En clase de doctorado de ecoeducación, mi compañero Salatiel, hombre probo y respetuoso, expreso una reflexión sobre Leonardo Boff; coincido con Salatiel, debemos de trabajar mucho para hacer una realidad desde la filosofía, lo ético, la ontología, la axiología, la ecopraxis, que nos ayude a comprender la vida desde lo ecoeducativo. El valor de amar en el marco del comentario de Leonardo Boff.
Las constantes en esta realidad social siguen siendo el fundamentalismo y la intolerancia generadora de procesos de invisibilidad, estigmas, violencia y discriminación y que violenta los derechos humanos y las libertades de las personas, con lo que difícilmente podemos hablar de interculturalidad y su traspaso de saberes, expresa Carlos Skliar.
El amor debe seguir siendo el vector que guie la vida; es decir, el amor en mi relación conmigo, con el otro, con los otros, así, el amor siempre será más fuerte que las cuestiones económicas, que la misma muerte, el amor en el marco de un ser ecosocial.

(Foto: Especial)
Leonardo Boff, nos comparte que la palabra amor se ha banalizado en tiempos Posmodernos y de mercado. El amor lo localizamos en todos los anuncios que se dirigen más a los bolsillos que a los corazones. Tenemos que rescatar lo sagrado, lo espiritual del amor.
La globalización y el mercado, el modelo económico Neoliberal, nos plantea a cada momento que el sistema mundial imperante no ama a las personas. Ama los bienes materiales, ama la fuerza de trabajo del trabajador, sus músculos, su saber, su producción artística y su capacidad de consumo. Pero no ama gratuitamente a las personas como personas, a esas las desprecia por no mantener un consumo permanente o estar fuera del consumo. El Neoliberalismo no ve a las personas en condición de calle, a las personas enfermas mentales, no ve aquellos que son pobres.
Frente a ello, nos planteamos si debemos de construir un nuevo discurso sobre el amor, que impacte en nuestras formas de ser, de estar, de compartir, de convivir, de crear y desarrollar una ecoconciencia. Necesitamos que el contenido del amor, del amor por el otro se resplandezca, pero además crezca. Así, en el marco de la complejidad debemos de analizar el concepto de amor, reconociendo que el amor es un dato objetivo (expresa Boff) de la realidad global, es decir, un acto feliz de la propia naturaleza de la cual somos parte los seres vivos: humanos, plantas, animales.
Leonardo Boff también plantea la importancia de revisar dos movimientos, que presiden el proceso cosmogénico y biogénico (elementos que son importantes para generar la vida): la necesidad y la espontaneidad.
“La necesidad está en función de la supervivencia de cada ser; por eso uno ayuda al otro, en una red de relaciones incluyentes. La sinergia y la cooperación de todos con todos constituyen las fuerzas más fundamentales del universo, especialmente, entre los seres orgánicos. Es la dinámica objetiva del propio cosmos”.
“Junto con esa fuerza de la necesidad aparece también la espontaneidad. Los seres se relacionan e interactúan por pura gratuidad y alegría de convivir. Tal relación no responde a una necesidad. Ella se instaura para crear lazos nuevos en razón de cierta afinidad que surge espontáneamente y que produce deleite. Es el universo de lo sorprendente, de la fascinación, de algo imponderable. Es el adviento del amor”.
Visto el amor así, podemos afirmar que el amor se da en elementos naturales como los quarks, que forman la materia nuclear, que se relacionaron más allá de la necesidad, espontáneamente, atraídos unos por los otros. Nos dice señala Boff, “surge un mundo gratuito, no necesario pero posible, espontáneo y real”.
“De esta forma, irrumpe la fuerza del amor que atraviesa todos los estadios de la evolución y enlaza a todos los seres dándoles afecto profundo y belleza. No hay una razón que los lleve a combinarse en lazos de espontaneidad y de libertad. Lo hacen por puro placer y por la alegría de estar juntos”, sin lugar a duda una hermosa reflexión, así el amor entre los humanos, o el amor que se tiene a las mascotas, o el amor que se le tiene a un planta y a la cual se le habla todos los días, es un acto libre y espontánea.
Frente al concepto de amor, nos hacernos una pregunta, qué hacemos en esta vida: cómo persona, familia, sociedad, cuál es la función que tenemos, con qué coaligante unimos unos y otros, para dar sentido, para ser felices, para estar bien y equilibrados?; es así que el amor florece en nosotros como fruto de una relación libre entre seres libres y con todos los demás seres, es entonces el amor y la libertad para decidir, para ser felices.
Los humanos que somos racionales podemos hacer del amor, que pertenece a la naturaleza de las cosas, un proyecto personal y civilizatorio: lo podemos vivir conscientemente, crear las condiciones para que ocurra el hecho del amor entre los seres inertes y vivos. Podemos enamorarnos de una cascada de agua, de una estrella, de un rio, de aquella isla, de un bosque, de una buganvilia que cubre el muro de piedra de una casona, así como del sol y la luna y con ella crear las narrativas más emocionantes que nos hagan dar sentido y legitimidad al amor por el otro, es decir como dice Galeano, narrar desde el sentipensamiento.
Finalmente Boff nos indica el camino sobre el amor; el amor es urgente en los días actuales, donde la fuerza de lo negativo, del anti-amor, parece prevalecer, donde el amor se traduce en un buen regalo comprado en el mercado y de marca. Más que preguntar quién practica actos de terror hay que preguntar por qué fueron practicados (desmembrados, descabezados, desollados, encobijados, encajuelados). Se contesta de manera contundente, seguramente el terror surgió porque faltó amor como relación que enlaza a los seres humanos en la bienaventurada experiencia de abrirse y acogerse jovialmente uno al otro, ese amor entre padres e hijos, ese amor entre pares, ese amor que da sentido a lo que vemos y nos sorprende, ese amor que practicamos con la otredad y sin colonización, y sí desde la centralidad de la espacialidad que vivimos.
Quizá, no podamos predicar el amor y gritar: “amémonos los unos a los otros como nosotros mismos nos amamos”, tal vez se nos reconocería como revolucionarios. Pero esta es una manera de expresar la importancia que se tiene del amor, de frente a la vida devastada de la sociedad, frente al narcisismo, frente al hedonismo, frente al individualismo, frente a la acumulación, frente a la alteridad, frente a la colonización, frente a un mundo que no responde a la vida, sino al antropocentrismo, frente a una constante de antivalores, donde el amor no es la constante.
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