LA PSICOLOGÍA EN EL DERECHO: En el nombre del amor

Las circunstancias en las que nos hemos convertido en padres o madres son variadas, algunos lo hicimos bajo la libre elección de serlo, otros más de forma circunstancial, sin desearlo en ese momento, pero aceptando que quizás era el tiempo, y finalmente los que no tuvieron la posibilidad de elegir por el peso de una sociedad moralista y de manera forzada ejercen la crianza.

La responsabilidad de tener el cuidado de otra persona a nuestro cargo, ha resultado una de las tareas desde mi punto de vista, muy poco atendidas por la sociedad en general, las niñas, niños y adolescentes crecen con padres y madres ocupados al 100 % con mil actividades por realizar (incluidas las mil actividades a las que se somete a las/os hija/os como una forma de mantenerlos ocupados para que nos permitan hacer nuestras actividades), esta sociedad que se ha vuelto en forma desmedida una sociedad multitareas.

Además de esto, hay que lidiar con un espacio poco conocido para nosotros (el famoso chip con el que vienen nuestras nuevas generaciones) el mundo virtual, que resulta una amenaza constante en todos los sentidos para este sector poblacional, porque se conjuga la inocencia de las niñas, niños y adolescentes con la ignorancia de las padres y madres, y quizás ustedes puedan pensar que por mi cometario soy una adulta mayor, pero no, aunque crecí con la generación de los nativos digitales, sin embargo  la tecnología avanzo de tal manera que hoy requiero apoyo de los millennials para destrabar mi teléfono móvil.

Las distintas formas de crianza (cuando hablo de crianza incluyo; el tipo de disciplina, la forma en la que nos relacionamos, el nivel de comunicación y las formas que adopta la expresión de afecto) que llevamos a la práctica, siempre tiene un toque de “no quiero ser como mi papá o mi mamá”, pienso que deberíamos hacer una reflexión objetiva de todo lo que hemos dejado de hacer y ha tenido resultados fatales con tal de no ser como ellos.

Para explicar esto, tomare como ejemplo tres casos de adolescentes: la primera mujer de 14 años de edad, con consumo de marihuana para vivir relajada porque solo así se puede enfocar en algo –así lo manifiesta- aunque por el momento su práctica ilícita es el consumo de alcohol y marihuana se puede ver que el desenlace de esta historia tendrá consecuencias devastadoras en ella y quizá en la vida de otras personas, ambos padres sin saber cómo acompañar con los límites que ella necesita, aterrorizados porque la peor fantasía es que si le ponen límites probablemente se ira de casa, esto como consecuencia de la ausencia de estos límites en la infancia.

El segundo caso el de una chica a punto de cumplir la mayoría de edad, esperando con ansias ese día para contraer matrimonio con una persona que conoció en internet, que ha venido a la ciudad para estar con ella, para ella representa la posibilidad de salir de casa pues a sus 17 años apenas ha tenido la posibilidad de salir con amigas o acudir a fiestas, para sus padres representa el terror de que su hija sea otra víctima invisibilizada de trata de personas, de ellas que a pesar de que las vemos en el mercado, el súper o la tienda nunca nos percatamos de su existencia (cada vez perdemos más el contacto visual con el otro, y con esto la existencia; porque cuando mis padres no ven entonces no existo).

Y finalmente un caso muy conocido por nosotros, pues protagonizo el accidente automovilística más aparatoso y lamentable de lo que va del año, apenas la semana pasada, por un adolescente según los medios de comunicación de 16 años manejando un vehículo que le costó su propia vida (tendrá que llevar consigo la responsabilidad de la muerte de otras personas) y las vidas de más personas, aunque desconozco el contexto de la relación con padre y madre, pues no sabemos si el vehículo fue prestado por ellos o tomado por él, las consecuencias están ahí.

Las anteriores historias, todas tomadas en el nombre del amor que se tiene por las/os hijos/as; un acto de amor filial malentendido con tal de no repetir la crianza de nuestros padres, carente de límites en la infancia, por ello incapaces de ejercitarse en el autocontrol. 

Solo recordemos que las personas “adultas” somos responsables de ellos, y no solo me refiero a la responsabilidad moral, también a la responsabilidad jurídica de sus actos.

El código de justicia para adolescente del Estado de Michoacán, considera en las medidas de orientación y protección a los que estos tres adolescentes podrían llegar requerir un apercibimiento a los padres al que me referiré puntualmente enseguida; pero lo que me parece de mayor interés es que todo el mecanismo jurisdiccional se debería poner en marcha, porque en los primeros dos ejemplos que les comparto de estos adolescentes, todavía hay tiempo de prevenir y con esto retomo lo que el ordenamiento de referencia en el artículo 83 en su tercer párrafo, señala a los responsables de las conductas jurídicas de esos adolescentes, de la siguiente literalidad: “…Juez de Audiencia Especializado para Adolescentes deberá recordar a los padres, tutores, o a quienes ejerzan la patria potestad o custodia, sus deberes en la formación, educación y supervisión del adolescente o adulto joven…”

Entonces si somos responsables actuemos en consecuencia ejerciendo un amor por nuestras hijas e hijos con límites, no confundas limitar su conducta con limitar su ser, limitemos las conductas esas que sabes que cuando crezcan los convertirán en personas que tomaran decisiones que afectaran de forma negativa su vida y la de los demás.

¡Gracias a mis adultos responsables!!!

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