DEBATAMOS MICHOACÁN: Cuerpos abyectos

La inclusión psicológica en diversidad sexual no es una dadiva, es una demanda social y familiar.

La pregunta es simple, porqué existen los crímenes de odio, qué hace que personas sean asesinadas por su orientación o identidad de género, la respuesta es compleja. En un análisis de diversos textos de Judith Butler, Althousser y Foucault, abordamos la problemática, cuya explicación seguirá dando elementos para su análisis y conclusiones. 

En Cuerpos que importan, Judith Butler precisa algunas cuestiones relacionadas con la performatividad del género, mostrando que éste no implica un sujeto humanista que decide libremente sobre el sexo, eso nunca sucederá, sino que el género se construye a través de las relaciones de poder y de las restricciones normativas de la heterosexualidad hegemónica. Estas relaciones y restricciones producen no sólo el terreno de los cuerpos inteligibles (pensable), sino también un dominio de cuerpos impensables, abyectos (cuerpos nefandos, despreciables), invivibles (como mecanismo de opresión, lo que no está, no existe, lo que no existe no tiene derechos).

Es en esta reflexión sobre lo impensable, invivible, lo abyecto de un cuerpo,  Butler ubica o localiza la vulnerabilidad y la precariedad, pues con ello, se construye la esfera de los sujetos, es decir, existe pero como anormal, para legitimar lo que sí es normal, posición teórica a la que se refiere Michel Foucault.

Se trata de sujetos que se construyen a partir de la fuerza de la exclusión, de negarles visibilidad, derechos de aplicar sobre ellos, mecanismos de opresión. Este repudio produce un campo de abyección  desde el cual el sujeto emerge, pero a su vez, dicha exclusión es esencial para que el ámbito de lo normativo y de lo normal se establezca, sin él, no hay normalidad, claro porque el otro de la normalidad, será el otro anormal, abyecto, invisible, impensable.

En este sentido es importante precisar que a pesar de representar una amenaza, los cuerpos abyectos y precarios se deben de mantener con vida, porque su existencia da sostenibilidad a otras subjetividades, no importa que se vea como una amenaza contra el otro que es normal.

Butler se preguntara, ¿qué significado tiene que unos cuerpos importen de manera diferente, si continúan siendo solo cuerpos?, existen normas que regulan la hegemonía simbólica, es decir el prestigio, según Butler, no sólo qué cuerpos importan y qué estilos de vida se consideran “vida”, sino también “qué vidas vale la pena proteger, qué vidas vale la pena salvar, qué vidas merecen que se llore por su pérdida”. En este sentido, me parece que una de las aportaciones de la obra de Butler es pensar la posibilidad de abrir esta pregunta política a otros grupos subordinados, a otras vidas denegadas, entre ellos las personas que viven en diversidad sexual, los cuerpos trans, las personas muxes, y otros cuerpos de la disidencia sexual, que son diferentes a los cuerpos alineados a la normalidad que determina el género.

Por otro lado, en el texto Vida precaria, Judith Butler analiza la dimensión política de la exposición a la violencia y a la pérdida, e intenta pensar la posibilidad de sentar las bases de una comunidad a partir del trabajo de duelo.

Butler plantea una interesante propuesta de ontología de la vulnerabilidad con base en el hecho de que todos estamos expuestos a la violencia; todos tenemos un cuerpo mortal que puede ser herido, masacrado, violentado, asesinado. Por otro lado, la vulnerabilidad revela la manera en que la relación con el otro nos constituye: “La herida ayuda a entender que hay otros afuera de quienes depende mi vida”, y los hay, y son los cuerpos de protección, la mano para el control del biopoder del Estado a través del ejército y otras fuerzas policiacas.

Butler retoma la noción de rostro en la obra de Lévinas, y ella afirma que no es la cara ni se reduce a las facciones humanas (la belleza en un acto estético), para relacionar la precariedad con la tensión entre el deseo de matar o de destruir una vida y la sujeción ética. La vulnerabilidad, los cuerpos abyectos, despiertan una violencia, un impulso destructor, y es contra éste que la moral surge, anterior a todo discurso, como respuesta.

Sin embargo, los cuerpos abyectos, ininteligibles, invivibles,  develan la dimensión biopolítica en cuanto a que el poder organiza la vida y dispone de ella, operando también sobre la precariedad, y decidiendo sobre las vidas que son o no dignas de duelo al no llegar a ser normales.

Butler hace una deconstrucción de la ontología al mostrar, siguiendo los análisis de Foucault y de Althusser que teorizan sobre la subjetivacion, que esta última se encuentra regulada desde el poder y que el poder nos constituye como sujetos. Por un lado, la sujeción no es sólo externa, generando el mandato de la normalidad: el sujeto se construye a partir de normas que introyecta o que internaliza a partir del deseo y de someterse al control por la vía de asegurar la sobrevivencia; pero a la vez, esa internalización crea el interior del sujeto, o como Butler subraya en su lectura de Nietzsche: la conciencia surge con la prohibición internalizada.

Butler muestra la manera en la que el poder, que hasta cierto punto dota de realidad a los sujetos, provoca exclusiones a partir de normas sociales y produce cuerpos abyectos, que son inadmisibles, ininteligibles e ilegítimos. Acerca de los cuerpos abyectos, hay dos tipos de argumentos. Uno es epistemológico: se trata de cuerpos que no son inteligibles, es decir que no son normales y que su comportamiento cae en la anormalidad, la racionalidad como instrumento. El otro es normativo: son cuerpos ilegítimos que no son considerados en las normas. Sin embargo, pareciera que estos cuerpos -si bien fuera de la norma- existen y son inteligibles justamente como abyectos. En esa comprensión o aprehensión, reside su falta de reconocimiento.

Butler argumenta que lo anterior implica una contradicción performativa, que devela a la ontología como un efecto del poder que se introduce en el discurso político. Realizar dicha contradicción implica inaugurar un dominio ontológico a partir de actos performativos que develan la agencia política del cuerpo  

Por ello Butler afirma que reconocer la precariedad debería llevarnos a “una política social concreta respecto a cuestiones tales como el cobijo, el trabajo, la comida, la atención médica y el estatus jurídico”.