Aristocracia y Kakistocracia. Datos

En México, por estas fechas, cualquier lector promedio se encuentra, cada vez con mayor frecuencia, el término “Kakistocracia”  usado para referirse al desempeño de los integrantes de la llamada 4T. Se trata de una neologismo, que viene del  griego kákistos (pésimo, el peor de todos) y krátos (fuerza, poder).  A diferencia de “Aristocracia”, que significa gobierno de o por los mejores; la kakistocracia quiere decir gobierno de o por los peores.

El término en realidad es muy viejo, lo podemos rastrear hasta la Grecia Homérica. En griego, al igual que en español, el adjetivo “malo”, kakós, puede aplicarse tanto a las personas como a las cosas. Los sentidos en que se aplica a las personas son amplios, y van desde el simple aspecto físico hasta el aspecto moral, donde significa “malvado”, “moralmente bajo”.

En la Odisea, el rey de Ítaca se dispone a contar a Alcínoo y a los nobles feacios los muchos sufrimientos que debió padecer por culpa de una “mala mujer” (kakês gynaikós) refiriéndose obviamente a Helena. Hesíodo por su parte, en su poema Trabajos y días dice que “a menudo toda la ciudad sufre por culpa de un hombre malvado” (kakoû andrós); aquí es la primera vez que el adjetivo se usa aplicado a la política. Y como todos los adjetivos, también kakós tiene una forma superlativa, kákistos, que equivale en español a “el peor”, en plural “los peores”, que es precisamente del término utilizado por Herodoto en el primer texto de teoría política conocido, para calificar a aquellos que rodean y respaldan a un tirano.

 Hace no muchos años (2001), el filósofo italiano Michelangelo Bovero,  advertía sobre una de las degeneraciones potenciales  de los sistemas democráticos: las “kakistocracias”, el gobierno de los peores. Seguramente Bovero tenía en mente al sistema político italiano pero la triste realidad es que este término se puede aplicar sin ninguna limitante a  México, pues,  para cualquiera que se tome la molestia de analizarlo,  existen los suficientes elementos para  considerar que estamos siendo gobernados por los peores, los más ineptos, los más corruptos y los más ignorantes

Si bien las generalizaciones son el primer paso para equivocarse, no se puede menos que correr el riesgo de usarlas para describir el caso de  los políticos. La realidad es que casi  todos los políticos están bastante desprestigiados. Los ciudadanos, vamos a decir “normales” evitan la carrera política, ya que por su educación, su capacidad y sus valores están en condiciones de triunfar en cualquier otra actividad. Pueden  escoger ser científicos, profesionales o empresarios exitosos en el ámbito que escojan. Y lo más triste (y grave),  podemos observar que los que siguen la carrera política son mayoritariamente los que no sirven para otra cosa y buscan el dinero fácil, sin mayores esfuerzos.

Erwin y Ute Scheuch, sociólogos alemanes, tiene un ensayo donde su tesis central sostiene “Los partidos establecidos están produciendo un fenómeno aciago, contrario a las teorías clásicas del ascenso y la selección política, pues en su triturante dinámica interna, no llegan los mejores sino los menos competentes, los de menor capacidad que, al carecer de alternativas en la vida profesional o civil, suelen sobrevivir en el partido merced a su fidelidad, tenacidad y constancia. Junto con ellos, se quedan también los más inmorales, los más inescrupulosos, los trepadores puros y duros, hábiles forjadores de clanes cerrados que no dudan en echar mano de cualquier añagaza para alcanzar su promoción”. Pues sí, ni como negarlo.

Puedo no agradarnos  pero indudablemente el concepto que define a nuestro actual gobierno es, sin duda alguna,  “kakistocracia”.  Nombre por nombre, personaje por personaje, funcionario por funcionario, kilo por kilo, todos son intrínsecamente lo mismo y representan lo mismo. Lamentablemente y para desventura de México  la mayoría de  nuestros políticos  son sencillamente lo peor de lo peor.

Ya lo dijo Andre Malraux: “Los pueblos tiene los gobernantes que se les parecen”.