URBANÓPOLIS: Mi maestro

Desde 1918 y por Decreto del entonces presidente Venustiano Carranza, el15 de mayo se celebra el Día del Maestro, en el documento se establece con toda claridad, que: “En todas las escuelas se organizarán ese mismo día festividades culturales que pongan de relieve la importancia y nobleza del papel social del maestro”. En esta ocasión, los maestros no estuvimos en las aulas, la necesidad de su presencia e interacción con sus alumnos ha quedado más que demostrado, aún y cuando algunos busquen justificar que esta puede ser virtual o “en línea” su relevante tarea.

Por lo general, cuando se es alumno del nivel básico o medio, el maestro es un referente significativo en la formación personal y académica. ¿Cuántos de nosotros no decidimos la carrera universitaria, en función de aquel maestro que nos motivó con su apasionamiento con el tema y sus conocimientos? Seguramente ni si quiera lo saben o llegan a saber, pues son miles y miles de jóvenes que años con año pasan por sus aulas y que difícilmente vuelven a ver.

En mi experiencia personal, los recuerdos que tengo de los maestros y maestras en mi paso por la primaria y secundaria, son fraternales, de personas que se preocupaban por cada uno de sus alumnos, sabían hasta cuando andábamos tristes o malhumorados, nos conocían muy bien, casi igual que en nuestra casa. Sabían quienes eran nuestros hermanos, amigos e incluso, aquellos con los que había rivalidades deportivas o académicas. Encontrarlos fuera de la escuela era todo un acontecimiento y en verdad que inspiraban respeto y autoridad.

Durante los estudios de la preparatoria y licenciatura, la diversidad de profesores y materias, van conformando una relación muy distinta entre alumnos y profesores, la mayoría de las veces, los alumnos nos dejamos llevar por simpatías, carácter, edad y un sin número de aspectos, que poco o nada tienen que ver con la trayectoria profesional de los profesores. Es hasta que se conviertan en profesionistas y requiere poner en práctica los conocimientos adquiridos, que uno comprende y valora las valiosas enseñanzas, de quienes tuvieron la apertura e interés de compartir sus experiencias y conocimientos.

En este contexto, aprovecho esta modesta tribuna para rendir homenaje y reconocer a una excelente persona, cuya labor como profesor, siempre fue más allá, buscando que sus alumnos aprendieran no sólo los referentes técnicos de la carrera de Arquitectura, sino como afrontar el desempeño profesional. Federico Ferriro Saez, ha sido mi maestro, desde antes de él saberlo. La primera vez que lo escuche hablar de Arquitectura, fue en una plática para jóvenes que deseaban ingresar a la carrera, yo acompañaba a mi hermana mayor y ni siquiera pensaba estudiar esta carrera.

Años después, me di cuenta que algunas ideas y conceptos que había escuchado en aquella plática aún, rondaban en mi mente y fueron conformando la base para tomar una de las decisiones más difíciles, abandonar mis estudios de ingeniería, para estudiar Arquitectura. Encontré grandes profesores y excelentes profesoras, que aún recuerdo con mucho afecto y que, a pesar de los años, aún mantengo comunicación. Aún recuerdo cuando me encontraba en pasillos o jardines de la Universidad, en alguna hora “libre” pues el profesor no había asistido y el arquitecto Ferreiro con la amabilidad de siempre, pero con la autoridad muy propia de su personalidad, me llamaba e invitaba a pasar a un salón a tomar la clase que se estaba impartiendo, pues decía, “todo es mejor que estar perdiendo el tiempo fuera del aula”. No puedo mentir que las primeras veces, me arrepentía, pues me privaba de continuar con mis amigos; pero años después comprendí que el paso por la universidad es tan breve y hay tanto por aprender y él se preocupaba por que sus alumnos aprovecháramos lo más posible el tiempo.

Otra gran enseñanza, fue su reiterado interés, como profesor y en su momento director de la carrera, por que los alumnos participáramos en la organización de eventos académicos, lo cual me permitió conocer a importantes arquitectos y profesionistas destacados que fueron conformando luces en un camino que se extendía en ese mundo, aun inexplorado por sus alumnos, del ejercicio profesional o de los posgrados.

Una vez como profesionistas, las enseñanzas no terminaron, pues las veces en que llegamos a coincidir, sus referencias y comentarios fueron siempre oportunos, nunca abandono su responsabilidad de profesor, aún fuera del aula, donde nos encontraba o sabia de alguno de sus alumnos, siempre sus comentarios fueron de aliento y lo más importante, de respaldo profesional. Muchos años después, al ser invitado como profesor a un programa de maestría, me encontré con la agradable sorpresa de que uno de los alumnos era él. Otra gran enseñanza, vi a un profesor, que aún y cuando su vida profesional la había realizado con éxito y su vida académica también, no dejaba de actualizarse y estudiar, sobra decir que fue poco lo que pude enseñarle, pero mucho lo que él, aún de alumno, me enseño.

Con lo anterior y en el ejemplo de uno de mis profesores, quiero cumplir con el Decreto presidencial, de poner en relieve la importancia y nobleza del papel social del maestro y honrar a todos los maestros, cuya vocación e interés, contribuye a la formación no sólo de excelentes profesionistas, sino de mejores seres humanos.

Mi reconocimiento a todo los Maestros y Maestras que dedican su tiempo a compartir conocimientos, hoy más que nunca se requiere redoblar esfuerzos para poder enfrentar los retos que vivimos en la actualidad y cuya incertidumbre, plantea un escenario muy complicado.

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