¡A tragarse sus palabras!

Otra vez, Silvano Aureoles, de manera desafortunada intentó descalificar la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a los Estados Unidos, en el marco de la apertura del T-MEC (Tratado comercial México, Estados Unidos, Canadá), con un discurso sin bases sólidas y carente de argumentos, pero eso sí, muy incendiario.

Con un tono fuera de lugar, -al cual ya nos tiene acostumbrados cuando se dirige al presidente-, lanzó acusaciones sin sustento, tratando de hacer creer que la visita del 8 y 9 de julio no era de un jefe de estado, sino de un subordinado del presidente estadounidense que, supuestamente, ha sido llamado a rendir cuentas.

Sabemos de la importancia que tiene el T-MEC para la reactivación económica del país se ha visto fuertemente afectada por la pandemia del coronavirus, por lo que la visita estaba más que justificada. Sobre todo, tratándose de Andrés Manuel López Obrador, quien ha demostrado a través de su larga historia política, conducirse con decoro en cada momento.

 Indudablemente, se requiere calidad moral para llevar a cabo exabruptos como los que el mandatario michoacano ha dedicado al presidente de México, supuestamente a nombre de sus gobernados, incluyendo a los que viven en el país vecino del norte. Lo decimos porque con los bajos niveles de aceptación con que cuenta Silvano Aureoles ante la ciudadanía y contrastando con la enorme popularidad de que goza el presidente; con la salvedad de sus compañeros de la derecha, es casi imposible que sus dichos trasciendan, como ha ocurrido en otras ocasiones.

Nos apena que por tratar de subir sus bajos niveles de popularidad, por lo menos entre sus adversarios de la oposición con quienes mantiene una competencia por la designación como candidato a la presidencia de la república en 2024, utilice este tipo de estrategia, que a lo sumo le ganará el aplauso de los suyos, pero que no le servirá de nada en cuanto a sus aspiraciones electorales.

Se equivoca Silvano Aureoles al considerar que podrá mejorar su mala imagen a costa de denostar de manera cotidiana al presidente. Además, ya debería saber que su reputación no es sólo producto de lo que ha dejado de hacer en su desempeño sino, principalmente, de lo que ha hecho en lo que va de su gobierno, por cierto muy mal. Su campaña anticipada de promoción personal no le va a traer buenos dividendos si continúa actuando en contra de la voluntad del pueblo de Michoacán que mayoritariamente apoya a nuestro actual mandatario nacional.

Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la república, la actividad diplomática se ha dignificado, logrando recuperar el respeto y reconocimiento internacional de propios y extraños. La actuación de México en el caso del golpe de estado en Bolivia, que logró salvar la vida de Evo Morales y la posición con respecto de Venezuela, reconociendo como jefe de estado a Nicolás Maduro y no a Juan Guaidó, el títere espurio de los yanquis y, sobre todo, la designación de nuestro país como miembro del Consejo de Seguridad de la ONU.

Lo acontecido en Estados Unidos fue un tapabocas. durante su estancia allá, el gobierno de México dio muestras de oficio político y diplomático y acabó enfriando las tensas relaciones de los últimos años con ese país. Cierto, los asuntos de fondo no están resueltos, pero es claro que las relaciones entre ambos vecinos ya no son las mismas.

por otro lado, resultó significativo el recibimiento que los mexicanos radicados en aquel país dieron al presidente con multitudinarias muestras de afecto que no se habían visto. Los michoacanos de allá, al contrario del mandatario rijoso con que contamos, le dio una cálida bienvenida a AMLO, de la cual él nunca podrá presumir.

La actitud del gobernador, quien no cesa en mantenerse como uno de los principales mandatarios estatales de oposición en tareas de división y polarización social es muy lamentable. Tener que tragarse sus palabras ha sido una enorme lección. ¡lástima que él no sea un buen aprendiz!

Debería haber alguien que le pudiera decir que nada bueno le habrá de resultar con su conducta e invitarlo a actuar con responsabilidad, serenidad y prudencia, tal y como lo ha hecho el presidente de México, cuando a él se ha dirigido.