
La fiebre de las redes sociales, que es un boom que no tendrá fin, ha impactado abruptamente en la encuestitis electoral ya que las encuestas aparecen como hongos en tiempos de lluvia, cada una con resultados a modo de quien paga el proceso donde la metodología en el momento de la aplicación y, desde luego, al instante de exhibir los resultados, va dirigida al gusto o satisfacción del cliente. Dichas prácticas estadísticas han sido tan manoseadas que llegan a trasgredir la realidad, interferir en la opinión de algunos incautos y confundir a buen número de personas, o de plano mejor son ignoradas.
Es claro que las encuestas son un ejercicio que siendo bien manejadas, con capacidad y con ética, son un verdadero parámetro en la toma de decisiones no sólo en la política, sino en varios campos de la actividad social, sobre todo cuando de ellas dependen acciones oficiales indispensables; sin embargo, por infortunio, debido a la enorme cantidad de recursos que se manejan en el campo gubernamental y desde luego a los muchos intereses que de ello emanan, las bondades de dichas prácticas estadísticas provocan más incredulidad que certidumbre.
Sabemos que hay dos tipos de encuestas: unas, las que arrojan verdaderos resultados, las que se manejan con mayor atingencia, y otras, las que se muestran al público según convenga, porque sería ilógico que en aras de manipular a la ciudadanía, hablando de lo político, se hagan tontos a sí mismos, lo que sería doble pecado, por un lado, por el engaño a la población, y por el otro, un autoengaño, esto último no es creíble, de modo que no hay mayor explicación: quienes presentan por Facebook, por Twitter o por cualquier otra vía tecnológica como puede ser la televisión o las páginas por Internet de los distintos medios informativos, saben perfectamente que están mostrando tendencias fraudulentas con toda la intención de mentir, de modo que nos traicionan en el arte de administrar y en el arte de encuestar.
Además no sólo se tima con lo ya escrito en líneas antecedentes, también mienten en las poses que toman, en debates, en informaciones, ¡vaya!, hasta en retos hacia los adversarios; actúan tan bien, tan claro y con enorme seguridad que muchas veces acaban por impactar, y eso también tiene un nombre y se llama descaro y cinismo. Por ejemplo, ¿quién puede creer que a estas alturas, así como está el país, con tanta inseguridad, con tantas muertes, con un gran desempleo (aunque presuman miles de empleos promovidos), con más de la mitad de pobres en el territorio nacional, con tantos gasolinazos, con tantas políticas fallidas, con tanta pérdida del poder adquisitivo (aunque digan lo contrario), con minisalarios de risa, Enrique Ochoa Reza, presidente del tricolor, se atreva a presentar, y desde luego mandar a dichas redes sociales, a comentar en entrevistas, que a partir de los líos, muy lógicos, que sufre el Frente Ciudadano por México para determinar el método de selección de sus candidatos rumbo a la Presidencia, por la “aceptación social” en aumento de Enrique Peña a raíz de los terremotos y por el aumento en el “bienestar “de la población, el PRI ya va en primer lugar en las encuestas? El cierre del signo de interrogación fue enorme, como enorme es nuestro asombro ante dicha aseveración. Piensan que los mexicanos todavía creemos que la luna es de queso; no se cansan de engañar.
Digan lo que digan, hagan lo que hagan, los priistas saben perfectamente que no están en posibilidad de competir ni con el empuje de Andrés Manuel con Morena (en poco tiempo le darán un bajón en sus propias encuestas) ni con la fuerza del Frente, que de consolidarse tendrá grandes posibilidades; por lo tanto, el PRI, una vez más, se conformaría como la tercera fuerza política del país, y en verdad el escenario no está nada lejano. No en vano se maneja que el propio gobierno es de los principales interesados en la estructuración del Frente, la intención es taparle el paso a López Obrador, claro, todo por intereses de grupúsculos y por mandato de voces extranjeras.

(Foto: Cuartoscuro)
En otro sentido, las encuestas truqueadas del PRI tienen otra finalidad, igualmente maquiavélico: por medio de su arsenal de mañas, de mapacherías, de trampas, del abuso de la pobreza y la ignorancia de las clases desprotegidas, de la injerencia en los institutos electorales, consolidar una elección dolosa, arrebatando el triunfo al auténtico ganador. Señalarían que todo fue limpio, puro e intachable porque las encuestas ya lo habían vaticinado, que por lo tanto nada debe extrañar, así que no sólo las encuestas se convierten en objeto de engaño, sino también en un arma que puede desviar cañocazos y torpedos provocados por la maniobra electoral, si a ello sumamos que las autoridades del IFE de la más alta influencia están a su servicio, así existan mil recursos en contra, la elección podría ser considerada legal.
Así que, ¿cómo no van a servir las encuestas?, ¿cómo no exhibirlas en las redes sociales y en todos los medios posibles? Vivilladas es un escéptico, no de las estadísticas ni de las matemáticas, sino de las artimañas de las que se valen múltiples políticos o gobernantes para continuar mintiendo al pueblo, ellos anhelan engañar a los demás. Cuando veamos los resultados de una encuesta debemos ser analíticos y reflexivos, bastará con ver no la realidad segmentada que quieren mostrarnos, sino la realidad que cada uno vivimos.
Álvaro Gómez Hurtado, político y periodista colombiano, advirtió: “Las encuestas son como las morcillas (embutido con base en sangre de cerdo y arroz): muy sabrosas hasta que uno sabe cómo las hacen” . La época de deslumbrarnos con espejitos hace tiempo quedó muy atrás, o al menos es lo que deseamos.
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