Corridas de toros

El pasado 30 de noviembre, la UNESCO (siglas en inglés que se traducen como Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) rechazó la petición de la Asociación Internacional de Tauromaquia  para que la tauromaquia fuera considerada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Pero hay un pequeño detalle, la  UNESCO ha rechazado la propuesta  no por lo que pide, lo rechaza porque la petición no está redactada en los términos que ellos consideran adecuados.

No se trata, pues, de una negativa del citado comité para que la tauromaquia sea admitida como candidata al Patrimonio Cultural, sino de un rechazo a una solicitud por estar formulada inadecuadamente.  O sea, la probabilidad de que esta petición sea admitida aún existe, cosa de que redacten al gusto de la UNESCO.

¿Qué podemos decir de las corridas de toros?  La verdad poco o nada bueno.

La tauromaquia, actividad encajada con calzador entre las  tradiciones y el arte, bien analizada no se sostiene ni en una ni en otra categoría.

“Los toros son una tradición, y las tradiciones hay que mantenerlas”  dicen aquellos que les agrada repetir como loros lo que escuchan, sin mediar razonamiento previo. La pregunta que salta de inmediato es: ¿Desde cuándo las apologías a la violencia, la destrucción y la muerte son dignas de perpetuamiento histórico?  Explicación absurda por donde se le vea. Tradiciones como la ablación femenina o la esclavitud no tienen nada de rescatables. 

”Las corridas de toros son un arte”  Caray, solo estirando hasta límites extremos el concepto de “Arte”, que bien a bien puede definirse como un proceso de creación y construcción,  no de destrucción ni de muerte. Dentro de este tipo de “arte” cabria entonces el “arte” de la tortura.

Es innegable que el espectáculo tiene cierto nivel de popularidad.  Y es interesante investigar el porqué.  Es evidente que el toreo proporciona un marco único para el desahogo y la proyección de pulsiones instintivas reprimidas. Su atractivo central es la gratificación inconsciente de las pulsiones sádicas.

Eso sí, la hipocresía va primero; si se interrogara a los espectadores de una corrida de toros, la mayoría rechazarán indignados la idea de que acude  para satisfacer sus instintos de crueldad.  Tampoco aceptarían que su propósito es contemplar el sufrimiento y la muerte de los animales. Para ellos  la tortura es “arte”, eso quieren creer, y de ahí no los movemos.

El aficionado a los espectáculos sangrientos ha desarrollado ingeniosas racionalizaciones para justificar el cruel espectáculo de la tauromaquia;  insiste, aunque no se lo pregunten, en el hecho de que el toro intenta, dentro del ruedo,  matar al torero, eso sí, no toman en cuenta que el toro jamás eligió acudir a la plaza con esa intención.

Ningún animal mata por placer, lo hace para sobrevivir; en cambio, el humano es el único que puede matar simplemente por placer, dejando atrás a la presa muerta. Y dentro de los humanos los sociópatas y los sádicos disfrutan observando cómo se hace daño a un ser vivo inocente.

El toro es un ser dotado de un sistema nervioso central; altamente evolucionado y perfectamente capaz de sentir dolor, al mismo nivel y con la misma intensidad que nosotros. Esta verdad no admite argumentos en contra.

La crueldad con los animales ha sido motivo de estudio de psiquiatras, psicólogos y criminalistas. Numerosos estudios demuestran la correlación entre crueldad con animales y diferentes trastornos psiquiátricos, vandalismo y otros actos antisociales incluyendo violencia contra las personas. Las investigaciones también establecen un vínculo especialmente estrecho entre el maltrato hacia los animales y la violencia doméstica. Aquellos que perpetran actos violentos contra animales son más proclives a cometerlos también con sus cónyuges o hijos.

Teniendo en cuenta las numerosas evidencias que asocian el maltrato de animales con la violencia hacia los seres humanos, muchos gobiernos han tomado medidas para fortalecer sus leyes de protección de los animales. El FBI utiliza información sobre casos de maltrato de animales para buscar e identificar a delincuentes violentos. Uno de los estudios más conocidos es el elaborado por el FBI en asesinos en serie, según el cual un 46% de estos maltrataba animales durante la adolescencia.

La conclusión es obvia: Una persona que abusa de los animales no tiene empatía hacia otros seres vivos.

La próxima vez que conozca a aficionado a la fiesta taurina, peleas de gallos o de perros, deténgase a pensar un poco y pregúntese mentalmente si esa persona, de niño o joven, disfrutaba matando a sus mascotas; y tome su distancia, difícilmente será una buena persona.