El profesor interino en la Universidad: Derechos y prácticas laborales

Desde un exterior de fantasía e imaginación podría sonar como un sueño hecho realidad el acceso a la posición de profesor. Hay una especie de aura dignificante que recubre la realidad en la que nos encontramos. Quizás pensemos que es un privilegio al alcance de unos cuantos volverse profesor en el nivel superior, lo que lleva algo de razón; sin embargo, cuando se ocupan ciertas categorías laborales como las que prevalecen actualmente, las cosas son bien distintas y profundamente contradictorias. Intentaré mostrar que ese privilegio puede ser al mismo tiempo una condena que nos esclaviza impidiendo nuestra realización personal y profesional.

En nuestro país, la docencia se ha convertido en una válvula de escape que mitiga falsamente las escasas posibilidades de encontrar un empleo digno para muchas personas recién egresadas de la universidad. En muchos casos, la falta de empleo en el marco de una economía que poco a poco va empobreciendo a la mayoría de la población, nos coloca a las puertas de la docencia. La vida universitaria se ha convertido en un refugio que oculta y maquilla la gran dificultad de una contratación formal que realmente reivindique nuestro derecho a una vida digna. Cerca del 60 por ciento de los empleos en México están en la informalidad. Más claro: la universidad es una fábrica productora de desempleados. Y lo hace muy bien.

Luego de la fiesta de graduación y las lágrimas de mamá, acaso nos contraten escuelitas privadas “por honorarios” que son más bien empresas comerciales con los fines y objetivos de cualquier empresa: hacer dinero; por lo que nuestros salarios y prestaciones no sólo son paupérrimos, sino que violan claramente la legislación vigente en nuestro país. En el gremio educativo, las outsourcing o empresas de subcontratación de personal, son suplantadas por ciertas figuras institucionales que paulatinamente degradan y empobrecen al profesor universitario. ¿Para qué recurrir a una outsourcing cuando podemos contratar profesores interinos?

La figura del “profesor por honorarios” en el sector privado o del “profesor interino” en escuelas públicas, es el disfraz perfecto que le permite a las instituciones fungir como verdaderos empresarios que explotan sin pudor la mano de obra de sus empleados. Lo más lamentable es que poco a poco las instituciones públicas se han dejado contaminar por aquellos procesos mercantiles y económicos que degradan la educación hasta volverla un simple negocio. En este último caso se trata del negocio de los sindicatos o de las personas que ocupan puestos de poder. De un modo u otro modo esperan recibir tajada de su posición. Y normalmente lo consiguen.

En las universidades públicas existe una disparidad inconmensurable en los salarios y prestaciones que percibe la planta docente, de tal forma que el ingreso mensual de alguien con una plaza definitiva puede exceder por mucho al de los simples interinos contratados por horas. Nos vemos así divididos y relegados entre nosotros mismos: la opinión o el peso político en la toma de decisiones cuenta mucho menos si se es tan solo un simple interino. El ser (del) interino implica minusvalía, inferioridad, poca cosa. ¿Quién le va a hacer caso a un interino en asuntos importantes cuando tenemos voces autorizadas y con experiencia para llevar las riendas del poder? Ser interino es sinónimo de pendejez o imposibilidad de pensamiento crítico y racional. De forma un tanto paradójica, la formación académica de los interinos suele superar a la de los consolidados, aunque esto mismo es ya otra expresión de la división y la desigualdad que priva en nuestro gremio y, como telón de fondo que lo posibilita, de nuestra sociedad y cultura masificada y superficial.

Lo anterior provoca que estemos muy lejos de una solidaridad auténtica y desinteresada entre colegas que, a su vez, impacte en un interés verdadero por la investigación o el avance del conocimiento. El modelo económico que priva en nuestras instituciones educativas nos impide educar, pues nos divide y nos degrada al usar etiquetas como la del interino o la del profesor por horas que no por ello están exentos del trabajo implícito en una posición superior, como son las asesorías, tutorías, lectura de tesis, participación en comités tutoriales o asistencias a actividades académicas que se nos exigen comúnmente.

De lo anterior proviene la simulación siempre presente en el actual discurso universitario. Los profesores simulamos enseñar, mientras que los estudiantes aprenden a simular que aprenden cuando en realidad su único interés es asegurar una buena calificación al final del curso. Otro efecto del mismo mal se puede advertir en el servilismo institucional que no pocas veces lleva a pervertir nuestra labor docente, pues se forman grupos de poder que rivalizan y compiten contra otros grupos. En algunos casos esa rivalidad entre grupos antagónicos se materializa en auténticas peleas callejeras que una vez más degradan la figura del profesor universitario.

Como ansiamos y anhelamos el puesto maravilloso de una definitividad, especie de paraíso en la tierra para un joven desempleado recién egresado de la universidad, la enseñanza y el aprendizaje se vuelven secundarios e irrelevantes con relación a lo verdaderamente importante: ser parte del selecto grupo de profesores con definitividad que tienen su vida asegurada, así como una pensión digna para su futuro.

En la actualidad ser profesor interino a nivel universitario implica aceptar condiciones laborales que no sólo son deplorables sino que atentan contra los más elementales derechos de la condición humana, por ejemplo, el derecho a la salud o la vivienda; al mismo tiempo debemos mencionar que el salario de un profesor universitario de carácter interino, cuando llega, depende mucho del número de horas asignadas que regularmente se ganan en un concurso de oposición abierto en el que cualquiera participa lo que significa que estamos expuestos a una inestabilidad económica que termina por mantenernos en una zona de pobreza que limita en todos los sentidos nuestra posibilidad de crecimiento y desarrollo intelectual y personal.

De esta forma, la figura del profesor universitario, en sus dos extremos, se ve degradada pues debemos hacer todo lo que hacemos pensando en mantenernos en el puesto de trabajo y no ya en el contenido de la enseñanza o en los medios adecuados para llegar a ella. Al mismo tiempo, los profesores que han logrado poseer una plaza definitiva también dejan de preocuparse por lo que ensañan y tan sólo se dedican a mantener e incrementar sus privilegios: un buen ejemplo de ello es la actividad sindical, verdadero trampolín por el que no pocas veces se accede a un puesto superior en la política profesional.

Pero aún no hemos llegado a lo peor. Tomemos un par de ejemplos concretos de la actualidad que nos circunda para ilustrar lo anterior. El proceso de contratación de profesores interinos se ha convertido en un auténtico botín político que justifica toda clase de artimañas y prácticas corruptas. Este año, por ejemplo, tomando de pretexto la pandemia del coronavirus, los profesores interinos de la Universidad Pedagógica Nacional en el Estado libre y soberano de Michoacán de Ocampo, hemos sido informados mediante un comunicado escueto y simplón por parte de las autoridades educativas, que no pasa nuestro proceso de contratación, pues no hacemos falta debido a la virtualidad de la educación. Como no hay actividades presenciales no debemos ser contratados. Somos desechables, innecesarios, un vil estorbo.

Además, nos informan lo anterior cuando faltan pocas semanas para concluir el semestre. Nos roban nuestras horas laborales ya trabajadas con el argumento de la pandemia, cuando en un inicio la misma autoridad nos instó, sin pedirnos opinión alguna, a trabajar desde casa sin contar con ninguna retribución adicional para acceder a la tecnología necesaria para tal labor. Estamos delante de un doble atropello: ya éramos explotados y degradados bajo la figura del profesor interino y ahora lo somos aún más ante la negativa de un contrato que nos avale como docentes de segunda. Esto sucede justo ahora mientras el gobierno estatal busca desesperado cómo mantenerse en el poder y se escuchan rumores de las alianzas que ya se tejen a nuestras espaldas. El oscurantismo medieval retorna con toda su fuerza en nuestras prácticas educativas que se ven manchadas por el poder político imperante en nuestro Estado. 

En el mismo sentido, la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo tampoco se queda atrás con respecto al trato a sus interinos pero al menos no se ha llegado a algo tan vulgar como en la UPN. En una costumbre que se extiende por varios años, es de todos conocido que no cobraremos nuestras quincenas regularmente sino en función de un complejo proceso administrativo que implica retrasos constantes a nuestros pagos en una franca violación a la Ley Federal del Trabajo. Nos pagan cuando quieren y lo que quieren. Si no nos gusta, ya hay una lista enorme de candidatos bien dispuestos a ocupar nuestro lugar. No tenemos voz ni voto. Estamos en el último nivel de la cadena alimenticia esperando a ser fagocitados por el sistema que nos prometió una vida digna. Silenciados por el miedo a perder las migajas que se escapan de su mantel.

Ahora bien, si los profesores queremos estar en condiciones de enseñar algo quizás debemos comenzar por rebelar lo que sucede en nuestros centros de trabajo en una cotidianidad que nos agobia desde hace años. No tenemos un empleo digno y no podremos ejercer consecuentemente nuestra labor como educadores hasta que asumamos un papel protagónico con respecto a nuestra propia existencia. Los profesores interinos tenemos una existencia precaria, pues los derechos más elementales de cualquier trabajador son vulnerados constantemente sin que, al parecer, a nadie le importe, por eso debemos hablar por nosotros mismos y dar a conocer nuestra situación.

Si es cierto que se enseña con el ejemplo, no debemos permitir que sigan pisoteando nuestro deseo de una vida digna. El verdadero profesor trasmite más su deseo que su saber pues nadie está en condiciones de conocer por nadie. El auténtico conocimiento es algo que se construye con las fibras duras y desgarradoras de la propia experiencia, para lo que hace falta tener coraje y decir la verdad. En este momento realmente trágico para la humanidad entera, lo mejor que podemos hacer es mostrar en acto el deseo que nos habita y nos constituye como profesores universitarios si es que acaso luchamos por estar a la altura de tan digna labor.