El sueño de la razón produce monstruos.
Francisco de Goya.
Los líderes nazis hicieron todo lo posible para aparentar la imagen pública de la racionalidad, justicia y decoro de las clases medias.
Hitler y los miembros más destacados de su gobierno anhelaban la admiración y respeto del mundo, y para obtenerlo trataron constantemente de presentar sus ideas políticas, especialmente sobre la cuestión de raza, de la mejor manera posible. Tenían que dominar el mundo haciendo aparentar un monstruo como salvador.

(Foto: TAVO)
El martes pasado 15 del presente se cumplieron apenas ocho días de que Donald Trump fuese elegido para presidente del imperio, sólo una semana bastó para que la humanidad retrocediera siglos en el avance contra el racismo, la xenofobia y la impunidad por acciones derivadas del odio y rencor irracional y ancestral derivados del miedo.
Trump ganó por el miedo de la sociedad norteamericana de perder su sueño americano. Los latinos que votaron por él lo hicieron seguramente “cuidando” su empleo, el de sus hijos y/o nietos. “Mientras menos migrantes lleguen habrá más trabajo para los que ya somos de aquí”, fue el razonamiento que manipuló de maravilla Trump, al grado de ganar en las urnas. Su triunfo es resultado del miedo y de una ruptura social alentada y/o creada por el neoliberalismo.
Lo peor del sueño americano, el de rostro cubierto tras blancas vestiduras, sin permitir que se vea su verdadero rostro, salió a las calles a festejar el triunfo. El Ku Klux Klan y sus acciones racistas tomaron el poder.
David Duke, exlíder del Klan y ex representante del estado de Loussiana, aseveró: “No se equivoquen, nuestra gente jugó un rol enorme en la elección de Trump”.
El neonazi y fundador del Daily Stormer, Andrew Anglin, tambien celebró la victoria de Trump y comentó: “Nuestro líder glorioso ha ascendido a Dios emperador. No se equivoquen: nosotros hicimos esto. Si no fuera por nosotros, no hubiera sido posible. La raza blanca está de vuelta en el juego. Y si nosotros estamos jugando, nadie puede vencernos. Los triunfos no van a parar”.
Resultados de investigaciones del programa sobre extremismos de la Universidad George Washington muestran un incremento de blancos nacionalistas y neonazis sobre todo entre 2012 y 2016. Asimismo demuestran que los creyentes en la supremacía blanca estaban “ferozmente” comprometidos con la candidatura de Trump.
En 1885 llegó a la Casa Blanca como presidente de Estados Unidos el demócrata Grover Cleveland, quien vetó una ley que pretendía restringir la entrada de extranjeros a ese país. Ese año llegaba a Estados Unidos un inmigrante alemán llamado Friedrich Drumpf, de 16 años de edad. Traía sólo una maleta y no sabía una palabra de inglés, pero su talento innato le llevó a cumplir el sueño americano y levantar un imperio económico, regentando hoteles y restaurantes que funcionaron como prostíbulos durante la fiebre del oro.
Tras amasar una fortuna, regresó a su patria con la intención de quedarse para siempre, pero el gobierno Alemán lo expulsó por eludir el servicio militar obligatorio. Aquella decisión cambiaría el rumbo de la historia. Hoy, 131 años después, su nieto Donald se prepara para tomar el mando de Estados Unidos y cerrar las fronteras.
Al pasado del abuelo se suma el del padre, Fred Jr. quien recientemente ha sido vinculado con los grupos del Ku Klux Klan de los años 20 de Nueva York. El apellido alemán Drumpf fue modificado a la llegada del abuelo a Nueva York por un agente de migración para hacer más fácil y/o entendible a los angloparlantes el apellido alemán, convirtiéndolo en Trump.
Existe el libro The Trumps: Three generations that built an empire (Los Trump: Tres generaciones que construyeron un imperio), escrito por la periodista Gwenda Blair, donde investiga el origen de este linaje y sus negocios durante tres generaciones.
La autora considera que el abuelo Trump “tuvo la habilidad de medir el mercado y ver hasta dónde podía llegar sin sobrepasar la ley”. “Era un hombre de negocios que supo qué era lo que se necesitaba, abrió restaurantes y otros establecimientos. Fue muy hábil anticipando lo que su clientela iba a demandarle, que básicamente era comida, licor y compañía femenina”.
La autora comenta que “por muy poco la segunda generación Trump podría haber sido alemana. ¿Podría Donald ser ahora mismo presidente de Alemania? Desde luego que podría, eso o algo importante. Esos son los asombrosos accidentes de la historia. Algo pequeño puede tener un efecto mínimo o consecuencias colosales, como este caso".
El abuelo del presidente electo murió a los 49 años, en Queens, durante la epidemia de gripe española. Su mujer Elizabeth usó su herencia para continuar el negocio inmobiliario con su hijo mayor, Fred Junior, padre del comandante en jefe electo. Fred Trump supo sacar provecho de los programas de ayudas federales y subsidios de la época que buscaban levantar la economía. Él transmitió a su hijo Donald todo sobre negocios y cómo ser competitivo. Le enseñó la frase de “ganar lo es todo, no hay límites”.
Al margen de la faceta empresarial que recoge el libro mencionado, sobre el padre del futuro presidente de Estados Unidos fallecido en 1999, aparecieron en septiembre de 2015 noticias que la prensa desenterró de la hemeroteca del New York Times; un artículo publicado el 1º de junio de 1927 relacionaba a Fred Trump con el Ku Klux Klan. La crónica periodística lo vinculaba con una pelea que enfrentó a mil civiles relacionados con el grupo racista contra 100 policías en Queens. En aquel momento las prácticas racistas en Estados Unidos estaban generalizadas y el KKK actuaba a sus anchas.
A sólo unos días del triunfo de Trump como próximo presidente de Estados Unidos, pareciera que un mal sueño ha comenzado. Actitudes abiertas de discriminación y odio se multiplican.
Ocho mil haitianos están en Tijuana esperando entrar a Estados Unidos, Trump asevera que más de tres millones de mexicanos serán deportados.
¿Qué hará el gobierno de México ante esta situación? Lo deseable sería que dejara de obedecer y/o cumplir los designios del imperio, que creara empresas mexicanas, que pusiera a trabajar el campo para, además de crear fuentes de trabajo, dejar de depender tanto del país vecino. En la práctica casi todo lo que comemos, vestimos y compramos es de origen extranjero. Eso es lo “bien visto”, eso es lo que los gobiernos hicieron creer al pueblo de México que era “desarrollo”.
vazquezpallares@gmail.com
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