
El mecanismo electoral es un invento de los dueños del dinero, del capital. El fenómeno electoral constituye una pantalla que sustituye lo material, espacio éste donde existen las verdaderas contradicciones entre grupos, clases o individuos. El proceso que comentamos tiene como fin convertir a las personas en seres votantes, es decir, individuos que de manera aislada asistan a las urnas y elijan a sus amos, patrones, jefes, gobernantes o explotadores. De ahí que el capitalismo o neoliberalismo se funda en el individualismo, en el yo y en la relación de capital.
En este caso lo formal evita la lucha real entre proyectos conservadores que mantienen al sistema vigente y proyectos alternativos que lo cuestionan y desean transformarlo. De ese modo lo formal se separó del mundo real y el primero se convirtió en un fetiche para controlar la conciencia y el comportamiento de la gente, incluidos grupos y clases sociales. Lo electoral es una ficción, momento en que el individuo se siente libre un día y después sigue esclavo. Esa es la democracia liberal o representativa.
El capitalismo o neoliberalismo corporativo, mediático, empresarial, militar, policiaco, le apuesta al individuo aislado, dado que esto restringe nuestra capacidad de tener y evaluar ideas, ya sea para ser creativo, imaginativo, crítico o un ciudadano funcional, adaptado al conformismo social. Como bien dice Noam Chomsky: “La estupidez institucional es colosal y amenaza literalmente la vida de la especie. La estupidez individual tiene remedio, pero la institucional es mucho más resistente al cambio”. Veamos los discursos de campaña actuales y pasados.

(Foto: TAVO)
¿Qué les sucedió a las contradicciones de clase? Fueron cooptadas y dejaron su lugar a la colaboración, la dependencia del Estado y de los partidos políticos. De ese modo se integró a la estructura corporativa social y dichos organismos civiles se unieron al Estado, muy parecido al modelo fascista. Son conjuntos, atomizados, fragmentados, sin capacidad para decidir, ligados al consumo, a las campañas electorales, a la diversión, entretenimiento o los deportes. Así, la acción política está cada día monopolizada por el Estado, la oligarquía, las burocracias partidarias y poderes fácticos.
En el momento en que al pensamiento se le quita la parte de la negación, del no, o la pregunta conforme a la razón, lo nuevo, lo emergente, para sólo dejarle lo afirmativo, lo mismo, lo igual. Este hecho instala al individuo en un presente sin distinción, sin diferencia, sin el sentido de la contradicción. Todos los candidatos están en contra de la impunidad, la corrupción, pero en ninguno aparece en su discurso la autocrítica, dado que han sido gobernantes o del país, de algún estado o ciudad y otros sin experiencia. Todos son discursos que afirman lo que existe, lo constituido, lo dado; nadie quiere tocar ni cambiar el modelo neoliberal y su forma de acumulación de capital en pocos propietarios.
Un discurso que justifica la acción política sobre lo mismo, que repite lo mismo, es entonces planificador y administrador del mismo orden establecido. Este último produce una conciencia de rebaño, los iguala a todos con frases como “me gusta” y ”no me gusta”. Estos lenguajes apuntan a la emoción e ignoran la pregunta conforme a la razón crítica. De ahí que mucha comunicación igual, sobre lo mismo, produce incomunicación.
Los discursos que hablan sobre lo mismo, son pornográficos, juegan con la desnudez del pensamiento, lo vacían de seducción, de erotismo, de sueño, de deseos, de verdad, de lo negativo, de lo distinto. Cuando los discursos como los descritos expulsan lo nuevo, lo diferente, se revelan en la conciencia del individuo y le provocan depresión. Esta figura última presente en el modelo neoliberal de acumulación de capital infinito, desbocado, se manifiesta en el rendimiento, en el empoderamiento individualizado; persigue sus propias metas, lo dejan aislado y preocupado por no alcanzarlas por sí mismo, sin ayuda de nadie, el otro ya no existe.
Tenemos años escuchando que ya viene el cambio, según han dicho los prianistas-perredistas, que ahora sí, muerte a la corrupción, ya no más impunidad, todo transparente, cuentas claras, que vamos por la esperanza, superar la desigualdad, erradicar la pobreza, no subir precios, subir el salario… pero nunca escuchamos que quieran cambiar el modelo neoliberal que produce todo eso. Pasan las elecciones y la vida, la vida humana, sigue siendo agredida y violentada en su dignidad. Los propietarios del gran dinero saben que la vida buena existe solamente para ellos y que los pobres, los explotados, estamos a su servicio. Desde que históricamente se construyó el poder y el capital (no son ahistóricos) son hermanos, siguen gobernando, no son naturales.
El poder, el capital, los oligarcas, los propietarios, hoy en día en América Latina quitan y ponen presidentes a modo. A aquellos que se oponen a sus intereses privados utilizan las mismas instituciones de su democracia liberal para encarcelarlos (Lula en Brasil), matarlos (Salvador Allende en Chile) o cometerles fraudes en los procesos electorales (1988, 2006, 2012, en México). Este es el verdadero hombre de hierro (gran dinero), siempre en contra del hombre de carne y hueso, la vida humana, la vida digna, el buen vivir. En nombre de su democracia procedimental, que no real, material, esconden el robo de la plusvalía, la acumulación del excedente.
Es cierto, en lo pornográfico, dicen algunos autores, todos los cuerpos se asemejan, por eso los discursos de campaña carecen de narrativa. Recordemos, no olvidemos, que con las emociones no se puede narrar, no encantan, no seducen, matan el sueño, lo negativo, la utopía, lo nuevo, como visiones contrarias, como lectura distinta a lo que existe. El prianismo-perredismo, los independientes, por eso no encantan, porque van sobre lo mismo, lo igual, que es la defensa del modelo de acumulación de capital en pocas familias.
Hablar de lo mismo es rechazar la alternativa de una nueva formación social, de lo otro, lo nuevo. Por eso el pensamiento conservador, liberal, de La Dama de Hierro, Margaret Thatcher, queda como anillo al dedo:
“No hay sociedad, sino individuos”. Este es el fundamento del neoliberalismo que desde 1982 se practica en México y sigue intocado en esta campaña electoral. Otro mundo es posible y necesario.
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