

(Foto: TAVO)
En un país como México se habla a diario de democracia, lo que significa que ésta no existe. Hoy la oligarquía, la partidocracia, la élite gobernante, los medios de comunicación comerciales, permanentemente mencionan la palabra dignidad. Estos grupos del poder, frente a la guerra que ha iniciado contra México el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, también repiten hasta el cansancio la palabra “dignidad”. Estoy seguro de que saben lo que ello significa, tienen conocimiento, pero eso no basta. Veamos.
En primer lugar, la dignidad es el valor de la persona y no se intercambia por nada, lo que significa que no es un instrumento que se usa según convenga, o no. Por eso la dignidad es nuestra propia sombra y nadie la puede brincar. Decimos que es un fundamento, no un medio, porque es el límite que alguien pone ante una injusticia, un sufrimiento, una discriminación, una ofensa. De ahí que la dignidad es un modo de ser, de existir y quien la tiene la irradia en cualquier lugar y tiempo.
La persona que es honesta irradia honestidad, el valiente irradia valentía, el que es solidario irradia solidaridad y el que es corrupto irradia corrupción. Hoy la clase política gobernante, oligárquica y plutocrática, habla demasiado de dignidad ante las agresiones racistas de Donald Trump contra los inmigrantes mexicanos, a quienes también los acusa de violadores y criminales. Pero la clase en el poder no es digna cuando construye reformas estructurales o neoliberales que ofenden y dañan la vida de los mexicanos, sobre todo a los marginados del injusto desarrollo capitalista.
Entonces, la dignidad se usa cuando conviene a sus intereses particulares y no se tiene cuando afectan a millones de mexicanos con los gasolinazos, tortillazos, topes salariales, desigualdades sociales, corrupción, impunidad, autoritarismo y violación de derechos humanos. Mantener a millones de mexicanos en la pobreza y en su modo extremo no es digno, sino indigno.
Por eso decimos que el poder de explotación y su hegemonía de clases usa a la dignidad como medio y no como fundamento. Su modo de ser, de existir, no es digno, porque no tienen el valor de la dignidad. Confunden esta última, por conveniencia, con la riqueza, el poder, el éxito, el robo, la competencia, la ganancia.
La dignidad es el valor de la persona (lo moral reiterativo o crítico). La responsabilidad corresponde al individuo y tiene que ver con la ética. El valor cívico corresponde a los ciudadanos y significa el encuentro con la política, es decir, la acción constituyente que no se queda en el voto, sino que transforma el mundo de las injusticias y las desigualdades de este sistema neoliberal o cualquier otro. De ahí la importancia de articular lo moral, lo ético y lo cívico como principios, fundamentos; no como quiere la clase dominante, convertirlos en medios o instrumentos, a conveniencia de sus intereses privados.
Si en verdad la clase dominante o explotadora tuviera dignidad, responsabilidad y civismo, defendería la soberanía, la independencia y autodeterminación de la nación mexicana. Pero como no tienen esos valores, por eso dictan leyes que privatizan la educación, la venta de los recursos naturales del suelo y subsuelo, topes salariales a la clase trabajadora. Destruyen la Constitución al modificar los artículos 27, 123 y 3º, que en nada se parecen a los de la Constitución de 1917. De seguro festejarán la actual porque la de 1917 ya no existe, necesitamos otra.
Si la partidocracia tuviera la dignidad como principio, no hubieran firmado el Pacto por México, porque este documento va en contra de los intereses públicos de la nación y sólo defiende los intereses privados de la oligarquía financiera, industrial y comercial. La clase dominante se presenta como digna ante las agresiones a nuestro país por Donald Trump y en lo interno es indigna, porque agrede con sus reformas a la mayoría de la población. Usan ese valor a conveniencia, lo que significa que no lo tienen. El valor económico sí se intercambia, la dignidad, no.
La clase política y oligárquica afirma que la dignidad no se negocia hacia el exterior, pero hacia el interior del país sí lo hacen en el momento en que aprueban leyes que criminalizan la protesta, que desaparecen a 43 estudiantes, que quitan conquistas y corren a maestros y maestras, leyes para que el Ejército Mexicano y la Marina conviertan sus acciones ilegales en legales y la creación de un estado de excepción. Cuando se tiene la dignidad se lleva a todos lados, es una totalidad, no es poquita ni mucha, es o no es, se tiene o no se tiene.
Si los empresarios grandes y chicos tuvieran dignidad no robarían a sus trabajadores, si los medios de comunicación comerciales tuvieran dignidad no ocultarían la realidad, no estarían al servicio del poder, si los ministros de la Suprema Corte tuvieran dignidad, no hubieran permitido las 600 modificaciones a la Constitución y rechazarían sus ofensivos sueldos, si los sindicatos oficiales tuvieran dignidad no se robarían las cuotas de sus agremiados, ni los manipularían y ni se pondrían al servicio del gobierno; si el INE el TEPJF fueran dignos no permitirían los fraudes electorales y sus insultantes sueldos, si la SEP fuera digna no hubiera permitido la Reforma Educativa punitiva y laboral, etcétera.
El sistema político mexicano y su modelo económico corporativo no está fundado en la dignidad, la responsabilidad y el civismo como principios, sino en una racionalidad instrumental que todo lo convierte en medio para que alguien, muy pocos, acumulen riqueza infinita. Su lema es ganar, ganar, pero pocos, y esto produce lo contrario, perder, perder, pero muchos, la mayoría. Los gobernantes en México conocen la dignidad pero no es su modo de ser, de existir. El bueno de Sócrates demostró con su muerte que no basta con conocer el valor, sino convertirlo en modo de existencia. El valor está en otra parte, no está en el capitalismo. Otro mundo es posible.
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