Me permito compartir la reflexión dieciséis, que se presenta en el texto de David Harvey “Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo”; es ésta relación entre el capital y la naturaleza, el medio ambiente y la biodiversidad, contra la sociedad, que debe ser atendida urgentemente para la viabilidad de la vida tanto en lo sostenible, como en lo sustentable.
Pese a que en los discursos políticos ambientales subsiste la idea de que se tiene que atender la crisis medioambiental, que trastoca ya la naturaleza, la biodiversidad y el medio ambiente, los países capitalistas, en ellos el Grupo de los 20, donde México participa, vemos como su actuación y desarrollo de políticas públicas para atender los problemas del capital y la naturaleza es diferenciado.
Han existido al menos cuatro razones para poner en duda estos discursos político ambientales que solo son pronunciamientos pero no líneas de acción a favor de la sociedad.

(Foto: Especial)
El primero de ellos es que, pese a que el capital ha lidiado con pronunciamientos sobre el agua, tierra y aire y sus impactos; la realidad es que poco se ha hecho. Por un lado históricamente desde el siglo XVI Thomas Malthus ya anunciaba una catástrofe social (hambrunas, enfermedades), y aquí sigue la sociedad, pese a los mecanismos de control de masas (chupacabras, o N1H1) la población sigue creciendo. En los años setenta Paul Ehrlich, ecologista, pronostico hambrunas, se dieron pero es más por un asunto del poder de los alimentos y mala distribución, que por la hambruna derivada de los procesos de producción. El segundo, la naturaleza esta internalizada en el proceso de circulación y acumulación de capital, esto es, el capital trabaja para que la naturaleza produzca (químicos, agroquímicos, tecnología) está en esa relación dialéctica.
Tercero, el capital ha convertido los asuntos medioambientales en una gran área de actividad empresarial; las tecnologías cotizan en la bolsa. Es un nicho de mercado importante. Esto es, los proyectos ecológicos y medioambientales son también a la vez proyectos sociales o bien socioeconómicos.
El cuarto aspecto, es que los grandes desastres naturales son grandes nichos de mercado para fortalecer la circulación y acumulación de capital. Para el capital no importan las personas, sino el consumo de las personas; que mueran personas derivado de las catástrofes no importa, lo que importa es la capacidad de atender dichas catástrofes a partir del consumo de bienes y servicios.
Pero la pregunta es cómo funciona la unidad contradictoria entre el capital y la naturaleza. Primero la naturaleza en necesariamente considerada por el capital, solo como una gran reserva de valores de usos potenciales que pueden ser utilizados de manera directa o indirecta mediante tecnologías para la producción y realización de los valores de la mercancía, Heidegger decía que la naturaleza era una gran gasolinera y los valores de uso naturales son monetizados, capitalizados, comercializados e intercambiados como mercancía.
Para que el capital puede apropiarse de la naturaleza e internalizarla en la circulación y acumulación de capital, pero en ciertos espacios como el aire y agua y otros, requerirá del Estado nación para que corrija las fallas del mercado.
El capital forma su propio ecosistema por el cual se apropia de la naturaleza a través de procesos de propiedad privada, con lo que plantea el acercamiento de los bienes comunes naturales; si bien algunos elementos son difíciles de extraer como el aire y el agua, está el Estado quien ayudará a corregir las fallas del mercado; con ello, se estaría mercantilizando y monetizando todos los aspectos ligados a los bienes comunes del mundo natural.
De este modo, los individuos privados son libres de extraer riqueza social de su propiedad de una naturaleza mercantilizada, donde toman decisiones porque son rentistas o terratenientes, y porque se dedican a la especulación. Las hambrunas han sido más por la vía del control de las propiedades que derivado de las catástrofes naturales.
El ecosistema capitalista se ha transformado y ahora su crecimiento es exponencial en escalas geográficas y temporales; antes se hablaba de un rio, de una zona contaminada, hoy sus impactos son globales, se habla de pérdida de biodiversidad, cambio climático, es decir degradación del suelo, agua y aire. En ocasiones son los pequeños proyectos los que han prosperado, frente al fracaso de grandes proyectos que continúan degradando el medio ambiente.
Para paliar esta situación no recurre a atender a la naturaleza, obvio que no, lo resuelve desde el punto de vista político, económico, institucional o ideológico, para eso estará el Estado quien acompañara al capital para evitar que se deshagan los intereses económicos, de poder y rentabilidad.
El capital ha sido global desde el principio, y el comercio internacional de materias primas conlleva una transferencia real o virtual de insumo como agua, energía, trabajo humano, de una parte del planeta a otro. A esto se le llama transferencia ecológica virtual, el que un país desplace materias primas a otro para su beneficio, generando la degradación de los recursos.
El concepto de naturaleza se opone al concepto diseñado por el capital, quien mantiene a la naturales en una ecología que le permite disponer de ella en los tiempos y los momentos de interés para éstos. En este sentido el capital se adueña del discurso de la responsabilidad del medio ambiente, con ello están generando dominar el discurso ecológico, esto es definir el concepto de naturaleza en sus propios términos, generalmente monetizado con la ayuda del costo beneficio.
Con ello el capital prepara las reglas con que se regirán las relaciones metabólicas del capital con la naturaleza en los discursos, la política y las políticas públicas.
El Capital opera a través del ecosistema capitalista, la disposición de materias primas que agotan las tierras, hacen que se trasladen a otros destinos, de ahí la globalidad. El capital a través de su ecosistema, se desplaza y deja amplias áreas dañadas, para ir a producir a otras áreas de oportunidad.
Concluyo esta reflexión de David Harvey, expresando que debemos de cambiar urgentemente, lo tenemos que hacer a través de la ecoformación dela sociedad, de promover la ecoética, de impulsar procesos de participación social en el cuidado y respeto de la vida, que tenemos que trabajar en la construcción de una ecopedagogía que nos ayude a construir un modelo de desarrollo sostenido y una sociedad sustentable, es decir necesitamos una ciudadanía ambiental con un pacto civilizatorio.
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