Donde quiera que vayan los hombres llevan consigo sus raíces, como el árbol que se trasplanta vuelve a fortalecerlas, crecen y le dan firmeza, nadie es a partir de él, cada quien es heredero de un conocimiento, pero a la vez, cada quien cuestiona sus propios fundamentos, busca las explicaciones de las contradicciones para encarar la vida de manera racional y objetiva. Todos buscamos el bienestar personal y colectivo, este último bajo los principios universales de la solidaridad y el bien común que nos conducen a una sociedad sin delincuentes, ni oligarquías ni fuerzas del orden, porque en teoría no se necesitan. Estos principios en una sociedad como la nuestra son letra muerta, estamos privilegiando el mercantilismo, al emprendedor, invitando a los inversionistas del mundo entero a que vengan con sus capitales a explotar nuestros recursos naturales y nuestra mano de obra barata. Una vez más se vuelve a meter la burra al trigo, el plan de desarrollo regional llamado de Zonas Económicas Especiales vuelve a poner a la desembocadura del Río Balsas, en Lázaro Cárdenas y La Unión, Guerrero, como un ejemplo de la tierra prometida. Se dice que son espacios de muy alta marginación, tal vez si se les contempla desde una perspectiva urbana, pero en esa zona no hay más que los rancheros de siempre, del lado de Michoacán esta sólo aquello, del lado de Guerrero, en Las Tamacuas, Zacatula, Feliciano, El Naranjito y Petacalco la gente vive como siempre ha vivido.
Habrá más infraestructura portuaria?, ¿eventual expropiación de terrenos?, ¿grandes inversiones?, lo que sí tiene esa región es una delincuencia desatada, que tiene sentados sus reales en esa zona y que distingue a La Unión, Guerrero, en el mismísimo estado de Guerrero, que ya es mucho decir por su fama bien ganada. No hay mano de obra calificada, el clima es inhóspito, hay ciclones, temblores, esteros, manglares y pueblos fluctuantes entre lo rural y lo urbano.
¿Por qué no les preguntarían a los michoacanos, a su atenta consideración, un plan de esta naturaleza? Pues ya sabe usted, así es el centralismo chilango con esta deformación aberrante del federalismo, que es el origen del conflicto magisterial y el conflicto de la inseguridad, el primero por hacer planes, igual que el de desarrollo regional, sin consultar a los participantes, el otro, por dejar hacer y dejar pasar, por no hacer lo que la ley les obliga ha hacer, por no combatir oportunamente los delitos que ellos mismos reservaron como su competencia, los llamados delitos federales.
La brújula esta extraviada, el poder se ejerce al ritmo del presupuesto pero se va de las manos como un puño de arena pues no se encuentra cómo asirlo; quien manda y se equivoca vuelve a mandar, rectifica una y otra vez el rectificador y así se le va pasando, en prueba y error, en pactos y alianzas bajo un modelo que ya está más desgastado que una baraja de un preso.
Todavía estamos a tiempo para rectificar el rumbo dentro de la democracia, las opciones políticas amenazan la integración partidista, la necesidad de revisar la Constitución es un imperativo, el pensamiento progresista, la verdadera izquierda, no los zurdos, está en espera de una reivindicación que desplace los viejos paradigmas y proponga un nuevo modelo de organización que fortalezca las instituciones a partir de sus competencias y el reparto justo del dinero fiscal, por instituciones en primer lugar hablo del gobierno federal, los estados y los municipios hoy ninguneados, atropellados y empobrecidos.
No podemos de la noche a la mañana resolver problemas ancestrales, no podemos revertir el tiempo ni recuperar los bosques ni las calles empedradas de los pueblos ahogados en cemento, pero sí ordenar los basureros y los drenajes que contaminan y destruyen, rescatar los oficios y las variedades nativas de frutas y semillas, hasta de cerdos y gallinas que están desapareciendo, ya no se diga de mulas y asnos que deambulan por los caminos reales, caminos cuyo rescate es una opción para el turismo rural y recuperar vías de comunicación, hoy en el olvido, como en el olvido están los obreros, las comunidades indígenas y los campesinos inmersos en la ley de la oferta y la demanda que los desdibuja y los hace miserables si no toman conciencia y acciones efectivas.
Debemos negarnos a ser atrapados por la cotidianeidad, por los asesinatos nuestros de cada día, por la manifestación diaria, por la representación del primer mandatario en foros internacionales, por el fraude tras fraude, por la vanagloria de las empresas globales que en vez de clientes nos hacen víctimas de sus productos, ¿o que no hay mas alternativa que bajar la frente y poner la rodilla en el suelo? Los discursos banales confrontan a un pueblo con la banalidad, aquí no pasa nada, todo es bello, aplausos, agradecimientos, apapachos mutuos, pero el pueblo tiene miedo, ese miedo que se contagia como un virus sin control, miedo a las armas, miedo a las pandillas, miedo a ser robado, miedo al cambio, miedo a la muerte, miedo a ser víctima, miedo a ser victimario, miedo a las palabras, miedo al ridículo, miedo a los mentirosos, miedo a la pobreza, miedo a la ignorancia, miedo a la Policía, miedo a los políticos, pero ¿de dónde salen los miedos? Salen de la imaginación, de la mente que percibe una amenaza, un peligro, algo contra la integridad personal, pero de ahí mismo, de donde se produce el miedo sale la valentía que consiste en vencer los miedos, desde ahí debemos encontrar la fortaleza en las raíces que nos dan sustrato y razón de ser y que, desde donde estemos trasplantados, debemos encontrar la unidad de las contradicciones que nos permitan la visión de un país diferente, con organización social, con organización del gobierno en sus tres órdenes, sin hambre y sin miseria, sin ignorancia, sin rapiña, sin asesinos sueltos, ¿es mucho pedir? ¡Claro! Es un nuevo país, porque este está podrido.
Desarrollo con justicia social
La libertad del llano y la historia mentirosa
A 400 años, recordando a Cervantes