REPERCUSIONES: El Congreso de la Unión y los ricos de las Cámaras

A partir de 1988, cuando por arraigadas costumbres del protocolo Presidencial de varios y anteriores sexenios presidenciales, se ejercía en México una política liderada a la expresa y absoluta voluntad presidencial; fuera bueno  o malo para el país, se obedecían los ordenamientos emanados  por el jefe del Estado Mexicano. Si en alguno de los tres poderes se inconformaba, fácilmente era convencido. (Recuerdo muy bien el caso de un Diputado Federal que al tratar de cruzar la frontera con los “Espantados Unidos”, le fue confiscado una maleta repleta de dólares, seguramente ganados por su trabajo Legislativo.  

En las diferentes giras realizadas por todo el país, el titular del Poder Ejecutivo  Nacional, siempre iba acompañado (más bien escoltado) por soldados pertenecientes a la llamada Guardia Nacional, gente que lo custodiaba día y noche e,   incluso, que vivían dentro del edificio  del colonial Palacio Nacional, haciendo guardia las 24 horas del día.

En sus giras nacionales, los titulares del Poder Ejecutivo eran resguardados por los denominados “Guardias Presidenciales” y, además, por otro grupo de civiles permanentemente armados, vigilando siempre por la seguridad del C. Presidente, quienes prácticamente le indicaban por dónde iba a pasar, dónde iba a pernoctar y hasta el colmo, ver y probar los alimentos que le servían.

Esos expresidentes de “corchete”, desde luego no todos,  eran “soldaditos de juguete” de los guardias presidenciales (que no generalizo) pero si hubo varios  que acataba la orden del grupo de seguridad del representante del Poder Ejecutivo, principalmente Carlos Salinas, que era muy agresivo y nada valiente”.

¡Desde luego que los presidentes en esa “era”, obedecían todas “las recomendaciones a seguir para lograr la  seguridad del ciudadano Presidente”! ¡Éstos, que recibían de sus escoltas las “advertencias” para su seguridad, prácticamente lo ordenaban o “sugerían” hasta donde y por donde podían caminar! ¡Eran pues, muñecos de carne y hueso, sobre todo,  los últimos cuatro que rigieron o presidieron a AMLO!

No había contrapeso político en esos años. El Presidente en turno, pedía u ordenaba que se simularan los comicios  y con un cinismo “cínico” (valga la redundancia) por su miedo y desesperación, intentaron y lo lograron, robarse las elecciones presidenciales en el año de 1988. ¡Robaron y quemaron  miles de urnas llenas de boletas electorales mismas que  no les eran favorables!

¡De los tres poderes nacionales no se salvaba ninguno! Tanto el Legislativo (con sus excepciones) como el Judicial, obedecían a sus propios intereses fundamentalmente económicos y políticos, pero nunca  buscando el bienestar de la República. Tanto la Cámaras de Senadores como la de Diputados, obedecían escrupulosa y mayoritariamente a los intereses y que poco a poco fueron hundiendo al país con una enorme deuda económica que ahora todos estamos pagando los caprichos de la estupidez presidencial.