En el corazón de México…

Los muros de fuerte y duro acero decían todo. Altivos, fríos y prepotentes sin ver ni hablar. Quisieron demostrar poder, y más bien demostraron debilidad. (Foto: especial)

Desde varios días antes, se sentía la tensión y la expectativa. El recuerdo de tantas luchas, de tantas marchas, de tantos oídos sordos, ojos ciegos y mentes pequeñas, se acrecentaron al ver las enormes vallas de dos y tres metros, en vez de acciones efectivas y contundentes contra la inseguridad, contra la violencia y la impunidad.

Una vez más se hacía todo para que la ciudadanía pensara que las mujeres son violentas, irracionales, no respetuosas de la riqueza de los inmuebles históricos.

Bastaba con detenerse a observar y pensar sobre lo que estaban haciendo y diciendo para ver que curso tomarían los eventos del 8 de marzo, Día de la mujer, el cuál cada vez más retoma su esencia originaria de protesta y lucha por la creciente violencia en todos los ámbitos hacia las mujeres.

En promedio once mujeres al día son brutalmente asesinadas, sin contar las desaparecidas, violadas, robadas, golpeadas, insultadas, explotadas, vistas como “inferiores” por el simple hecho de ser mujeres.

¿Cómo no va a haber frustración, rabia, enojo, si en vez de ser escuchadas, atendidas sus justas demandas, se levantan muros a su paso?

Los muros de fuerte y duro acero decían todo. Altivos, fríos y prepotentes sin ver ni hablar. Quisieron demostrar poder, y más bien demostraron debilidad.

En cambio, las mujeres demostraron coherencia, inteligencia, amor y perseverancia al hacer de esos muros que intentaban aislar, un medio de unidad y de expresar todo su sentir.

Desde temprano el domingo 7, llegaron al Zócalo de la Ciudad de México, a escribir sobre la valla los nombres de los miles de mujeres víctimas de feminicidio. Las vallas no alcanzaron.

Llevaron al Zócalo su corazón y muchas, muchas flores. Llevaron sus recuerdos, sueños y anhelos. Llevaron sus tristezas y sus sonrisas. Llevaron su luz para alumbrar la oscuridad en que se encuentra México.

Convirtieron los agresivos muros en bello memorial en honor de las muy presentes ausentes.

Es realmente ilustrativo de la grandeza de las mujeres, lo que sucedió durante todo el domingo. Sin palabras dijeron todo.

Era conmovedor ver a los padres, madres, hermanos, hijos, amigos, ahí, compartiendo su dolor, pero también su determinación de luchar para que no le suceda a otra niña, a otra mujer, a otra familia. Por que cese la impunidad y la injusticia.

Sobre las paredes de Palacio Nacional fueron proyectados enunciados contundentes: “México feminicida.”   “Un violador no será gobernador”, “Aborto legal”.

A medio Zócalo bajo el asta bandera dos indígenas triquis, una de ellas con su bebé en brazos, veían el muro lleno de nombres, flores y lazos multicolores, a semejanza de su huipil.

Hay decenas de fotos que circularon por las redes que muestran el deseo de honrar a quienes perdieron la vida en manos de un feminicida.  El reclamo de cese a la violencia e inseguridad es general.

Las fotos no mienten. Por más declaraciones y discursos, las fotos hablan. Así, a partir del mediodía del lunes 8, las fotos mostraron, que eran miles las que marchaban pacíficamente. Que había chicas identificables a primera vista por su actitud violenta, por los marros y martillos que portaban, por la impunidad con que actuaban.

En videos y fotos se muestra como el cuerpo policiaco lanzó gas lacrimógeno y pimienta en contra de las manifestantes.   Ante la negación de los hechos por parte de las autoridades, el Colectivo Marabunta, presentó pruebas ante la Comisión de Derechos Humanos, del uso de gas lacrimógeno, gas pimienta, balas de Gotcha y agresiones verbales de género. Hubo decenas de mujeres heridas, que recibieron las granadas de gas, las balas de Gotcha y como se ve en un video, mientras ponían flores, del otro lado les lanzaban gas lacrimógeno directo a los ojos.

 Muestran a hombres con apariencia de militares en la azotea de Palacio, apuntando con cámaras fotográficas y con aparatos que parecían ametralladoras (que después aclararon eran para derribar drones), apuntando no hacia el cielo, sino hacia quienes estaban en el Zócalo.

Existe un video en el que se ve claramente a un hombre señalando a las chicas evidentemente  entrenadas, donde tenían que poner la gasolina para prender fuego a la valla. Les señalaba y daba órdenes de donde tenían que golpear para derribarla, sin resistencia alguna de los policías. Sabían bien a lo que iban.

Y así quemaron las flores, los lazos, intentando que los nombres desaparecieran bajo el efecto del fuego.

La acción era para hacer parecer a las mujeres como violentas, como deseosas de quemar la puerta de palacio.  Obviamente no era el caso.  Los miles de mujeres que pusieron flores escribieron los nombres de los miles de mujeres asesinadas, marcharon sin violentar a nadie ni nada.  Fueron una vez más víctimas de la mentira, de la injusticia, la señalización, la violencia y de la impunidad.

Mediante burdo discurso, se intenta descalificar al movimiento como violento.  Nada hablan sobre las demandas de justicia, sobre la exigencia de cese a la impunidad, nada se habla sobre perseguir   y castigar a violadores. Ni de dar seguimiento a los miles de denuncias por feminicidio. No hay resultado alguno para evitar la violencia en todos los ámbitos.

Desean acallar las voces que reclaman justicia, descalificando, minimizando. Desean borrar la memoria. Por eso destruyeron la evidencia de la creatividad, de la racionalidad, del amor y reclamo por la vida. Desaparecieron esa bella obra de arte, realizada por cientos de mujeres.  Pero las imágenes ahí están. Como está el recuerdo, de todas las mujeres asesinadas, desparecidas y violentadas, en el corazón de México.