
Inicio estas reflexiones con el pensamiento crítico de Enrique Dussel: “La institución creada para la vida comienza a ser motivo de dominación, exclusión y hasta muerte. Es tiempo de modificarla, mejorarla, suprimirla o reemplazarla por otra que los nuevos tiempos obligan a organizar. Todas las instituciones, a corto, mediano o largo plazo deberán ser transformadas”. Hoy es de notar cómo, en la práctica, desde dentro de las instituciones de gobierno, quienes las dirigen las están mandando efectivamente al diablo al desvirtuar una y otra vez la esencia de sus responsabilidades (en 2017 fueron asesinadas 18 mil 505 personas). Con la nueva Ley de Seguridad Interior la cifra citada se incrementará. La militarización de la sociedad mexicana ya llegó (lo militar sobre lo civil). Rechacemos esa ley.

(Foto: Archivo)
Nadie duda que los hombres hacen su propio mundo histórico-social. En ese mundo son construidas las instituciones como condiciones mediadoras entre los individuos, las personas, los ciudadanos y los poderes, que los primeros delegan en ellas. Se supone que esas instituciones deben tomar decisiones para proteger y resolver las necesidades de los ciudadanos, es decir, de sus creadores. Pero con el paso del tiempo estos espacios sociales se pueden cristalizar y olvidar sus objetivos originarios, es decir, sus principios fundantes o sentidos que les asignaron quienes las hicieron.
Todas las creaciones sociales que hacen los seres humanos deben estar siempre en permanente vigilancia dado que se les pueden escapar de sus manos, se pueden aislar y servir a otros intereses. Saber también que no son entidades sagradas o algo intocable. Si no hacemos la crítica estaremos expuestos a decisiones contrarias al interés popular o a la voluntad soberana del pueblo.
En esta última reside el verdadero poder, éste ya no proviene de los dioses, de la costumbre o la naturaleza. Los hombres se hicieron dueños de su destino, por fin entraron en la historia. Saberlo no es suficiente, se requiere que repensemos, que reflexionemos e interroguemos este momento de conformidad y cosificación (cosa), en el que los grupos gobernantes han colocado a las instituciones de la nación.
Recordemos que en tiempos de rupturas sociales (revoluciones) casi siempre se producen nuevas instituciones que tienen la pretensión de ponerse al servicio de los grupos o clases más desprotegidas de la sociedad. Pero una vez que pasa el momento del entusiasmo, las instituciones son atrapadas por las clases políticas conservadoras y traicionan los principios y los ideales que les dieron origen, como es el caso de México. Hoy la voluntad popular desea y quiere cambiarlas porque su permanencia ya no responde al interés de los excluidos y marginados del ingreso nacional.
Lo anterior muestra que estamos en una crisis de régimen político, donde su andamiaje institucional ya no responde a las necesidades de la población. Las conversaciones telefónicas entre ricos y políticos corruptos son una prueba más de que las instituciones de la República están en manos de mafias que sirven a los poderosos. No me asustan las palabras, lo que me asombra es el desprecio por la ley y, lo peor, ponerla siempre al servicio del dinero. Y luego quieren que la respetemos, esto se llama cinismo puro.
Por eso el reclamo de muchos mexicanos por la creación de una nueva Constitución para una nueva República. Hoy estamos asistiendo al olvido de los principios que le dieron origen a la República Mexicana, que son el sufragio efectivo y no reelección de Madero, la legalidad de Carranza, tierra y libertad de Zapata, el odio a la servidumbre de Villa, los derechos de los obreros de los Flores Magón y la soberanía popular. Como dice Juan Rulfo en su novela Pedro Páramo: “No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me lo dio…El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro”. Hoy o mañana tendremos que cobrarle caro a esta República capitalista y a las clases que la privatizaron el olvido en que han permanecido millones de mexicanos.
En el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río más o menos se cumplieron los principios de la República de 1917 que ya se mencionaron. Después de este momento histórico todos los gobernantes subsecuentes, los han venido traicionando. Pero hoy, el gobierno prianista los ignoró por completo. Y tienen razón, porque para el prianismo derechizado la historia no tiene sentido y lo único, que sí tiene sentido, es el pragmatismo en el ejercicio del poder para servir a los poderes fácticos y favorecer a sus familias. La frivolidad, el moralismo fariseo, la corrupción y el cinismo, son los rasgos sobresalientes de la derecha en el poder.
La clase política actual no sólo ha secuestrado a las instituciones en las que la voluntad soberana distribuyó el poder (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), sino que se han olvidado de los fundamentos públicos que les dieron origen y sentido histórico. El Estado como institución se simplificó, se achicó, se le quitó lo nacional, lo público, lo democrático, no se sujeta a la ley, sino al capricho de las corporaciones económicas nacionales y extranjeras. El prianismo siempre ha sido adicto a los intereses del imperio norteamericano de principio a fin.
Revisar críticamente el pacto social del presente con el fin de justificar racionalmente creencias, símbolos, representaciones, comportamientos, ejemplos, costumbres, tradiciones, ideas y concepciones que actúan como cemento para darle sentido y coherencia a las instituciones en las estructuras de poder que las configuran. Darnos cuenta de su caducidad y descubrir las nuevas configuraciones que la historia va generando como formaciones de significados, valores, facultades, capacidades del lenguaje. Así, crear las condiciones, situaciones y circunstancias para superar, vía la acción política y cultural, la paralización de las instituciones.
Cuestionar el documento público de nuestra cultura dado que en éste, aun cuando es diverso, existen elementos que sujetan a los individuos, a las personas y a los ciudadanos a los significantes o conductores, producidos desde las instancias de poder del orden (no votes por los peligrosos, despierta temprano, reprime tus pulsiones, acepta el horario de verano, reproduce la especie, anula el placer, identifícate con el éxito, respeta las instituciones, aunque estén en tú contra, vota por los pacíficos, etcétera), los cuales persiguen el sometimiento de la voluntad al espacio social de lo privado, como negocio de unos pocos.
Recuperar del documento cultural, aquellos componentes que despierten el entusiasmo, la rebeldía, el espíritu crítico, la libertad, la emancipación humana, para modificar y transformar este mundo de la desigualdad y en donde los creadores lo pongan al servicio de lo público, es decir, de ellos mismos. Hoy vemos cómo las instituciones se echan a andar sobre sus propias patas (fetichismo) e ignoran el sentido que las fundamentó, constitucionalmente. Le sirven a los dueños del capital. Otro mundo es posible.
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