
Inicio estas reflexiones con el pensamiento de Mahatma Gandhi: “un espíritu decidido, unido a otros por una fe insaciable en su ideal, puede alterar el curso de la historia”.
En primer lugar, las campañas políticas están mostrando el choque de dos subjetividades (contradicciones de clases sociales). Aunque debemos decir que existen otras, que no están presentes en ese escenario (pueblos originarios movimientos sociales y otros). Una subjetividad concretizada en la clase propietaria del gran dinero, es decir, los grandes corporaciones mediáticas, empresariales y militares, nacionales y extranjeras, que defienden sus intereses privados en contra de los intereses públicos. Si alguien cuestiona esa forma de apropiación privada éstos responden con dos palabras: “así no”.
La otra subjetividad se concretiza en el Movimiento de Regeneración Nacional, el Partido del Trabajo, el Partido Encuentro Social y también una franja social que no está incluida en esos espacios sociales de organización, como el caso de algunos intelectuales, las redes sociales, etcétera. Esta perspectiva política orienta su acción hacia la defensa de lo público y pretende limitar la voracidad del capital, conservando el mismo modelo de economía capitalista. Esperemos que al llegar al poder cambie de parecer.
La contradicción entre la lógica de acumulación del capital y la voluntad de vida de la población no se toca en la presente campaña política y permanece intocada. De ahí que el proceso electoral se coloque en una particularidad, descuidando la crítica y ruptura con el primer momento de la contradicción señalada. El segundo aspecto de la contradicción se llena con puras promesas discursivas y violencia verbal. Dicha contradicción tiene como marco la llamada democracia liberal representativa, que sirve como mecanismo guerrerista en la defensa de lo privado.
La desventaja del mecanismo electoral liberal es su pretensión de buscar el uno (pensamiento único), para evitar la contradicción entre explotados y explotadores, proletarios y burgueses, iguales y desiguales, satisfechos e insatisfechos, pobres y ricos, libertad y esclavitud, capitalismo y socialismo, lo privado y lo público y construir un discurso universal que anule las diferencias por la vía de la igualación y la uniformidad del voto. Meter el dos en el uno y lograr la paz perpetua, para que siga la ganancia infinita del capital en pocos y permanezca la guerra contra los pobres y olvidados. Así sí, dirían los ricos, los propietarios y el intelectual orgánico a modo, Jorge Castañeda.
Los cuatro candidatos, que hoy los dueños del dinero proponen en la contienda electoral, Meade, El Bronco, Margarita y Anaya, se caracterizan por la defensa irrestricta de los excedentes del capital, por las privatizaciones, las desregulaciones, restricciones en el gasto público, quitar el sentido social al Estado, en resumen, defender las políticas del prianismo, contrarias al bien común, la solidaridad social y humana.
Los cuatro jinetes del capital representan el orden social vigente, buscan la creación del uno y luchan por integrar al dos, es decir, las otras opciones de futuro vía la cooptación, el fraude, el olvido, el abandono, la marginación o la muerte. A los propietarios del capital ya les gustó el poder político, porque saben que desde éste, su riqueza se incrementa. La historia en América Latina muestra que Salvador Allende, Evo Morales y otros, aprovecharon los mecanismos electorales creados por el mismo sistema capitalista y accedieron al poder político.
Los terroristas aprovecharon los mismos aviones producidos por el capital y destruyeron las Torres Gemelas en los Estados Unidos. Cuando Salvador Allende inició la recuperación del patrimonio de los chilenos, la burguesía, las cúpulas del ejército y los intereses de imperio norteamericano, lo derrocaron y lo mataron. Pregunta, ¿qué democracia es esa? Democracia criminal y fascista. Esos adjetivos le quedan muy bien a la que se practica en nuestro país. Para el intelectual orgánico liberal Enrique Krauze (yo el escritor, populismo yoico) la democracia no tiene adjetivos, es neutra.
Si la democracia liberal sirve a la acumulación de capital en pocas familias nacionales y extranjeras, si mantiene a las gentes en la pobreza, si privatiza los recursos naturales y culturales, es buena democracia, así sí, dirían los ricos. Pero si existe una democracia directa, donde la voluntad popular decida su propio destino histórico, desde la comunidad política entonces, esa no es buena, así no, dirían los propietarios del dinero. ¿Qué hacer ante estas contradicciones?
Evo Morales observó que la mayoría de la población en su país era indígena y se organizaron, dieron la pelea en el terreno electoral y accedieron al poder. Desde el poder inició reformas para recuperar bienes de la nación y sobre todo, la dignidad del pueblo bolivariano, de los olvidados, y los colocó en la visibilidad como sujetos históricos. El capital y la burguesía no han podido derrotarlo y se da el lujo de reelegirse. Organizarnos para este 1º de julio y con sus propias armas electorales bajar del poder a la clase política, la cual ha venido sirviendo a los grandes empresarios nacionales y extranjeros. Por lo menos no recular ante los deseos. Hay que tensar las contradicciones formales y materiales.
Las campañas políticas están revelando, en lo formal, que la lucha de clases está presente. El proceso electoral, sus instituciones, los poderes Ejecutivo, Judicial, Legislativo, los poderes fácticos y sus corporaciones, están participando, directa o indirectamente, en la defensa del orden constituido, es decir, del modelo económico y régimen político, que tantos beneficios les ha dejado. No se quieren ir. El fraude, la cooptación, los asesinatos están en su mente, dado que sus cuatro jinetes no tienen aceptación en la mayoría de la población. Lo dicen las encuestas, el enojo y la rebeldía de la gente. De no modificar el modelo de economía neoliberal y su sistema político, la corrupción, la impunidad, la desigualdad social, la crisis ecológica y la deshumanización continuarán. Vayamos más allá de las elecciones y del neoliberalismo. Otro mundo es posible y necesario.
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