Diversidad cultural

Cada 21 de mayo, alrededor del planeta se conmemora el Día Mundial de la Diversidad Cultural, fecha proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 2002, como una forma de reconocer la importancia de la pluralidad cultural que posee la humanidad, así como promover principios tan importantes como la diversidad, el diálogo, el respeto y el desarrollo (sostenible) entre las distintas culturas.

       “La defensa de la diversidad cultural frente a visiones hegemónicas, el predominio de valores éticos y estéticos en oposición a enfoques comerciales; la salvaguarda de la identidad y la vinculación de la cultura con la preservación de la especie humana, se presentan como asuntos de plena urgencia en el debate de ideas de nuestro tiempo”, afirmó el periodista cubano Pedro de la Hoz en el foro (vía internet) La Diversidad del Patrimonio Cultural Mundial: expresión del tesoro cultural de los pueblos, realizado  en el mes de septiembre del año 2007.

       En los tiempos que corren, reflexionar a profundidad en lo que representa la convivencia inevitable con tantas formas de ver, pensar y construir en el mundo “tantos otros mundos”, resulta absolutamente necesario.  Nosotras, las mujeres, por ejemplo, entendemos que en las sociedades contemporáneas, caracterizadas por acelerados cambios, reafirmar nuestras identidades y a la vez mantenernos receptivas a otras culturas, nos permite identificar actitudes violentas y trabajar recuperando conocimientos, valores y proyectos de vida que nos permiten reforzar lo propio para no sucumbir ante lo ajeno.

       El arte y la diversidad cultural (aún en medio de una crisis) representan una forma de resistencia en el mundo actual y no sólo eso: también marcan la mejor ruta para entender la complejidad del presente y son una fuente fundamental para las decisiones políticas y la defensa de las libertades y los derechos humanos. Hay quienes afirman -y a muchos convencen- que todas las respuestas a las crisis deben emanar de las culturas.  No de una cultura, sino de todas y cada una de ellas.

       A nivel planetario, crecen la capacidad y el interés de analizar la variedad de opciones, la diversidad que nos ofrece la nueva interactividad mundial, para reconstruir nuestras vidas individuales e insertarlas, de manera consciente, en el plano de la colectividad.  Así que está en nuestras manos, a partir de la diversidad, construir la sociedad de los tiempos por venir.

       La cultura, como sabemos, nos otorga identidad, y el desarrollo se inscribe en la cultura, nunca al contrario. Muchos de los grandes conflictos en la historia universal han surgido por las pretensiones de quienes desean a toda costa subyugar culturalmente a otros.  Y largo es el listado de violaciones, olvidos, transgresiones y atentados contra el patrimonio y la diversidad culturales: saqueos de sitios arqueológicos, robo de piezas, mutilaciones, mercado negro, representan algo verdaderamente reprobable; sin embargo, los crímenes más horrendos son las guerras de agresión y los etnocidios de épocas más o menos recientes, desde los tiempos del Tercer Reich, hasta las invasiones a Afganistán, Irak  y otros países del orbe.

       Aunque con frecuencia se llegue a pensar que la globalización niega las identidades nacionales, el hecho es que la comunicación y el conocimiento de otras culturas amplía la comprensión hacia lo propio, porque en las ventanas de “lo otro” se refleja la convivencia de más de cinco siglos, conflictiva, pero sumamente creativa, “de culturas indias y africanas y culturas europeas, en la larga aventura de construir nuestro país y redefinir nuestra localización en el tejido de un mundo global”, cita Lourdes Arizpe en la publicación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ‘Diversidad cultural, economía y política en un mundo global’.

       Tomando en cuenta que es la no aceptación de la diversidad cultural lo que ha provocado situaciones de violencia, cuyo eje de conflictos se sitúa en torno a fronteras culturales (la mayor parte de los recientes conflictos armados han tenido lugar al interior de los países y no entre naciones), Lourdes Arizpe reconoce que frente a ese problema no hay respuestas sencillas y fácilmente aplicables, pero que podemos partir de un principio fundamental presentado por la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO):

       “El modo más duradero de asumir la diversidad étnica, es crear un sentimiento de nación como comunidad cívica, arraigado en valores que puedan ser compartidos por todos los componentes étnicos y culturales de la sociedad nacional.  Cuanto más se elimine del concepto de “nación” toda connotación de exclusividad étnica, tanto más fácil será crear ese sentido compartido de pertenencia a la comunidad”.

       Apenas en la década de los años setenta del siglo XX y a raíz de los procesos de descolonización (sobre todo en América Latina), fue que se llegó a la conclusión de que el fracaso de las políticas de desarrollo se debió a que estaban sustentadas en la creencia de que el “universalismo occidental” era posible y válido para todos las naciones.  La propia UNESCO reconoció que el fracaso de esas políticas “desarrollistas” se debió al hecho de no tomar en cuenta los diferentes “planos culturales” de los países en que se trataba de aplicar.

      Nuestras identidades se construyen en cada época histórica y hoy son muchos y muy variados los ámbitos culturales en los que se reconstruyen, influidos necesariamente, del contacto con “los demás”.  En el caso de México, Carlos Fuentes así lo expresó: “Alucinados por el progreso, creímos que avanzar era olvidar, dejar atrás las manifestaciones de lo mejor que hemos hecho; la cultura riquísima de un continente indio, europeo, negro, mestizo, mulato, cuya creatividad aún no encuentra correspondencia política”.

        Los pueblos indígenas en México son quienes imprimen al país una riqueza cultural que nos permite ocupar el octavo lugar en el mundo en cuanto a diversidad cultural, además de otorgarles el reconocimiento histórico de ser el origen de la nación mexicana.

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