Por voluntad no propia, sino por beneficio colectivo, millones de humanos estamos prácticamente obligados a “enclaustrarnos” para resguardar o conservar nuestra existencia y la de nuestras familias, debido a la “pandemia” ocasionada por un virus que ha sido letal para un elevado número de habitantes de nuestro globo terrestre.
La palabra con la que iniciamos este documento, “Claus” proviene de la palabra latína claudere, que significa “cerrar y que nos obliga pues a vivir una etapa conventual monjil o sacerdotal prácticamente.
Recordemos que Claustro se le llama, cito a Marie Moliner autora de un importante diccionario, que la define como:“la galería que rodea el patio de un convento, iglesia o el tener un estado conventual, monástico, eclesiástico”, que los morelianos conocemos a la perfección pues muchos fuimos educados en palacios arquitectónicos que pertenecieron al sector eclesiástico y que por su grandeza arquitectural nos invoca e induce a cuidar estos patrimonios que son también de la humanidad.
Por lo anterior, debemos mantenernos en nuestros propios domicilios, encerrados, enclaustrados y que debemos tener paciencia para que nuestro encierro pase rápidamente y no nos provoque una claustrofobia.
Seguramente que en casa tenemos que hacer algunos trabajos que estén pendientes de realizar, como el cubrir con pintura alguna pared a la que le hemos hecho caso omiso, aprovechar para releer algún libro que estaba pendiente o el reparar la chapa de una puerta, etc.
Algunas veces hemos olvidado a viejos amigos, con los que no hemos tenido comunicación alguna, o sencillamente por nuestro olvido. Una llamada telefónica o un mensaje por el celular, para preguntar por su estado físico acorta las horas, y desde luego, para no provocar una “claustrofobia”, un pleito o discusión con alguno de sus familiares lo mejor es entretenerse en alguna actividad doméstica, ayudar a la familia en los quehaceres domésticos que no son tan sencillos como normalmente pensamos con frecuencia.
Acostumbrados a tener una actividad fuera de casa, se nos alargan las horas, máxime si estamos acostumbrados (los de mayor edad) a tomarnos el cafecito en los hermosos portales de nuestra capital moreliana.
No pensemos pues en nuestro encierro temporal, ya que siempre hay actividad y dinamismo de nuestras mujeres; si buscamos que hacer en casa siempre hay algo pendiente que realizar y cuando menos dejamos un libro a medias que podemos releer y que nos ayuda a que el tiempo pase más rápido.
En fin, si somos sinceros sabemos que siempre hay algo que “hacer en casa” y que por omisión y no olvido, lo dejamos para el mañana y así, prácticamente nos vamos olvidando de algunas tareas que sumados van dejando pendientes ¡para otros días!
No son tiempos fáciles los que vivimos, pues no hemos vivido pandemias como la que ha provocado en el mundo entero, cientos de miles de muertos por este fenómeno inesperado.
¡Tengamos paciencia¡