
En las pasadas elecciones presidenciales era común escuchar a muchos ciudadanos afirmar con toda seriedad “no podemos estar peor” en referencia a lo evidente, el elevado nivel de corrupción durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, probablemente el sexenio más corrupto dentro de la historia del México moderno. Tendríamos que retroceder hasta las épocas de Miguel Alemán V. o de José López Portillo para encontrar un nivel parecido de cinismo y corrupción.
El ciudadano mexicano promedio no está muy versado en Historia, y sinceramente creo que ni le interesa, esta deficientemente informado por una prensa no confiable que se ha singularizado por estar al servicio de quien tenga el poder en ese momento. Obviamente un pueblo mal informado, testigo sin voz de una corrupción rampante, que lee poco y para colmo no comprende bien a bien lo que lee es presa fácil de un oportunista demagogo con discurso incendiario y populista, que sigue punto por punto todos los consejos de J. Goebbels.

(Foto: TAVO)
El recientemente bautizado como “Pueblo bueno y sabio” ya demostró que no es ni tan bueno ni tan sabio, pues se tragó, completita, la rueda de molino de una supuesta cuarta transformación de México, transformación que casi instantáneamente, como por arte de magia, nos llevaría a una especie de país idílico de “amor y paz” con tan solo un puñado de buenas intenciones.
Era evidente, para cualquier persona medianamente informada, que López Obrador no tenia, ni tiene, los recursos intelectuales para encabezar una real transformación de México, y por lo que se ve, tampoco la intención de hacerlos. Su sólida formación en el priismo más cavernario se le quedo firmemente arraigada.
Su historia personal, su turbulento pasado de porro en su natal Tabasco, su opaca manera de gobernar en el entonces DF, su desprecio a normas y procedimientos, su historia de traiciones, su majadera descalificación a quienes no comparten su manera de pensar, el reiterado uso de ofensas e insultos a sus rivales políticos, su descarada protección a ladrones de su equipo, todo eso lo pinta de cuerpo entero. Un personaje intolerante con un afán vindicativo muy marcado, un individuo que se siente elegido, el Mesías que va a salvar a México.
López es un político de ideas arcaicas, fascinado y anclado en un modelo populista fracasado como lo fue el de Luis Echeverría. En el poco tiempo que tiene ejerciendo el poder ha demostrado sobradamente que no es un individuo de ideas, sino de ocurrencias, algunas verdaderamente disparatadas y extremadamente costosas. Ocurrencias que ya han dañado severamente a la economía del país y ensombrecido el panorama para millones de trabajadores.
Los ejemplos sobran, la demencial y caprichosa cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco, cancelación que saldrá más costosa que terminarlo, el oneroso y absurdo proyecto del tren Maya (previa autorización de la Madre Tierra) , la descabellada descentralización de diversas dependencias enviadas a donde apuntaba su dedito sin importar los atropellos a los derechos de los trabajadores, el despido masivo de funcionarios competentes y la llegada de improvisados a puestos clave etc.
En estas semanas nos toca padecer su torpeza en el manejo del robo de combustible, añeja situación que viene de cuando menos tres sexenios en donde el protagonista principal es el personal de PEMEX y su sindicato. Cierto es que el problema se dejó crecer, por incompetencia o corrupción, también es cierto que era imperativo resolverlo de raíz, en eso considero que todos están de acuerdo, el problema es por una estrategia mal diseñada y peor ejecutada, una catálogo de contradicciones, mentiras y medias verdades que han dado como resultado un desabasto severo en varios Estados y ha afectado gravemente la economía del país, sin entrar en el detalle de los muertos de Tlahuelilpan.
A esto se agrega una actitud de soberbia y la probada ignorancia de los funcionarios responsables de la lucha contra el robo de combustible. El resultado final, caos y desabasto. López, en su necedad, no reconoce los errores en su estrategia y desprecia el justo reclamo de sus gobernados. Como última vuelta de tuerca nos receta una verdadera perla de estulticia “Robar por necesidad no delito” “si necesitan, agarren”.
Si, si podemos estar peor. Y lo estamos.
Locura y poder una mala combinación
Es tiempo de transparentar nuestras resoluciones: TJAM
Pacifismo y el pacto de Múnich
Izquierda, ignorancia y necedad
Educación, entre el miedo y la corrupción
Medicinas alternativas y médicos
De anonimato y libertad, reflexiones
El Ejército, la Policía y el crimen organizado
IFE y el periodismo, una historia
IMSS, una tragedia que se pudo evitar
La corrupción, ese gran problema
Pactar con el narco. Pax narca
Bertrand Russell y la religión, apuntes
A propósito de entelequias Freud y Marx
México, entre el odio y rencor social
La depresión y la vejez, un problema que se incrementa
PRI, el partido que nadie quiere
Inteligencia, Hitler y engañar con la verdad
Sectas, un fenómeno religioso y político
Elecciones aristocracia y kakistocracia
El señor López Obrador y la educación
López Obrador y su personalidad
Autoridad moral y las redes sociales
Paz a toda costa, ¿eso queremos?
Justicia, al servicio del poder
La objetividad y el periodismo
Incitatus, el Senado, el IFE y el PRI
Lectura, un hábito en extinción
Amanuenses, más vivos que nunca
Nicolás Chauvin, ignorancia y necedad
Cuando nos negamos a ver, el caso de la CNTE
Tomar decisiones. No todos pueden
Productos milagro, las ganas de creer
Nuestros impuestos (no) están trabajando
Tener fe, la justicia en México
Cocaína, heroína, éxtasis y tachas
Política, odio y resentimiento
Hablando de totalitarismo y mesianismo
Feminicidios, misoginia y machismo
México, su educación y cultura
IMSS, entre la hipocresía y la ineficiencia
IMSS, entre la hipocresía y la ineficiencia
Corrupción, un problema severo
Philip Roth, sus libros y la vejez
¿Son iguales todos los humanos?
Reflexiones sobre la ignorancia
Pemex, ¿petróleo de los mexicanos?
Fabula de la cigarra y la hormiga
Democracia y elecciones en Estados Unidos