

(Foto: ACG)
Es indudable que los días santos para algunos representan un espacio propicio para la reflexión, el amor, la misericordia y la meditación, pero para otros son sinónimo de relajación, de disfrutar, de tomar, bailar o pasear; es decir, nadie puede negar que la llamada Semana Mayor es una fusión singular entre lo sacro y lo pagano, entre el alma y el cuerpo, entre el razonamiento y lo irracional, entre la algarabía y la introversión; al fin y al cabo todo ello es una representación especial que nos caracteriza como humanos y a todo ello tenemos derecho.
Lo que sí entiende Vivilladas es que hay periodos especiales donde debemos ser prudentes para resaltar cuestiones positivas, optimistas, que nos permitan compartir la buena vibra que nos rodea y que en ocasiones hacemos caso omiso de ella para resaltar lo negativo que sufrimos como sociedad tan compleja en la que vivimos. Efectivamente, somos complejos, vivimos días difíciles en varios rubros y condiciones, pero también hay luz, flores, amistad, amor, agradecimiento, cielo y esperanzas que de una manera u otra iluminan nuestras vidas. Hoy es uno de esos días en los cuales podemos abrir nuestro corazón para olvidar o dejar de lado los males y los fantasmas que nos rodean como una sociedad por muy dura que parezca, por muy violenta que se represente, por muy inhumana que se describa.
No se requiere un recinto especial para recapacitar, para orar o para hacer propósitos renovadores; sólo basta tener fuerza de voluntad y decisión, basta tener actitud y sobre todo auténtico deseo de cambiar. Este Viernes Santo, más allá de posturas ideológicas o religiosas, bien podemos recordar pasajes de la vida de Jesús de Nazaret y nos llevaría a un sinfín de reflexiones, porque muchas de sus obras, sin ser consideradas celestiales o milagrosas, si es que no lo deseamos así, son lecciones de amor, de sacrificio, de fidelidad, de amistad y de respeto al prójimo. En diferentes pasajes evangélicos esto queda de manifiesto.
¿Quién no ha llorado la muerte de un amigo, como el propio Nazareno lloró la muerte de Lázaro? No hablaremos del milagro de la resurrección para no herir susceptibilidades religiosas o ateístas, simplemente puntualizamos el dolor tan grande por la pérdida de un ser especial, con el que compartíamos o queríamos de manera tan especial. La muerte sin duda alguna es el paso más difícil que se da después de la vida.
Como este pasaje hay cientos de ellos que demuestran lo aquí afirmado.
Mateo Calvillo Paz, columnista del periódico La Voz de Michoacán y vocero episcopal en Michoacán, escribió algunas reflexiones sobre estos días santos, varios de sus puntos de vista los comparte Vivilladas, más aun viniendo de una persona a quien conocimos desde que éramos pequeños y logramos una amistad en familia muy especial, como especial era el cariño que todos los hermanos le guardábamos, pues bien Calvillo Paz expresó: “Al hombre le hace falta personalidad moral, grandes virtudes, no tiene motivaciones ni esperanza porque le falta Dios. Algunos lo niegan, otros nomás viven sin él. Se anuncia en la publicidad la Semana Santa como un gran acontecimiento. No nos emocionemos, se utiliza la Semana Santa para otros fines, para promover el negocio del turismo y hacer grandes negocios, la diversión desbordad y el consumo. Es bueno para la persona descansar pero se pierde toda proporción y la pirámide de valores se invierte, se pone de cabeza la vida. Es la evasión que desemboca en unas vacaciones sin ordenar, caóticas que no son el paraíso de la publicidad”.
Es una visión material, intramundana, inmanente, hay que complacer al cuerpo que pide consumir y gastar, acicateado por los comerciantes a través de los medios de comunicación. Son deleitables las vacaciones, a todos nos gusta ir a los mares preciosos del Pacífico, por ejemplo. Pero el hombre debe ser racional y libre en todas las manifestaciones de su vida, también en las vacaciones.
Queremos ser felices, necesitamos serlo plenamente, en todas las dimensiones de la existencia, en la integralidad del ser humano. De otra manera, las vacaciones resultan decepcionantes y engañosas. Nos queda la sed de plenitud y felicidad. Necesitamos saber dónde se encuentra nuestro bien verdadero. Ser personas de sensaciones y placeres, pero antes que nada ser inteligentes y libres.
Hay que resistir a las manipulaciones de quienes dicen interesarse por nuestro bien y en realidad sólo quieren nuestro dinero. Debemos ser libres para decir “no” a la camisa de fuerza de la publicidad de la tele o de lo que sea que no nos programe.
Debemos ser sensatos: hacer uso prudente de nuestro tiempo, de nuestros recursos, atender prioridades. Es indispensable tener en cuenta las necesidades del espíritu y no sólo la atracción tiránica y necia de los instintos. Cuántas insensateces se cometen cuando la persona no reflexiona y se deja llevar por el impulso del momento y por sus bajas pasiones de placer, exceso, pecado, despilfarro. Debemos dar muestra de una sabiduría de excelencia, de personas maduras, atender prioritariamente lo que es más digno del hombre, lo que le proporciona goces más puros y profundos y lo hace verdaderamente feliz. Mateo Calvillo, de manera sublime, da el auténtico significado de la Semana Santa, un significado que nos debe fortalecer como individuos, como familia y como pueblo, cuyos valores han dejado de ser intangibles para convertirse en dotes materiales.
Si bien hay quienes no creen en los milagros divinos, vale la pena respetar y reconocer dicha posición, pero una cosa es cierta: los mensajes de Jesús de Nazaret, los pasajes sobre su vida, no son únicamente lecciones celestiales, son lecciones que debemos valor como pueblo y adoptar como sociedad. Así el mundo sería otro, el mundo sería más humano, más espiritual. Juan Pablo Duarte escribió: “No es la cruz el signo de padecimiento: es el símbolo de la redención
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