Batallas por la vida y la dignidad

El pasado día 4, iniciando este mes tan representativo en México de lo que es el patriotismo, por invitación de Gloria Murga (Corresponsalía Pátzcuaro del Seminario de Cultura Mexicana) tuvimos oportunidad de conectarnos en vivo a la conferencia de la historiadora y cronista Ángeles González Gamio, quien nos habló de “Las Batallas de Leona Vicario”, quien ha sido la única mujer en la insurgencia independentista que ha recibido el honroso título de “Dulcísima y Benemérita Madre de la Patria”… algo que seguramente, muchos/as (como quien esto escribe), no conocíamos.  Lo que sí sabemos es que este año se ha dedicado a honrar su memoria y por lo que nos develó la maestra Ángeles, la historia de vida de esta extraordinaria mujer nos depara tantas sorpresas, de las que seguramente tendremos noticias en los días por venir.

Estos tiempos que corren, sin duda nos exigen replantear de qué manera las conmemoraciones históricas en una sociedad marcada por el consumismo, quedan rebasadas por toneladas de adornos (tricolores, en este caso) que sirven de marco para la “gran noche mexicana” en que se convierte el memorable Grito de Dolores. Seguramente en esta ocasión no será así, por el elemental respeto que se le debe a una gran mayoría de conciudadanos que se encuentran pasando por situaciones bastante difíciles.

Nuestra reflexión en el contexto actual, puede encaminarse en reconocer, que por el mismo sistema educativo nacional (ajustado a los planes e intereses económicos) se nos ha enseñado a ignorar o pasar por alto lo que realmente tiene sentido y da sentido a nuestras vidas.  Si nos atrevemos a indagar entre la joven población estudiantil que nos rodea (y aún entre quienes inician o tienen ya una licenciatura), muy pocos saben los orígenes y el trasfondo del movimiento independentista; ignoran los nombres de personajes locales que participaron en él, y desconocen también que México fue una más de las naciones que en América del siglo XVIII formó parte de esa insurrección (continental).

No los podemos culpar.  Tenemos ya décadas de haber permitido que el conocimiento de la historia (nuestra historia) fuera relegado a los rincones de cualquier programa educativo, sirviendo sólo “de relleno” en una currícula que exige, más que el “despertar inquietudes”, una capacitación técnica y rigurosa para aspirar a ser parte del engranaje productivo.

En mi caso, sin tener una amplia educación académica, ha sido el interés personal y el amor a la lectura, lo que me ha llevado a indagar acerca de esos pasajes y personajes poco conocidos de nuestra historia (la memoria colectiva) y descubrir cómo al lado de todo gran acontecimiento, siempre han estado mujeres de muchísima valía, que han sido relegadas, o definitivamente ignoradas por la historia oficial: esa que hasta hace muy poco, sólo escribían varones… y al gusto de quienes entonces se encontraban al mando.

Y es en textos pequeñitos, resumidos en pocos renglones, donde se logra encontrar menciones o datos de algunas de esas mujeres insumisas, rebeldes, que desafiando los cánones sociales de la época en que vivieron, se declararon en contra de todo autoritarismo.  Así, descubrí que en los albores de la denominada Guerra de Independencia, al sur de América, las libertadoras indígenas primero, las mestizas y criollas después, fueron perfilando el movimiento libertador que hoy nos permite a  todas las mujeres pensar y decidir por nosotras mismas, expresando la necesidad de construir un mundo justo, digno, sin exclusiones de ningún tipo y sin violencia.

Algunos ejemplos: Bartolina Sisa, mujer del caudillo Túpac Catari y Gregoria Apaza, hermana del mísmo, quienes en 1782 fueron sacrificadas, mutiladas en vida, en La Paz, Bolivia, por haber participado en el alzamiento indígena contra los encomenderos españoles.  Micaela Bastidas, esposa de Túpac Amaro, también murió por la misma causa en Cuzco, Perú.  El maestro Moisés Guzmán Pérez registra a Manuela Cañizares, quien en la ciudad de Quito participó como conspiradora, poniendo su casa a disposición de las reuniones rebeldes.

También por datos del historiador Moisés Guzmán, sabemos que Gregoria Batallanos acompañó al capitán Juan de Peñaranda, en Potosí, vestida de soldado y combatiendo a los realistas en Puno y la valiente Juana Azurduy de Padilla, en el Alto Perú, guerreando en Chuquisaca, encabezó un ejército de mujeres amazonas para enfrentar a los realistas en el sitio de Cochabamba, llegando a obtener el grado de Teniente Coronel en 1816.

Mujeres de ese temple en México, fueron conspiradoras, como Leona Vicario o María Rodríguez del Toro de Lazarín, ambas miembros distinguidos de la organización secreta denominada “Los Guadalupes”.  Consortes silenciosas, como Mariana Martínez Rulfo, esposa de Ignacio Rayón, presidente de la Junta de Zitácuaro, a quien acompañó en varios itinerarios, dando a luz a varios de sus hijos en pleno campo de combate.  Antonina Guevara, esposa de Nicolás Bravo, que tuvo que renunciar al cariño de su padre para seguir los pasos de su marido y de la insurgencia.

Con especial énfasis recordamos a María Josefa Huerta y Escalada, esposa de Manuel Villalongín; a doña Rafaela López Aguado de López Rayón, madre de aquella ilustre familia de patriotas radicados en el Real de Tlalpujahua; a María Luisa Martínez, originaria de Erongarícuaro, quien como nuestra ilustre Gertrudis Bocanegra, fuera fusilada por su participación en la insurgencia.

De esa época independentista, es justo traer a la memoria a una mujer humilde, solo conocida como doña Antonia, la correo, cuya imagen recupera el maestro Antonio Salas León en su libro “Pátzcuaro: cosas de antaño y ogaño”.  Al ser descubierta por los realistas llevando víveres y dinero a los insurgentes, fue aprehendida y arrastrada de su cabellera hasta la Plaza Mayor, donde se le dejó morir frente a la cárcel y para escarmiento de todos.

Todas las mujeres mencionadas aquí, con su ejemplo, representan a las cientos de miles de mujeres de ayer y de hoy, que se encuentran enfrentando batallas por la vida y la dignidad de nuestros pueblos… cuyas historias, muchas veces desconocidas, nos resulta urgente escribir, conocer o recuperar, para completar nuestra Historia Nacional.