En días pasados fue elegido como nuevo dirigente de la CNC en Michoacán Jesús Luna Morales, como acontecimiento significativo para el movimiento campesino michoacano, disperso y sin claridad sobre los objetivos de sus luchas, en un contexto en el que el mercado se ha globalizado y los problemas del campo son esencialmente diferentes a los del pasado.
Habrá que recordar, conviene recordar, que las grandes transformaciones rurales de México en los últimos 100 años están relacionadas con la Confederación Nacional Campesina: Reforma Agraria, destrucción del latifundio y surgimiento de una estructura agraria con predominio de la propiedad social representada por el ejido y la comunidad, junto a los procesos de capitalización, elevación de la productividad, ingreso y calidad de vida de la población del campo, entre otros hechos.
Fue esta organización campesina la que permitió adoptar la “vía campesina” en la etapa de los grandes cambios promovidos por la Revolución Mexicana. No puede olvidarse que hasta el periodo presidencial del general Cárdenas, el énfasis estuvo puesto en la modernización de los latifundios de acuerdo con la concepción de Luis Cabrera, garantizando la disponibilidad de fuerza de trabajo por medio del “peón con parcela”.
Hasta la Presidencia de Lázaro Cárdenas predominó lo que se conoce como “vía junker” de los cambios rurales.
Con el general Cárdenas en la Presidencia fue distinto, con el reparto masivo de tierras, la asistencia técnica, el crédito, la organización y los apoyos para la comercialización final, hicieron a los campesinos los responsables principales del desarrollo y factor esencial en las relaciones de poder rural, representado simbólicamente por el campesino portando un rifle máuser que le había sido entregado para defenderse del terror contrarrevolucionario terrateniente. La “vía campesina” parecía consumada.

(Foto: Cambio de Michoacán)
Por otra parte, para proteger y desarrollar el modelo revolucionario en el campo, el 28 de agosto de 1938 fue construida la Confederación Nacional Campesina como organización política de los campesinos, con tierra o solicitantes de ella y que, al integrarse como uno de los sectores del Partido de la Revolución Mexicana fundado meses antes, adoptaba sus principios ideológicos, consistentes, entre otros, en “la preparación del pueblo para la implantación de una democracia de trabajadores y para llegar al régimen socialista”.
La fundación de la CNC significó el punto culminante de la “vía campesina” mexicana. Lo que ocurrió después fueron los cambios en sentido contrario, continuos hasta alcanzar el establecimiento de un modelo distinto, que confía en los individuos en lugar de las organizaciones, así como en los incentivos de máxima ganancia como principio básico de un sistema de mercado, a la vez que se adoptaron nuevas capacidades de poder y se reacomodaron las instancias del Estado, mediante la cancelación radical de la estructura institucional de apoyo al campo con finalidades de justicia social. Marte R. Gómez dijo en 1946, en el Aniversario de la CNC, en su condición de secretario de Agricultura, que después del latifundio lo que importaba era lanzarse resueltamente por el camino de la “revolución agrícola”.
Todo ha cambiado en los últimos 50 años, incluyendo la existencia misma del campesinado y su cultura, de lo que pudo llamarse “sociedad folk” o el mundo caracterizado por la imagen del “bien limitado” que rápidamente se ha extinguido, para transitar de la subsistencia directa, donde el productor tiene como objetivo la atención de las necesidades de su familia, hacia la subsistencia indirecta, donde la satisfacción de las necesidades elementales pasa inevitablemente por un intermediario que se llama mercado.
Ahora todos los campesinos e indígenas están vinculados a la dinámica de la economía de mercado, produciendo bienes y servicios para consumidores que no conocen y que convertidos en compradores, habrán de pagarles con dinero con el cual los productores tendrán que pagar a su vez los satisfactores que permiten la reproducción de la existencia. En este esquema, el campesino se transforma en productor de mercancías y por tanto, sus problemas ya no corresponden al campesinado, sino al productor que ofrece mercancías.
En estas condiciones, el adversario ya no es solamente el terrateniente acaparador de tierras, sino las dificultades impersonales de costos, beneficios, productividad, innovación, competitividad, monopolios, insumos, crédito, transportes y precios, entre otros factores. Los campesinos, ahora productores mercantiles, tienen que actuar para convertirse en productores exitosos, no porque hayan dominado al mercado, sino porque supieron aprovecharlo. Consecuentemente, las diferencias entre una organización campesina y una organización de productores es fundamental.
Por eso es importante para los cenecistas el relevo de su dirigencia estatal, en tanto puede tratarse de una oportunidad no sólo para renovar liderazgos, sino para replantear sus estrategias de acción al servicio de sus agremiados, de acuerdo con las circunstancias y condiciones del presente, incluyendo sus amplios y variados requerimientos económicos, sociales y políticos.
Identificar las prioridades del campo michoacano es un requisito básico, como fundamento de todo lo que pudiera planearse. ¿Qué hacer respecto de los recursos naturales, en particular el suelo y el agua, en permanente erosión y agotamiento?, ¿qué hacer respecto del ejido y la comunidad para su defensa o abandono a su propia suerte?, ¿qué hacer ante la creciente y sostenida proletarización rural que hace ostensible la problemática de los jornaleros agrícolas?, ¿qué hacer con la incesante feminización del empleo y el desencanto de los jóvenes con el trabajo sobre la tierra que limita los relevos generacionales?
El pequeño productor, ejidatario, comunero o propietario particular, escasamente comprendido en su realidad y minifundio, con beneficios marginales de las políticas y programas públicos, asilados de las cadenas productivas, sin acceso a los insumos productivos y servicios técnicos, representa, habrá que subrayarlo, el reto fundamental para una organización campesina como la CNC michoacana. Aparte están sus dificultades internas en un contexto de dispersión y pulverización de las organizaciones campesinas estatales, siguiendo la mecánica de las organizaciones nacionales.
Es, entonces, un reto enorme el que tiene la CNC y su nueva dirigencia en el corto, mediano y largo plazo. Como la realidad cambia, las organizaciones también tienen que cambiar. Ninguna organización es independiente de los hechos cambiantes que la obligan a cambiar también. Organización que no cambia se muere inevitablemente y lo peor, con agonía.
Por eso los relevos en la dirigencia de la CNC tendrían que convertirse en la oportunidad para cambiar con los problemas del campo michoacano, encontrando soluciones nuevas, creativas, adecuadas y viables a los desafíos que en todas partes impone la sociedad de mercado.
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