
(Foto: Especial)
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, en la era en que los pueblos y las cosas empezaban a ser en esta parte del mundo para darle perfil a lo que se llegaría a conocer como la Nueva España, el manantial de donde brota el agua que da nacimiento al melodioso Río Cupatitzio se secó de repente. La tierra y la gente quedaron atrapadas en una sed intensa y sin esperanza que les quemaba los labios y les convertía en vapor los sueños. No había agua para los cultivos y tampoco para lavar el sudor del trabajo. La gente fue a ver a fray Juan de San Miguel, fundador del pueblo que a la postre se convertiría en esta edénica y luego populosa ciudad de Uruapan, para pedirle que hiciera algo.
El hombre de Dios organizó una procesión con los barrios que acababa de crear en este lugar paradisiaco. La marcha ritual se dirigió al lugar donde se hallaba aquella oquedad ahora oscura y seca de donde hacía poco brotaba el torrente de aguas frescas y cristalinas. Después de un cúmulo de plegarias que fueron dichas por los concurrentes de una manera fervorosa, fray Juan de San Miguel arrojó sobre el lugar el agua bendita. Para sorpresa y horror de los presentes, del fondo oscuro del abismo se desprendió un fuerte olor a azufre y la tierra se estremeció. En medio de gruñidos que parecían provenir de las entrañas mismas del Infierno apareció el Diablo y saltó a la superficie. Cuando vio al fraile blandiendo el hisopo en su mano, amenazando con arrojar más de aquella agua que a los seres del averno les quema el cuerpo, pegó carrera de manera alocada pero se tropezó y dejó la marca de una de sus rodillas grabada en la piedra. Una vez consumado el exorcismo, el agua volvió a brotar del manantial y la gente bautizó el lugar como La Rodilla del Diablo.
¡Qué suerte tuvieron aquellos pobladores de contar en ese tiempo con un personaje de tales poderes como fray Juan de San Miguel! El Diablo ahora ha regresado a este lugar histórico y se ha apoderado de las almas de sus habitantes. Poco a poco el caudal del Río Cupatitzio, el río que cantaba con alegría y ahora lo hace con tristeza, disminuye dramáticamente. Podríamos decir que se ha convertido en el río de las aguas escasas… ¡y contaminadas! Las áreas boscosa y del río se han encogido tanto que no queda ni la sombra de la majestuosidad y el esplendor que alguna vez tuvo.
Llegó a ser propiedad de una de las familias que hicieron historia en este lugar: la del licenciado Eduardo Ruiz, quien participó en la lucha contra la Segunda Intervención Francesa en México (1862-1867) y fue un escritor, historiador y periodista de una profunda convicción liberal. Pero una de sus descendientes le vendió esta joya natural en 60 mil pesos, más otros siete mil por el área de los bosques, al gobierno federal. El general Lázaro Cárdenas del Río, quien era presidente de la República, adquirió el área natural y decidió que una riqueza así debía ser propiedad de la nación. No hace mucho se decidió que pasara por fin a ser un área bajo administración municipal. Pero hay confusión por lo que se refiere a las relaciones que se tendrán con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). ¿Quién controla a quién?, ¿quién domina sobre el otro?, ¿qué intereses son los que realmente se benefician?
El viernes 29 de julio pasado, el Cabildo de Uruapan, con el voto en contra de algunos regidores, tomó el acuerdo de facultar al presidente municipal, Víctor Manuel Manríquez González, quien antes de este cargo fue diputado federal de LXII Legislatura por el principio de representación proporcional, para que firme el Convenio para Regularizar la Administración del Parque Nacional.
Este evento ha generado suspicacias y un creciente grado de inconformidad entre la sociedad uruapense. El documento de marras contiene cláusulas que dejan en inexplicable desventaja al municipio. No sólo la Conanp mantendrá un alto grado de control sobre el parque y las entradas por las cuotas de ingreso de los visitantes, sino que deja al Ayuntamiento de Uruapan la carga principal: hacerse responsable por el funcionamiento y mantenimiento del lugar. La parte que mayor indignación ha provocado es que con este convenio el Parque Nacional Barranca del Cupatitzio abre sus espacios a la inversión privada. Aunque el parque no se entrega a los empresarios a través de un contrato de compraventa directo, es obvio que estamos ante una modalidad parcial de privatización.
Las críticas han inundado las redes sociales. El alcalde ha tenido que hacer declaraciones en el sentido de que no hay propósito de privatizar. Pero el Ayuntamiento ha tenido reuniones a puerta cerrada con los representantes de la iniciativa privada de la región, lo que ha hecho crecer las suspicacias. La gente recuerda en estos días la leyenda de La Rodilla del Diablo. El manantial de donde brotan las aguas que dan origen al Río Cupatitzio amenaza con secarse y hay una gran preocupación entre la sociedad por lo que se pudiera hacer con esta joya de la naturaleza si queda abierta a la injerencia empresarial. ¡Qué lástima que no tengamos ahora a un personaje como fray Juan de San Miguel, que sea capaz de volver a exorcizar al parque de las invasiones del Diablo! Pero podría ocurrir que un exorcismo así quedara ahora en manos de la propia sociedad uruapense. Quizá sea por ello que el alcalde esté empezando a dar marcha atrás. Por lo pronto, ha declarado que no firmará el convenio hasta que la sociedad tenga bien claro de qué se trata, y para ello se plantea hacer varios foros para que la gente participe, conozca y opine.
Lo bueno es que el Diablo no anda en burro.
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