Hagamos memoria…

En la Constitución de 1824 se estableció por orden jurídica, que los funcionarios deberán dar cuenta de su administración. Cada año, el presidente tiene el deber constitucional de presentar un informe de actividades ante el Congreso de la Unión y ante los ciudadanos.

Ante el pleno del Congreso el presidente en turno tenía el deber de escuchar a los legisladores, ser cuestionado y/ o hacérsele recomendaciones.

Las enmiendas a la Constitución han echado abajo al antojo de quien esta en el poder, artículos y/o cláusulas que les incomodan.

Así sucedió con Vicente Fox, quien tras haber sido critico en los informes cuando era diputado, al llegar al poder canceló la obligación de los presidentes de acudir al Congreso a informar sobre lo que se había hecho. Desde entonces los presidentes solo envían al Congreso un enorme legajo empastado elegantemente, cuyo contenido dudo lean, analicen o cuestionen. Y obvio la ciudadanía mucho menos.

Los presidentes pueden hacer y deshacer a su antojo. Y eso es muy grave.

Varios, casi todos deberían no solo rendir cuentas, sino ser encarcelados por todos los delitos cometidos, el hacerlo es cuestión de hacer valer las leyes, la justicia y la legalidad, no es cuestión de hacer una encuesta.

El que nunca se haya procesado a un presidente es muestra de que existe impunidad.  Esto no es de ahora sino de siempre, podríamos decir que desde el virreinato. Y como nunca se les hace nada, pues han hecho lo que se les place.

Recuerdo que hace años, el día del informe presidencial, todo paraba. Todos los canales de televisión lo transmitían. Después de Fox, esa responsabilidad constitucional ya no existe, se acabó, así como acabó con la memoria histórica. Las fechas heroicas producto de luchas sociales importantísimas, fueron convertidas en “puentes”, optima vialidad a la ignorancia y olvido.

Y para no permitir el olvido, recordemos un poco de historia; Guadalupe Victoria fue el primer presidente de México en rendir el Informe de Gobierno al poder Legislativo; en aquel entonces se hacía en un sistema oral que se mantuvo hasta la entrada en vigor de la Constitución de 1917, que estableció la obligación del Ejecutivo de acudir al Congreso.

Antes de llegar Ernesto Zedillo a la presidencia, el 1 de septiembre era considerado como “Día del presidente,” porque previo a la lectura del mensaje, el jefe del Ejecutivo se reunía con legisladores y allegados para luego hacer un recorrido por las principales avenidas de la Ciudad de México hasta llegar a San Lázaro.

Recuerdo haber visto en la tele a Adolfo López Mateos en un convertible negro, con enorme sonrisa al recibir aplausos y toneladas de confeti multicolor a su paso. También a Diaz Ordaz con esa su sonrisa burlona, con guardaespaldas a los lados trotando a la velocidad que fuese el automóvil negro, semejante al batimovil.

Recordemos cuando en 1982, durante su último informe López Portillo “lloró defendiendo como perro el peso”.

López Portillo estaba convencido de que el combustible hecho de dinosaurios como Pie Pequeño haría de México un país opulento, a semejanza de los países árabes. Incluso hizo declaraciones de que habría todos de aprender a “administrar la abundancia”.  Y seguramente hubiéramos podido ser uno de los países más prósperos, pero la corrupción, el latrocinio, y la impunidad se llevaron todo a la barranca ubicada justo debajo de la famosa “colina del perro,” donde el presidente se construyó un palacete con columnas griegas, observatorio y una maravillosa biblioteca con maderas preciosas.  Los factores ya mencionados, más el dispendio, el enriquecimiento ilícito, y la fuga de capitales, hundió nuestra economía en una de las peores crisis de la historia.  Intentando salvarse devaluó el peso y nacionalizó la banca.

Tras la devaluación, el incremento de precios y otros factores económicos, la pobreza aumentó; lloraron más los ciudadanos que él. Aunque sus lágrimas eran, según él, expresó en su momento: “por haber fallado a los mexicanos, a los desposeídos y marginados.”

Miguel de la Madrid ofreció una renovación moral, que nunca se hizo efectiva. Su administración será recordada por el vergonzoso fraude electoral del 88. En sus memorias escribió que reconocía se había hecho fraude para imponer a Salinas.

También a él te toco todavía el confeti y los aplausos, los guaruras trotando a los lados del convertible mientras se dirigía a dar sus informes de gobierno.  Se recuerda su sexto y último informe en un ambiente de agitación política, y un enorme descontento por el fraude electoral. Salinas no asistió a pesar de haber sido invitado, su ilegitimidad era abrumadora.

El informe fue interrumpido varias veces por los gritos de diputados de la oposición, había 260 diputados del PRI y 240 de la oposición. La ciudadanía reclamaba indignada por el ilegal y vergonzante fraude.

El protocolo era hasta ese entonces el siguiente: 1- intervenciones Parlamentarias 2- Informe de Gobierno 3-Contestación al informe.

Y claro muchos aplausos antes y después. Era interesante analizar cuantos minutos aplaudían y en que párrafos, líneas, declaraciones se paraban a aplaudir.

 Encontré una nota que transcribo: “En el año de 1989, durante la LIV Legislatura, se sienta el precedente del artículo 7º, numeral 2 de la Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, al convenir que cada partido político representado en el Congreso, tuviera la oportunidad de exponer un discurso antes que el Ejecutivo rindiera su informe, a través del Acuerdo sobre las intervenciones parlamentarias al Informe de Gobierno del lPresidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos”.

Tras eventos con Vicente Fox y Felipe Calderón cambiaron las reglas para la presentación del informe del presidente: En 2006, algunos legisladores impidieron que Vicente Fox acudiera a la Cámara de Diputados para entregar su último informe. En 2007, Ruth Zavaleta (PRD), entonces presidenta de la Mesa Directiva evitó se diera el primer informe de Felipe Calderón, en protesta por el supuesto fraude mediante el que ganó la presidencia. Ambos sucesos marcaron un viraje en las reglas del informe de gobierno. Ahora el presidente solo tiene que presentar el documento por escrito y posteriormente dar un mensaje.  Es obvio que tanto Fox como calderón, en su momento se enojaron tanto que decidieron poner un alto al “desacato” cometido en su contra, y decidieron nunca más se fuera a rendir cuentas al Congreso ni al pueblo.

En lo personal considero errónea y anticonstitucional esta medida, Los ciudadanos tenemos todo el derecho a que los gobernantes nos informen sobre las acciones realizadas.

Se olvida que los funcionarios son servidores públicos, que todos pagamos. Que lo que hacen es su deber y no debería ser considerado como acto de dadiva personal a los ciudadanos.

 El martes pasado se cumplieron dos años de que tomó posesión el presidente López Obrador. La pandemia de Covid, obliga a guardar distancia, así que su segundo   informe se realizó en Palacio Nacional, ante 70 invitados.

Ojala parte de las transformaciones sea  el  retomar  los ideales de servicio a la nación,  y rendición de cuentas plasmados en la constitución.

Recordemos a José María Morelos, quien con plena congruencia con sus ideales de soberanía y justicia expresó: “Soy siervo de la nación porque ésta asume la más grande, legítima e inviolable de las soberanías”.