LA PSICOLOGÍA EN EL DERECHO: La intimidad en el hogar, espacio perdido

Obligadas/os a encontrar nuevas formas de trabajo, hemos ingresado a las herramientas de comunicación del mundo virtual, una vez más la grandiosidad de adaptación que tenemos los seres humanos para lograr restablecer el equilibrio en las distintas circunstancias de vida, concibiendo la adaptación como proceso continuo de equilibrio.

Piaget y su teoría del aprendizaje nos brindan un claro entendimiento de este proceso; el estado de equilibrio, no como un estado de reposo, sino como un proceso activo y dinámico. Mostrándonos que en los procesos de aprendizaje los conocimientos previos formaban la base que modificaba y los integraba para convertirlo en un nuevo aprendizaje.

Y fue entonces que grandes y pequeños comenzamos en la aventura del uso de las aplicaciones para videoconferencias como un recurso que siempre tuvimos a la mano; pero hoy se volvió parte de nuestra vida no solo porque nos acerca al trabajo o la escuela sino porque también se convirtió en un medio por el cual podemos tener contacto con nuestros seres queridos.

La otra cara de la moneda, es el motivo de este artículo, se trata de lo que estas aplicaciones dejan al descubierto, una parte intima de nuestra vida, y tiene que ver con el espacio físico de nuestro hogar, en la convivencia cotidiana aquella que recordamos como lo que era “normal”, no invitabas a todas las personas de tu oficina o de tu escuela a que acudieran a tu casa, ya que esto ocurría esporádicamente quizá en un par de ocasiones y de forma circunstancial alguien llegaba a tu hogar pero se quedaba en la puerta o en la sala dependiendo de la confianza que sentías. Para Csikszentmihalyi y Rochberg-Halton (1981) el hogar es “mucho más que un refugio; es un mundo en que cual una persona puede crear un ambiente material que abarca lo que él o ella considera significativo”. Es decir, nuestro espacio físico llamado hogar tiene un significado afectivo en la vida de las personas.

Y partiendo de los privilegios de cada persona las videoconferencias se realizan desde nuestras computadoras o nuestros equipos móviles, en espacios que hemos destinado para el trabajo (insisto desde los privilegios que cada quien goza, que van desde las personas que perdieron una parte del comedor porque se convirtió en la oficina hasta de aquellas personas que gozan de un espacio amplio e iluminado y aparentemente “privado”).

Pero poco a poco y de acuerdo con estos procesos de aprendizaje que explique al principio fuimos dominando la tecnología, aún seguimos en este proceso pues en ocasiones dejamos el audio abierto o cerrado y comenzamos a hablar hasta que alguien más nos dice “Esta tu micro cerrado” estos pueden ser pequeños tropiezos tecnológico que aún nos hace falta dominar.

Supongo que como a muchos nos pasó, en un principio al dar inicio a alguna videoconferencia buscábamos el lugar que considerábamos el  más apropiado; tratando de cuidar nuestra intimidad en el hogar, donde no mostráramos parte de la sala o la cocina, o cuidado el paso de cualquier integrante de la familia en especial la de las hijas e hijos, esto último quizá era de lo que las personas que si cuentan con espacios “privados” era la principal amenaza, se dan cuenta de que entonces no existe dicho espacio de trabajo privado dentro de nuestro hogar que pueda ser destinado exclusivamente para esto lo que ha derivado en varios incidentes que atacan a la intimidad de nuestros hogares.

Claro ejemplo de lo anterior, es el de la senadora Martha Lucia Mícher, quien durante una reunión refiere no haberse dado cuenta de que su cámara de la computadora está encendida y realizo un cambio de ropa que la dejo expuesta ante las personas que acudían a esta reunión. Pero no ha sido la única, muchas personas hemos pasado por esos momentos bochornosos sin saber que hacer pues queda al descubierto nuestro espacio destinado para la intimidad.

Ahora ya no es posible, vestir tu ropa cómoda para estar en casa, o esos zapatos cansados que te resistes a tirar por la comodidad que les brindan a tus pies o andar en pijama mientras resolvías algunos asuntos, mucho menos pensar en aquellas personas que acostumbraban la ropa interior mientras tomaban un desayuno rápido o planchaban su vestido o camisa. Ya no es posible sentirnos cómodos en nuestro hogar porque quizás no seas tú quien está en videoconferencias, quizá sea tu pareja o tal vez tus hijas o hijos danzando por toda la casa con la computadora o tableta en mano mientras buscan algún libro.

Lo anterior no queda en la parte de la risa que provoca el estado inconveniente captado por una cámara; ya que muchos cibernautas lo capturan y lo reproducen sin autorización, a través de las redes sociales como eventos divertidos -los memes- que pueden ser divertidos para otros pero no para el actor involuntario, pues esa disposición indebida de las imágenes de la persona que comete el descuido y su ridiculización causan a la persona un daño al honor; toda vez que ese manejo de las imágenes se convierte en un acto ilícito, mismo que puede llegar a desencadenar daño moral, y puede ser materia de un juicio en vía civil por daño moral y en vía penal por el delito de ataques a la intimidad en los dos casos con consecuencias para el “chistoso”.

Este es un tema -el derecho a un espacio en el hogar dedicado al trabajo- que me parece que será importante que se ponga en el foco puesto que las videoconferencias llegaron para quedarse, pero el estado no cuenta con una parte en la legislación que les garantice la vida privada como tal a los trabajadores que hoy realizan sus actividades laborales desde casa por medio de las video conferencias entre otras herramientas de la comunicación y de la información Tics; propuesta legislativa en la que la psicología del derecho podrá hacer grandes aportaciones.

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