Despenalizar drogas

Tema que se recicla desde hace muchos años,  polémico como pocos y capaz de polarizar opiniones.

En estos días los grandes medios periodísticos nos informan, como un gran logro, la legalización de la marihuana. ¿Detalles, pros y contras? Sinceramente no creo que la mayoría de las personas los conozcan, pero eso sí, ya están opinando como verdaderos expertos.

El Senado ya aprobó que el consumo marihuana con fines lúdicos sea legal en México. La Suprema Corte ya antes había determinado que el consumo de la cannabis está estrictamente relacionado con el “desarrollo de la personalidad” (eso dijeron, no es broma),  y por lo tanto ahora el Congreso debe legislar para  permitir el consumo legal de marihuana con fines lúdicos. Y como estamos en un país kafkiano, las autoridades,  aparte de legislar sobre el tema,  ahora están obligadas a diseñar estrategias para desalentar su uso, algo así como los anuncios que encontramos en las bolsitas de papas, en las sopas y refrescos, que por cierto tengo la idea que nadie les hace el menor caso.

Eso sí, no todo es permitido;  se perseguirán los delitos de producir y transportar cannabis sin autorización de la Ley General de Salud, así como los de publicidad o propaganda para que se consuma, si sirve de consuelo no veremos anuncios espectaculares a todo color en los pasos a desnivel. Ciertamente habrá  descriminalización en algunos casos, pero no despenalización. Las personas podrán portar para su consumo personal hasta 28 gramos de mota y en el caso de portar de 28 a 200 gramos sin una autorización expresa para ello, la persona deberá ser remitida una autoridad administrativa y se sancionará con multa que puede ser de 250,000 pesos. Ojo, y si portan más de 200 gramos ya un delito penal.

Imposible agotar el tema de las drogas  en un artículo, y menos si en el tema se van a mezclar desde la popular marihuana, pasando por la cocaína y la heroína hasta las muy peligrosas, tóxicas y ultra adictivas drogas sintéticas. Quizá lo único que puede hacerse  es despertar en el lector la inquietud para documentarse y darse cuenta de las grandes diferencias que existen, no solo farmacológicas, entre las diversas drogas. El universo de ellas es amplio, las diferencias entre las mismas son enormes  y las consecuencias de su consumo varían en cada caso.

Pero el aspecto médico no es lo único, también entran en la  discusión los aspectos legales, sociales, culturales, religiosos etc. mismos que deben ser discutidos a fondo antes de tomar decisiones. Varios  aspectos son de  sentido común, pero otros requieren  conocimientos que no todos tienen.

Algunos son elementales, como el hecho de que la despenalización de las drogas facilitará  su acceso  al numeroso grupo de consumidores ocasionales favoreciendo su paso a adictos crónicos. Otra; los que abogan por la despenalización absoluta hacen hincapié en que cada uno es libre de drogarse mientras no represente un riesgo para terceros, argumentación no muy inteligente  pues  todo el que se droga, por el solo hecho de reducir su capacidad mental, ya está representando un riesgo para sus semejantes. Es iluso el llamado “uso responsable de la droga”, porque la propia droga modifica paulatinamente en el adicto los parámetros de la responsabilidad para adecuarlos al cada vez mayor requerimiento.

Uno de los orígenes de la discusión sobre una eventual legalización de la producción y tráfico de drogas está en la  preocupación por la violencia y muerte que  viene aparejada con este negocio. La idea de que el legalizar las drogas la violencia disminuirá no se sostiene; veamos: Las  razones que convirtieron a la producción, tráfico y comercialización de cocaína, heroína  y drogas sintéticas en delitos graves son simples, la evidencia científica del daño que su consumo ocasiona  es abrumadora. Desde el primer consumo, todas ellas hacen daño a quienes las consumen. Se debe reconocer lo evidente; la drogadicción daña y  termina matando al consumidor y de paso  afecta a su familia y a  la sociedad.

Existen quienes opinan que el Estado no debe ser un “Big Brother” que  vigile a sus habitantes para que no se dañen consumiendo  drogas.  Pero se les olvida algo; el costo social y fiscal de la atención oficial y privada a la salud de los enfermos drogadictos es muy alto.  Además, el costo a la economía por los problemas de enfermedad, ausentismo laboral y daños de muchos tipos causados por los drogadictos es también muy alto. No veo la razón para que estos costos sean asumidos por el Estado.

Legalizar las drogas no va a terminar con la violencia de los cárteles ni disminuirá el número de muertos en las disputas por las plazas. Los barones de la droga no se han preparado para la legalidad,  su mundo es otro y no lo van a cambiar. La violencia en el Chicago de los años veinte del siglo pasado no terminó con la legalización del alcohol, sino cuando el Estado decidió liquidar la corrupción judicial, cesó a los policías que protegían a los traficantes y eliminó a  los alcaldes amigos de Al Capone.

Legalizar las drogas es aceptar la derrota. Y llevaría a sentar jurisprudencia criminal: si no se puede acabar con la corrupción, entonces hay que legalizarla; si no se puede terminar con la pedofilia, entonces legalizarla, si no se puede terminar con el fraude electoral, entonces reconocerlo en las leyes.  No suena muy lógico.