
Nuestras vidas son los ríos que vana dar en la mar, qu’es el morir.
Jorge Manrique.
El pueblo minero de Real del Monte, se sabe, surgió durante el siglo XVI en el famoso Camino de la Plata, que abrió paso a la explotación del mineral en el país. Los antiguos pobladores de esas tierras, conocidos como “chichimecas”, llamaban al territorio Maghotsi, que significa “paso alto”.
Desde el panteón se pueden observar algunas de las siete minas empezadas a explotar en 1552, que atrajeron a miles de aventureros llegados de España que fueron poblando lo que entonces eran estancias ara el pastoreo de ganado menor. La excesiva explotación minera ocasionó que al finalizar el mismo siglo XVI los socavones fueran tan profundos que sufrían constantes inundaiones, con funestas consecuencias, sobre todo, para la población indígena, que era la que realizaba el trabajo de extracción de mineral en lo más profundo de las minas.
Real del Monte también es famoso por haber vivido ahí el primer conde de Regla: don Pedro Romerode Terreros, quien hacia 1749 había obtenido tal fortuna de la explotación de ese real, que fue considerado en esa época el hombre más rico de la Nueva España.
Y la presencia inglesa data de 1824, cuando llega al lugar un grupo de quince individuos del condado de Cornwell que desde entonces fueron imprimiendo su sello cultural característico, reflejado en las edificaciones de esa época: casas tipo inglés, de madera y tejados de lámina (hoy pintados de rojo óxido), además (y sobre todo) de los famosos “pastes” (cornish pastry), especie de empanadas rellenas de papa y poro que llevaban para comer dentro de las minas y que la población mestiza adoptó, agregándoles rellenos de guisos varios, salados y dulces.

(Foto: Especial)
A ese primer grupo de ingleses, al que después se agregaron irlandeses, escoceses y británicos, se debe la apertura del panteón en 1828, que sobresale desde cualquier punto del poblado por encontrarse en una colina. En 1850 una epidemia de cólera causó mortandad entre la población infantil inglesa, así que fueron angelitos los primeros ocupantes del camposanto. Al respecto se cuenta que en una tumba se encuentran sólo los órganos de una adolescente cuyo cadáver fue sepultado en Inglaterra y que en ocasiones se puede ver a su fantasma caminando por entre las veredas del panteón.
En alguna de mis visitas al también denominado Pueblo Mágico tuve oportunidad de conocer y charlar con María del Carmen Hernández Skewes, custodia del Panteón Inglés. Hija de don Inocencio Hernández Lara, quien desde joven estuvo encargado del cuidado del sitio y que contrajo matrimonio con la inglesa Hellen May Tori Skewes, cuenta con orgullo cómo su padre recibió de la reina Isabel el honor de ser miembro de la Corona británica por su dedicación en los trabajos de mantenimiento de ese pedazo de tierra que ofrece reposo a seis generaciones de ingleses. El único mexicano sepultado ahí es don Inocencio y se encuentran también un judío, una enfermera holandesa, una familia china, una de alemanes y otra de escoceses, además de algunos irlandeses cuyas tumbas se distinguen por la característica cruz celta que tiene en la parte superior el “ojo de Dios”.
Carmen ha vivido en ese lugar casi desde su nacimiento y a la muerte de sus padres ha quedado como guardiana vitalicia del camposanto. Además de percibir una modesta suma por parte del municipio, complementa sus recursos ofreciendo recorridos guiados por el cementerio, revelándose como magnífica conversadora, conocedora de muchísimas anécdotas y pasajes importantes y poco conocidos de la historia local.
Escuché historias de familias cuyos apellidos se han ido perdiendo al paso del tiempo, de otras cuyas generaciones han mezclado nombres y apellidos de distintas latitudes… y que seguramente harían remover en sus tumbas a varios ancestros. Pengelly, Sobey, Carter, Trythall, Grose, Noble, Jory, Richards, Ghose, Scott, Waters, Matthews, Sobey, Blight, Brown, Edwards, Jensen, Rabling, Skewes y Bell (sí, aquí está sepultado Richard Bell, el afamado cirquero), entre otros.
Pero seguramente lo que ofrece peculiaridad al sitio son los monumentos funerarios: tumbas que dan cuenta de quienes pertenecieron a la Logia Masónica inglesa. Carmen explica: las columnas rotas representan la vida truncada por una muerte trágica, los obeliscos con punta son el equivalente a una vida plena, los eslabones sobre lápidas representan unión y perfección. Existe una sola lápida que tiene grabada una estrella de ocho picos dedicada a “William” (así, sin apellido alguno), quien alcanzó tal plenitud que es como una “luz lejana del Universo”. El compás, la escuadra y la letra G que se encuentran en varias son para señalar a personajes que lograron el grado 33 (Gran Maestro de la Logia). Para los estudiosos se encuentran libros esculpidos en la cabecera; cuando hay rocas sobre la tumba se sabe que ahí reposa alguien de buenos cimientos.
Otros sepulcros tienen labrados laureles, rosas, libros abiertos o rocas: las cualidades del hombre. La tumba de Mary Rull (principal accionista de las minas inglesas) se encuentra resguardada por un bellísimo Angel de Carrara; en la de Thomas Gondry está un caballo junto a la cruz de cabecera y su epitafio fue escrito “de cabeza” para que se pueda leer desde el cielo. Y para mujeres de vida ejemplar están las flores de liz (en capullo o abiertas). Y algo que también le da un toque especial al cementerio es la espesa niebla que lo invade por las tardes casi en toda temporada.
Cuando usted visite Mineral del Monte no deje pasar la oportunidad de conocer tan peculiar panteón.
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