
¡He aquí el problema aristotélico que desde los tiempos platónicos se le ha presentado al ser humano y que, desde mi punto de vista, se va agudizando y termina por exteriorizarse y que afecta tanto a gobernados como a las propias autoridades en cualquier nivel del Estado. Por lo anterior, en mi particular punto de vista, el actual residente de casa de Gobierno, buscando lamentablemente ser no lo es, pues ni él mismo se encuentra.
Afirmo lo anterior basado precisamente en su larga carrera anti política que lo ha llevado desde una Presidencia Municipal, luego a una diputación local (o viceversa) y enseguida alcanzar una curul en el recinto de San Lázaro, para de allí brincar y alcanzar un escaño en el Senado de la República. En su meteórica carrera deja ver que su paso por el Senado no le fue muy satisfactorio, o le fue muy poca cosa, pues se alejó de esta destacada posición, sin terminar la Legislatura correspondiente.

(Foto: Especial)
Tengo entendido que no necesitó pedir licencia en el Senado para ir en la búsqueda de la gubernatura en el estado y me llama más la atención su carrera política por el hecho de buscar una posición política tras otra sin terminar ninguna de las anteriores. La ligereza de su conducta pone en duda el cumplimiento de sus muchas promesas u ofertas públicas, en cada una de las posiciones políticas que tuvo, pues no es nada fácil llevarlas a cabo.
Siendo senador seguramente vislumbró el camino a la candidatura al gobierno de Michoacán, y ya como gobernador es indudable que buscó, en sus días inhábiles, ofertar en los municipios del estado, en los estados República, su interés de participar como precandidato a la Presidencia de México. Considero que con esta nueva iniciativa dejó a un lado su obligación moral (con sus conciudadanos) de atender adecuadamente los ofrecimientos públicos en campaña y los problemas internos de Michoacán.
Considero que su deseo permanente de superación personal no le ha permitido terminar ninguna de las etapas por las que ha transitado, probablemente quedaron atrás el cumplimiento de sus diversas propuestas de campañas políticas. Lo principal para él, desde la óptica popular, era ascender y seguir subiendo. Ya como ex presidente de Zitácuaro, ya como diputado local y nacional, ya como senador y luego como gobernador pues intentó ser precandidato a la Presidencia de la República sin poder lograrlo.
Desde luego que en esta etapa no pidió licencia alguna al Congreso por no estar obligado a hacerlo. Así, aprovechando los fines de semana se dedicó a mostrar su músculo en casi toda la República. Su caso no es de llamar la atención pública pues en forma genérica otros gobernantes han transitado por este mismo cauce sinuoso, problemático y tan asombroso como lamentable.
Lamentable es la situación actual de Michoacán, porque a tres años de ser la primera autoridad su gobierno se ve muy gris, superficial, y lo que no había pasado con sus predecesores sucede en su administración, pues un gobernante que se signifique de serlo jamás atacaría a su propio pueblo. Se empeñaría, junto con su pueblo, a trabajar hombro con hombro a efecto de hacer menos precaria la tan difícil situación en la que se debate nuestro estado.
Más de algún filósofo ha indicado que “llegar a ser es llegar a conocer”, y por lo mismo el gobernador podría ser. Seguramente que conoce con profundidad todo nuestro estado y válgaseme la expresión, “de frontera a frontera”, pero lo que desconoce creo que es precisamente la problemática, que en lo general prevalece en la población de la que él es su gobernante.
La filosofía platónica expresa en forma genérica que los gobernantes deben estar imbuidos en la “filosofía” para poder administrar y funcionar como tales. Para gobernar en estos tortuosos tiempos se necesita tener muy buena memoria y acordarse de los ofrecimientos hechos a la población. Un gobernante nunca atacará ni encarcelará a su pueblo, debe ser un vigilante permanente de la buena salud de sus gobernados.
Un mandatario debe tener las orejas muy grandes (como las del general Lázaro Cárdenas) y la vista muy profunda, y los brazos muy fuertes, para poder abrazar a su pueblo. Debe oír y escuchar muy bien para ver y sentir los sufrimientos y los sentimientos de su pueblo y para sentir los dolores del mismo.
¡El ser es, el no ser no es! Eso es lo que nos enseña la filosofía, y por eso popularmente decimos que somos o no somos.
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La doctrina Estrada y la mano que mece la cuna
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¡Huy que miedo... ahí vienen los rusos!
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Dilma, de la cárcel a la Presidencia
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