecido (sistema)). Como bien decía José Martí: “La escuela y el hogar son las dos cárceles formidables del hombre”. Ahora incluimos a la televisión comercial.
La historia crítica, no la historia oficial que todo lo oculta y reprime, muestra y demuestra que el propio capitalismo genera mecanismos administrativos para su reproducción, su sobrevivencia, creando sus propias instituciones. Cómo no recordar el llamado Estado de bienestar, mismo que más o menos repartía algo de la riqueza hacia las mayorías pero siempre se quedaba con la mayor tajada. Ese Estado y el actual continúan administrando la economía a través de los monopolios, dado que estos últimos disminuyen la incertidumbre económica, planifican las inversiones, los costos, los precios, los salarios, etcétera.
Hoy vemos que los mecanismos de reproducción de la lógica del capital entran en una franca descomposición desde las formas de dominación que incluyen las ideas alienantes, leyes, modelos partidarios, procesos electorales, organizaciones sindicales, agrarias y otras. Al tronar estos mecanismos de control sobre la sociedad, a los oligarcas les queda solamente la fuerza militar y policial con la finalidad de continuar sirviendo a la lógica de acumulación de capital en pocas familias de ambiciosos, instalados en la incompletud. Como bien afirma Lorenzo Meyer: “En grados diferentes, españoles, árabes y mexicanos consideran que la corrupción de sus respectivas clases políticas, unida a la ostensible y desmesurada riqueza de las élites económicas-riqueza acumulada, en buena medida como resultado del contubernio entre la élite económica y la política”.
Así, los partidos de izquierda colaboracionistas y de derecha viven de la política y nunca han vivido para ella. Por eso es importante rescatar la acción política transformadora, ya que los partidos la han convertido en arreglos, en monopolio y en concesiones a los oligarcas. Nuevamente la lucha partidaria se aleja de las luchas civiles y convierten al ciudadano, al sujeto político, en un ser votante y consumidor, alejado de la acción política constituyente (praxis histórica). Por eso algunos intelectuales proponen ir más allá de la autodefensa, es decir, hacia la autogestión o toma de conciencia, para transformar el actual modelo neoliberal.
Al sistema político y su modelo económico le están fallando los mecanismos de reproducción, desde la corrupción y la impunidad hasta sus creaciones, como la delincuencia organizada. Estas formas de organización de lo social están llegando a su fin. Ya nadie aguanta o resiste más humillaciones y explotación de la vida y de la naturaleza. Cómo no recordar a José Saramago en su novela Ensayo sobre la lucidez, donde nadie salió a votar el día de la elección, o por la lluvia o por rechazo e indignación. Esto lo veremos muy pronto en México.
Tanto el Estado, hoy achicado y simplificado, como los partidos políticos, han monopolizado la administración de la política y la han domesticado, dado que la lucha de clases dejó su lugar a la tutela estatal, la colaboración (Pacto por México). Este hecho se traduce en un neocorporativismo social, fundado éste en la alienación de los movimientos sociales, organismos civiles, partidos políticos y el Estado. Estos hechos conducen al final de cuentas al fascismo. Como bien dice Severo Iglesias: “Alienados, los esclavos pregonan la ideología de los amos y actúan contra sí mismos. Felices, detestan la actividad política y se alejan de la participación social “.
Romper las lógicas del capital implica construir lógicas alternativas de liberación del trabajo, de lo público, de la condición humana, organizadas desde la voluntad popular, desde abajo, con los humillados y empobrecidos y pensar más allá de la lógica del capital. Otro mundo es posible.
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