Editoriales infantiles en un panorama aún más complejo

Ciudad de México.- El aniversario 40 de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ), uno de los encuentros libreros de mayor poder de convocatoria en el país y quizás el aparador más importante del mercado editorial en esta especialidad, una palestra para el fomento de la lectura y el afianzamiento de nuevos públicos en torno a los libros, será un trago amargo.

El fin de semana, la directora general de Publicaciones, Marilina Barona del Valle, y el director general del Fondo de Cultura Económica (FCE), Francisco Ignacio Taibo Mahojo, encargados de la realización del encuentro, compartieron un comunicado conjunto para confirmar lo que se temía: la no viabilidad en noviembre próximo de un encuentro presencial dadas las condiciones sanitarias, y adelantaron que “se sumarán esfuerzos” para llevar a cabo un festival virtual de literatura infantil y juvenil que será anunciado en breve.

Según El Economista, una de las características de esta feria ha sido el involucramiento de las editoriales participantes para el planteamiento del programa, por lo que, se infiere, así debería de suceder para la organización de un posible festival virtual. Sin embargo, es fecha que no ha habido comunicación desde la Dirección General de Publicaciones  hacia las editoriales.

“Los editores de libros para niños y jóvenes no solo participamos como expositores y puntos de venta, alimentamos la programación con presentaciones editoriales, conversatorios, propuestas artísticas. Es por eso que año con año nos acercamos con bastante anticipación a los organizadores, para planear. En mayo le escribí a Marilina (Barona) y obtuve una respuesta a principios de julio de que, en cuanto tuvieran algo definido, lo comunicarían de manera oficial. Y así es como nos enteramos (de la cancelación), por los medios y el comunicado, pero hasta el día de hoy no hemos recibido una comunicación directa”, dice Alicia Espinosa de los Monteros, presidenta del Comité de Libros Infantiles y Juveniles de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), con cerca de 40 sellos agremiados.

Destaca que la FILIJ es tan importante porque sus cuatro décadas son la historia misma de la industria editorial infantil y juvenil en el país, la cual es hoy en día reconocida en todo el mundo. En contraste, estima que las diversidades estéticas y de lenguaje de los productos editoriales infantiles y juveniles impresos, que muchas veces son imposibles de replicar en el plano digital, dota de otra cualidad a este sector que en este momento podría ser un hándicap.

“Este año perdimos la posibilidad de tener al público frente a nosotros, que era una de las maneras más funcionales para acercar libros a los niños y jóvenes, para conversar con ellos y con sus padres. Hace unas semanas, Editorial 3 Abejas, que formaba parte del Comité, nos comentó que definitivamente tenía que cerrar. Hasta ahora es la única que ha tomado la decisión, pero no significa que el resto estemos bien”, reconoce.

Una labor de titanes

Por su parte, Mónica Bergna, editora y fundadora de Alboroto Ediciones, editorial ganadora este año del Premio BOP a Mejor Editorial Infantil para Centro y Sudamérica en la prestigiada Feria del Libro Infantil de Bolonia, pese al impulso que el premio le ha dado, con un año de buenas ventas de derechos en países como Colombia, Italia y Corea del Sur, coincide:

“Va a ser muy difícil vender libros este año y el que viene. Será una labor de titanes pensar cómo distribuir donde hay menos librerías, donde no podrás ir a las escuelas a promoverte y donde los niños han encontrado una nueva facilidad de información en las plataformas digitales, donde los libros son una mínima parte de la oferta”.

Opina que el libro-álbum, ese objeto físico difícil de reproducir en digital, si no puede llegar a los niños y mucho menos a los padres ni a las librerías y escuelas, ensombrece aún más el panorama para el gremio editorial infantil y juvenil. Arguye que el internet tampoco será una tabla de salvación puesto que ya hay una sobreoferta de información.

“Era evidente que no podríamos tener una feria. No podías decir a los padres que sus hijos no pueden ir a la escuela porque se pueden contagiar, pero pueden ir a la feria a ver libros. Habrá que reinventarnos”, apunta.