Credit Suisse (empresa global líder en servicios financieros) dio a conocer en estos días su “Reporte global de la riqueza 2018, en el que las cifras son espeluznantes y dramáticas: el 84 por ciento de la riqueza en el mundo está concentrada en el 9.5 por ciento de la población que genera ingresos entre un millón de dólares y 100 mil dólares; el 64 por ciento vive en rangos de pobreza y concentra sólo el 1.9 por ciento de la riqueza. Ese mismo reporte arroja que en México el diez por ciento de la población concentra el 69 por ciento de la riqueza, y el 50 por ciento que vive en la precariedad obtiene el 3.6 por ciento. Todo ello nos habla de la inequidad que impera en nuestro entorno global. Llama la atención el caso de México porque el 69 por ciento de la riqueza concentrada en unos cuantos contrasta mucho con países de primer mundo como Alemania cuyo porcentaje es del 29 por ciento o Canadá del 25 por ciento.

(Foto: Especial)
El modelo neoliberal que tanta bonanza ha prometido, en realidad nos ha quedado a deber a la gran mayoría de las personas. Y es que hay mediciones que muestran que en el mundo hace 200 años los más ricos lo eran sólo tres veces más con respecto a los pobres; en los años 70, fue una diferencia de 35 veces y en la época actual… ¡¡80 veces!!
Y más allá de la materia económica en el que este modelo neoliberal no sólo ha hecho más ricos a los más ricos y más pobres a los pobres (de hecho hace dos años el último segmento mantenía el 2.4 por ciento de la riqueza y hoy es el 1.9 por ciento, es decir que hoy hay más población en situación de pobreza que hace dos años); sino que también ha socavado nuestro patrimonio común ambiental, por lo cual pagamos todos la factura de los efectos del cambio climático; y ha roto nuestros lazos que nos dan el sentido de comunalidad, para privilegiar la ganancia personal.
La pobreza nos azota hoy en la cara cuando atestiguamos a los miles de centroamericanos en el éxodo hacia el gran “sueño americano”; los rostros de los pequeños en los huesos que está muriendo famélicos en Yemen, y aunque en circunstancias distintas pero igual tapizado de pobreza el caso de Venezuela que se ha configurado (de acuerdo a la FAO) como el segundo país con mayor desnutrición en América Latina y El Caribe, sólo después de Haití.
La pobreza sin duda está vinculada íntimamente a la inseguridad. Es triste saber por ejemplo que de acuerdo a los especialistas en México, la situación que viven los menores infractores tiene su origen desde el seno familiar, ya que muchos de ellos han crecido en vecindades o en colonias con un alto índice delincuencial. Es decir, la pobreza es fermento también para reproducir en un círculo infinito la inseguridad que prevalece en un amplio territorio del país.
Sin duda hay una infinidad de aristas, variables y matices a considerar en el círculo de la inequidad en México, pero la indolencia, así como la falta de empatía y eficacia gubernamental es apabullante. Por ejemplo, el presidente Enrique Peña ha sido el mandatario más caro de la historia: gastó 18 mil 520 millones de pesos. Gran parte de ello se destinó a contratos para la instalación de un centro de datos cibernéticos, campañas, encuestas, grupos de enfoque, así como servicios de automóviles, computadoras personales, y hasta lácteos y embutidos. Hubo una gran necesidad por estar continuamente evaluando su imagen pública cuando en realidad no pudo remontar sus puntos desde el 2014, por lo que prácticamente ese dinero fue tirado a la basura.
La inequidad se asoma en materia hacendaria también: nada menos la SHCP tiene 331 mil millones de pesos en cuentas no cobradas y recientemente se acaba de “descubrir” toda una red de corrupción de empresas evasoras de impuestos al igual que de equipos de futbol. En contraste, en vez de incentivar y aligerar la carga a los profesionistas y trabajadores de renta media y baja, les hincan el diente a más no poder.
El sector privado no se queda atrás en este círculo de inequidad e injusticia: ahora que se sugirió la idea de regularles el cobro de las comisiones por sus servicios a las empresas de la banca que una amplia mayoría que coincidimos son excesivos, se tensó el mercado de valores por considerarlo una señal disruptiva en el sistema, hasta que salió el presidente electo a calmar los ánimos. La realidad es que en el 2017 los ingresos generados por esas comisiones fue de 75 mil 103 millones de pesos, y aquí en México nos cobran con una tasa de interés promedio del 30 por ciento, mientras que en Colombia es del siete por ciento. También comparando las operaciones de Citibanamex, en nuestro país cobra el 33 por ciento y en Estados Unidos el 18 por ciento; BBVA Bancomer cobra el 36 por ciento en México, y el 19 por ciento en España. “Riesgo – país” lo llaman algunos, otros dirían que es la falta de regulación y un vil robo en despoblado.
Es urgente la humanización de la economía y de la política, de los corazones de las sociedades. Tenemos que repensar nuestra manera de hacer negocios, intercambios económicos y comerciales; ser justo con la paga de los trabajadores (pienso en los pequeños productores de aguacate en nuestro estado, por ejemplo), y combatir la voracidad de quienes quieren acumular aún más (que lo malo no es amasar dinero, sino el ser usurero), y recrear condiciones de justicia y equidad para todos. Esa voracidad incluye a los políticos que no tienen llenadera (ni abuela), y que amasan fortunas en un tiempito cortito ya sea como alcaldes, diputados, gobernadores o presidentes, robándoles a muchísimas personas la oportunidad de poder salir adelante y trascender su estadio de pobreza.
Concluyo con una frase que publicó en Twitter el pasado domingo 11/11/18 el afamado escritor Alejandro Jodorowsky: “”-¿Qué es la generosidad?... Es obtener para repartir-“. De ahí que de nada sirve la riqueza si ésta no genera prosperidad.
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