
Los seres humanos, incluidos en grupos, clases sociales, en comunidades o de manera individual, han venido creando, vía las tecnociencias, un mundo de objetos, bienes terrenales, servomecanismos (servidumbre voluntaria), dispositivos (dominación de los cuerpos y las conciencias), a los cuales les entregamos, consciente o inconsciente (en contrato, consenso o por la fuerza) nuestra voluntad, esto es, la libertad. El costo ha sido muy alto, en lo individual y en lo colectivo. Veamos.

(Foto: Cuartoscuro)
En el caso de la técnica se producen automóviles, televisores, radios, celulares, ropa para cubrir el cuerpo, como prolongaciones de nuestro cerebro y nuestra conciencia. En lo social y humano hemos creado la cultura y las instituciones, partidos políticos, la educación, democracias liberales, formaciones sociales, las ciencias (exocerebro), para potenciar nuestras capacidades. Lo anterior no siempre para develar las contradicciones sociales fundamentales (trabajo-capital, propiedad privada y pública, valor de uso y valor de cambio, liberación humana y alienación, etcétera), sino muchas veces para reprimirlas, esconderlas, ocultarlas. La categoría de poder y de explotación quedan inscritas en todo ello.
El mundo de las relaciones sociales y sus contradicciones, sus conflictos, no siempre se orientan para proteger la vida y la vida humana. Casi siempre los fenómenos, estructuras, procesos o tendencias se escapan, se esconden y marchan al ritmo que ellas mismas dictan (fetichismo del poder). Sin desconocer que detrás existe la voluntad de poder de un grupo o clase social. Al final del día, una mayoría de la población termina por servirlas y esclavizarse a su destino manifiesto. Perdemos, en síntesis, la libertad para decidir, sin determinismos mecánicos, otras opciones de futuro.
Con lo anterior, se va estructurando un dispositivo como una red de recursos materiales, humanos, discursos, ideologías, concepciones del mundo, técnicas, el capital como relación social, al servicio de un poder hegemónico de dominación y de explotación. Todo ello actúa sobre cuerpos y conciencias, es decir, se instalan como representaciones en lo biopolítico (cuerpo) y en lo psicopolítico (mente, conciencia), como nuevos amos, conductores y significantes, para prohibir o permitir deseos y destinos.
A todos los componentes del citado dispositivo o servomecanismos les asignamos atributos, cualidades y enseguida les rendimos pleitesía, adoración y hasta afecto. Esto es algo parecido al amor en el momento en que le atribuimos al otro cualidades extraordinarias y posteriormente nos rendimos a sus pies y sólo reina la armonía y el deseo pierde sus alas. Como bien afirma Néstor Braunstein: “Quien controla los archivos controla la memoria y quien controla el saber controla el hacer”. Tamaña verdad.
Las clases subalternas han venido resistiendo una gran red de dispositivos, con sus respectivos servomecanismos, como oligarquías, culturas machistas, xenófobas, presidentes abyectos, líderes charros, partidos políticos que viven del orden, sistemas políticos corruptos, estados nacionales privatizadores, iglesias oscurantistas y conservadoras, los cuales siguen empeñados en pensar y decidir por nosotros. Esto tiene que ver con lo que Michel Foucault llamó poder pastoral, donde el pastor daba la vida por una oveja y ahora el poder del Estado exige que el individuo dé la vida por esa institución.
El poder de dominación y de explotación ha venido usando a las instituciones y a las leyes de manera facciosa. Cuando conviene a sus intereses las aplica, y cuando no, las tuerce. Esto se llama impunidad y corrupción. Este es el cáncer de la clase gobernante, de la oligarquía. El mecanismo anticorrupción esconde la acumulación de capital en pocos y también su modelo neoliberal. El mecanismo electoral esconde y reprime la lucha de clases con la fantasía del voto y la creencia ficticia de que estamos decidiendo la elección del gobernante, cuando otros ya lo hicieron por uno. Falsa sensación de saberse un día libre y todos los años esclavos. Esto consideraba el bueno de J.J. Rousseau.
Ante el triunfo electoral de Donald Trump y su cultura racista y belicosa ( haiga sido como haiga sido, diría Felipe Calderón), algunos medios y voceros del régimen afirman que ese acontecimiento pone en peligro la patria de la oligarquía mexicana, de los poderes fácticos, del corporativismo mediático, empresarial, militar y de la clase política depredadora (Tratado de Libre Comercio). La patria anterior no es la nación de los olvidados, marginados, migrantes, explotados, humillados, los desiguales.
La primera siente que peligran su riqueza y privilegios, y por eso invita a la patria olvidada a la unidad, al patriotismo, para salvar no a la nación oprimida, despreciada y humillada, sino a la clase social burguesa que durante siglos acumula capital y privilegios.
Se observa que son dos proyectos de nación. Uno corresponde a una patria que ha venido despojando, vendiendo y destruyendo el patrimonio natural, como el agua, la tierra, el bosque, petróleo, electricidad, minerales, semillas, etcétera, incluyendo en lo anterior la descomposición del tejido social, donde lo solidario se sustituye por la competencia, el robo del excedente y el narcisismo obsesivo.
El otro proyecto de nación, de los de abajo, es compartido, le apuesta al valor solidario en la comunidad, el respeto, la dignidad, la autonomía en la diversidad cultural, el pensamiento crítico, reflexivo, humanista y disruptivo. El proyecto neoliberal se sustenta en un pensamiento autoritario, de consenso unidimensional, reiterativo del capitalismo, realmente existente.
Surge una pregunta: ¿con qué sentido moral y ético la clase gobernante en México invita a la patria de los olvidados, los oprimidos, de los que sobreviven con un trabajo precarizado, de millones de pobres, de desempleados, a la unidad para enfrentar el peligro que significa el nuevo inquilino de la Casa Blanca en Estado Unidos? Indudablemente que es la ética y la moral de lo establecido y nunca una ética y una moral que niegue lo existente, es decir, las instituciones son usadas, facciosamente, en favor de los dueños del capital y del poder de dominación.
Esos que hoy piden la unidad de los mexicanos han creado leyes y mecanismos para violentar la soberanía, la autodeterminación e independencia del país. Decían los hermanos Flores Magón que sólo tenemos patria cuando ésta se encuentra en peligro. Pasado el peligro nos seguirán jodiendo los gobernantes, los oligarcas, despiertos o dormidos. El pueblo no se salva juntándose con los saqueadores, explotadores, sino que se salva por sí mismo. Caminemos juntos los oprimidos, con actitud moral disruptiva, sin doctrinas, para derrotar al capitalismo neoliberal. Otro mundo es posible.
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