DEBATAMOS MICHOACÁN: La vida que muere del Lago de Cuitzeo

La  biología del amor, aquella definición de Humberto Maturana, en donde precisa que la “vida es un sistema  de autopoiesis molecular”, que  desde el punto de vista horizontal todos podemos acomodarnos, humanos, animales y plantas en igualdad, porque tenemos un mismo principio biológico.

El sistema autopoiético es aquél que se reproduce, crea y repara sus propios elementos, y para Maturana, se trata de la propiedad básica y distintiva de los seres vivos, pues al no existir autopoiesis, o sea, al no poder renovar sus células, limpiar las toxinas, etc., el ser vivo muere. La vida que muere.

Humberto Maturana, parte desde la biología y, vincula el lenguaje con las emociones, la cultura y el amor. Nos dice que todo el quehacer humano se da dentro del lenguaje, por lo que si no hay lenguaje, no hay quehacer humano. Y simultáneamente, como todo lo que hacemos se hace desde la emoción, entonces todo nuestro quehacer, como seres humanos, ocurre dentro del cruce entre el lenguaje con la emoción. Plantea además que el lenguaje surge desde la aceptación del otro, o sea, desde el amor. Es decir desde la aceptación mutua.

Cuando preciso lo que pasa en el Lago de Cuitzeo, “la vida que muere en el lago”, entiendo que lo que está en medio no es solamente cuestiones biológicas, sino posiciones sociales y culturales que requieren ver la agonía del Lago desde una posición de complejidad y ayudar a la comprensión de un análisis holístico, sistémico e interdependiente; todas las variables se entrelazan, se requieren, nada está fuera del análisis.

En los últimos tres años, fui invitado a participar en eventos de análisis de las problemáticas del Lago de Cuitzeo y recientemente estuve en la parte seca, por ahora, del Lago; mi visita se ubicó frente a las grandes extensiones de suelo seco y arena de Capacho, Municipio de Huandacareo; es desesperante ver cómo se vive en el día a día, y en general en toda la región las tolvaneras; interpelar la realidad era el propósito de mi presencia en aquel lugar.

Baje sobre una de las calles que dan a las márgenes del lago, una vez en contacto con la realidad, seca, hostil, con partículas de minerales pesados que entran al cuerpo sin pedir permiso y que destruyen por dentro, pero también por fuera las dinámicas sociales.  Caminé sobre el polvo fino de arena, entre las dunas apenas imperceptibles que se forman por los fuertes vientos que auguran ser más violentos en febrero y marzo de 2021; no estaba solo, acompañaba a otras tres personas: Rafael, Cris y José, quienes son de aquella región y aman su identidad.

José, un joven y talentoso ingeniero civil, que ha realizado estudios y acciones para la creación y desarrollo de conciencia del cuidado del lago,  nos recomendó que no solo tendiéramos sobre nuestros rostros el cubrebocas, me dijo por el suéter que traía sobre mis hombros, “también tu suéter que cubra tu cara”, es tan fina la arena, que entra a cualquier rincón de tu cuerpo, dentro y fuera, te hará mucho daño, precisó.

Durante un recorrido que nos adentró al seco lago de Cuitzeo, en la parte que dividió la carretera y que dejo sin agua,  tal vez 200 metros caminamos, tuvimos el contacto no solo al pisar  la fina arena y que se hundieran nuestros zapatos, sino el que sintiéramos derivado de que soplaba el aire y nos motivaba a bajar la mirada y caminar encorvados como si esa gran deidad del lago hiciera territorialidad y nos pidiera reverencia para estar ahí, en su centralidad; el viento sopló y  sentimos la lluvia de arena sobre nuestros frágiles cuerpos, no cubiertos, no preparados para recibir un impacto de fina arena que en los ojos, la nariz, la boca y las orejas se puede introducir y afectar la piel o nuestros dominios interiores del cuerpo.

Una conversación muy ejecutiva respecto de la importancia de trabajar en un modelo de atención a las problemáticas nos compartió José,  quien ya lo experimentó con distintos actores sociales y de la comunalidad para atender la problemática. Hoy, más allá de los hallazgos científicos, nos aporta en una reflexión mi amigo Mateo Alfredo Castillo Ceja, impulsor de la Carta de la Tierra, “debe de incidir la sociedad, se debe de preguntar a la colectividad, nos debamos de hacer de sus sabidurías y trabajar en complementariedad, pese a lo que la ciencia ya ha realizado”.

Los modelos de complejidad por los que ahora trabajamos nos hacer recordar la ecosofia de Félix Guattari y la revisión de las tres ecologías que en crisis nos permiten avanzar y atender y entender  problemas de la realidad que nos interpela a partir de las crisis medioambientales, sociales y de subjetividades; necesitamos revisar el mundo a partir de reflexiones holísticas, sistémicas, interdependientes.

Requerimos de voltear a ver las ausencias y emergencias sociológicas de las que nos habla Boaventura de Sousa Santos, y trabajar sobre las ecologías de saberes, esas ecologías de saberes que nos permiten observan la existencia de una pluralidad de conocimientos más allá del conocimiento científico; regresar a las epistemologías del sur.

Requerimos trabajar en fundamento de las propuestas de Daniel Goleman y la inteligencia emocional, el trabajo en pequeños grupos, que traducidos en comunidades de aprendizaje, desde las epistemologías cualitativas, y si con el uso de datos cuantitativos, avanzar en transformar realidades.

Pero sobre todo, con la emoción y pasión para entrar a trabajar en un proyecto que nos permita fortalecer la importancia de reconocer en un proceso de horizontalidad al ser vivo, para que en el centro este la vida, y no el antropocentrismo. Para que como dice Humberto Maturana tengamos una biología del amor y del conocimiento que nos permita en un ejercicio de espiritualidad dar respeto a lo otro que no es humano, a las plantas a los animales, y aquellos elementos que hacen propicia la vida en el planeta tierra, en Gaia, el agua, la tierra, el aire, la luz.

Hoy tenemos mucho por hacer, pero debemos de reconocernos como seres planetarios, expresa el gran maestro Leonardo Boff, para ejercer la visión de la fraternidad, de la hermandad, del cuidado de una casa en común que se llama Tierra., esta tierra que nos confirma el Papa Francisco debe generarse por las tres T, tierra, trabajo y techo en sostenibilidad, sin colonización, sin violencia, sin patriarcado expreso yo.