No pasa nada…

A pesar de que desde finales de diciembre del año pasado se sabía de un virus que arrasaba poblaciones enteras en China, nadie se acordó que el mundo es pequeño.

Que el planeta tierra es el hogar de todos y la atmosfera techo de la casa que todos habitamos.  En febrero se supo del primer caso de Covid-19 en nuestro país. Pero como suele suceder aquí no pasa nada, en ese momento el coronavirus ya se había esparcido sobre gran parte de Europa y Estados Unidos.

Un crucero lleno de europeos pidió permiso de desembarcar en las paradisiacas playas de Cozumel, las autoridades sanitarias no sabían que hacer al respecto, no había protocolo alguno, ni información alguna sobre la gravedad de contagio. En la mañanera el Presidente dijo que no pasaba nada, que desembarcaran, que México les daba la bienvenida.

No se les realizó prueba alguna y mucho menos se les puso en confinamiento. Por su parte Estados Unidos contaba ya con miles de infectados. Nuestras fronteras con el país más poderoso del orbe nunca se cerraron, nunca se realizaron pruebas a los miles que entraban desde Estados Unidos hacia nuestro país. Nunca se les tomó ni siquiera la temperatura, ni se les exigió se pusieran cubrebocas. La oleada de norteamericanos entrando a México era enorme, ya que en su país ya había restricciones en tiendas, restaurantes, hoteles, bares; etc.  Aquí no pasaba nada.

“No pasa nada”, seguía diciendo el Presidente en su conferencia mañanera. “Los mexicanos somos una raza más resistente, poderosa, hemos sobrevivido a fuertes pandemias, lo haremos una vez más”. Olvidaba que fue a causa de la viruela que introdujeron los invasores españoles que murieron miles y que debido a esto la conquista fue posible.

Por no tomar medidas precautorias de ninguna índole, ni avisar a la población de la verdadera dimensión de lo que sucedía, el número de infectados fue creciendo.

Los medios preguntaron al Presidente que medidas habría que tomar, sonriendo dijo que él estaba protegido; sacó unas estampitas religiosas de la bolsa de su saco, así como un dólar de la suerte. Y dijo que México estaba bien protegido.

A la pregunta de si el tapabocas servía de algo, tanto López-Gatell como el Presidente nunca tuvieron una respuesta afirmativa, nunca se vio que lo usaran, no pasaba nada. El pueblo siguió su ejemplo.

Hasta el siete de julio, había de manera oficial 32 mil muertos por Covid, eso sin contar los que han muerto sin haber sido diagnosticados o que decían habían muerto por pulmonía atípica.

En varios estados, los hospitales ya no son suficientes, no hay insumos, los médicos desde un inicio se quejaron por no tener capacitación ni equipo para el buen manejo de los enfermos.

En México la tasa de contagio por el virus entre el personal de salud es seis veces mayor que en China y el doble que en Italia.  Nuestro personal de salud muere cinco veces más por Covid, que en Estados Unidos. Literalmente se les mando a la guerra sin armas.

La cuarentena trajo consigo muchas lecciones, tanto en lo individual como a nivel global. Al inicio se pudo observar como el planeta y la naturaleza toda se regeneraba, haciendo evidente que los seres humanos son los animales más depredadores y destructivos.

 Millones tuvimos la esperanza de que se tomara conciencia y se diera un cambio radical. La humanidad podía crear un nuevo inicio, el planeta y la humanidad podrían ser salvados si nos lo proponíamos. Sin embargo, no fue así. Los intereses económicos y políticos, una vez más tuvieron prioridad.

En nuestro país, en el momento con mayor número de infectados, se instó a la gente a salir. Sin importar que estemos en la cima del pico, y que incluso siga subiendo, se levantó la cuarentena. La   mayoría salen sin protección. Al fin que no pasa nada, somos invencibles y poderosos.

López Obrador rompió la cuarentena en pleno foco rojo para ir a dar el banderazo del Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, proyectos altamente cuestionados por científicos y rechazados por las comunidades indígenas. Sin importar la opinión ciudadana se dio el banderazo; nunca usó cubrebocas.

El martes pasado viajó el Presidente para visitar a Trump. Por primera vez se le vio con un cubrebocas, tenía que obedecer las normas sanitarias de Norteamérica, incluso un día antes se hizo la prueba de Covid; “No quiero llevar contagio a Estados Unidos”.

Viaja a Estados Unidos en época preelectoral de Trump. Analistas consideran que por eso fue invitado. El voto latino es determinante y Trump no es querido ni por los latinos ni por muchos norteamericanos. El mal manejo del Covid, la violencia e inseguridad, así como el racismo y desigualdad han hecho mella en su imagen.  

La plana mayor del salinismo es parte de la comitiva presidencial: Salinas Pliego, Carlos Hank, Alfonso Romo, Carlos Slim, Olegario Vázquez Aldir, del Grupo empresarial Ángeles, Bernardo Gómez, vicepresidente de Grupo Televisa, Carlos Bremer, Miguel Rincón; entre otros. Todos empresarios.

En la mesa de trabajo al parecer quedan fuera temas prioritarios; el tema de los niños hijos de migrantes retenidos en jaulas, sometidos a trato inhumano. Seguridad, alto a la venta de armas al crimen organizado. También el tema de Derechos Humanos, el respeto a los derechos laborales y humanos de los mexicanos que viven allá. 

A pregunta expresa de si se reuniría con migrantes Obrador contestó que no tenía tiempo, que iba con el tiempo recortado.

A pesar de que Canadá forma parte del T-MEC, el Presidente de ese país, Justin Trudeau, no asistirá.

 Trump necesita de los votos de los mexicanos que residen en su país. De una población de casi 57 millones de latinos en EU más del 63% son de origen mexicano. Es decir, más de 36 millones de personas.

Los necesita, pero los odia, los discrimina, los persigue, los llama ladrones, sucios y violadores, en pocas palabras personas indeseables.

El lunes pasado, a unas cuantas horas de la llegada de Obrador a su país, Trump fue a checar cómo va el muro. Ese muro altísimo, reforzado, que muestra la grandeza e impenetrabilidad del imperio. Ese muro que permite pasar a personas infectadas de Covid a México, que permite el tráfico de personas y de armas, ese muro que esconde pero que también expone la violencia en todos los ámbitos.

El doble discurso y la simulación imperan.

Pero no se preocupen, que no pasa nada.