“Los coronavirus son una familia de virus que circulan entre humanos y animales como gatos, camellos y murciélagos, este virus es genéticamente distinto a otros coronavirus por lo que se considera un nuevo virus. Su nombre se compone según la Organización Mundial de la Salud (OMS), por corona, virus y disease (enfermedad en inglés), mientras que 19 es el año en que surgió el virus, el comité internacional de taxonomía de virus lo llamó SARS-CoV-2, por ser miembro de otros virus que fueron detectados antes los SARS-CoV y el 2 por ser un nuevo virus. (Artículo publicado por la BBC News el 16 de marzo de 2020)”.
La COVID-19, provocada por el virus SARS-CoV-2, enfermedad contagiosa que se convirtió en una pandemia mundial al propagarse rápidamente a partir de diciembre de 2019, desde la ciudad de Wuhan, de la República Popular China, por todas las comunidades humanas de la tierra, provocando la muerte de aproximadamente 4 millones de personas en el planeta. En México de acuerdo a cifras oficiales ha trastocado la salud de más de 2 millones y medio de personas, de las cuales desgraciadamente más de 270 mil han fallecido. Esta tragedia, nos ha dejado un inigualable aprendizaje, debemos estar conscientes que este raro padecimiento, es una de las muchas consecuencias que sufriremos por el abuso desmedido que hemos hecho sobre la naturaleza, a veces hasta transformando el paisaje, en un afán desmedido por cambiar el orden de las cosas, dándole mayor importancia al tener que al ser. De seguir con el mismo comportamiento, las próximas generaciones, tendrán que luchar contra el tiempo para asegurar su propia existencia. En el libro denominado Los Límites del Crecimiento” publicado en 1972, se pronosticaba que “si se mantenía el ritmo de incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de recursos naturales de ese momento, la Tierra alcanzaría su límite en los siguientes cien años”. Es absurdo pensar que esta respuesta de la naturaleza se complicó por no haber tomado a tiempo las medidas correspondientes, como el confinamiento total o el uso obligatorio del cubre-bocas y responsabilizar a determinadas personas de la tragedia, sin considerar que por años no se mejoró la infraestructura médico-asistencial, ni se atendió con eficiencia las enfermedades crónicas que padece una parte importante de la población, las cuales agravaron esa misteriosa enfermedad con fatales resultados. La realidad de las cosas es que ninguna medida por estricta que hubiera sido, habría podido detener este embate de la naturaleza. La responsabilidad es de todos lo que habitamos el planeta, pero, en especial de quienes han gobernado las comunidades desde su nacimiento hasta la fecha, por su apatía, negligencia y corrupción, al permitir el aprovechamiento irracional de los recurso naturales, en su afán de poder y riqueza provocando los desequilibrios que ahora estamos padeciendo.
Esta tragedia fortaleció los sentimientos de unidad y de intereses o metas en común, de todos los que amamos de corazón a México, despojados de mezquindades y de cualquier otro condicionamiento, nos hicimos más solidarios, haciendo a un lado las desigualdades, entendimos y aceptamos una realidad distinta a la vivida, nos reorganizamos socialmente participado dentro de nuestras posibilidades con una nueva actitud para hacer menos difícil la situación, haciendo caso omiso a charlatanes y malos mexicanos que han apostado por una tragedia de mayores proporciones. Estamos comprometidos a defender en un solo frente lo que nos pertenece y tratar de vivir en armonía tanto con el medio ambiente natural, como con nuestros semejantes. Tenemos que estar preparados y bien informados para resistir cualquier otro embate natural, ya que al parecer esto no se ha terminado y lo más seguro aparecerán nuevos “expertos” en enfermedades infecciosas que sin duda alguna señalaran culpables de lo que suceda. Lo que hemos destruido, no se puede rescatar mucho menos restaurar, sólo nos queda rectificar el rumbo, para no seguirnos lamentando. La fe, la unidad y la ciencia es la solución a nuestros problemas.
Con el confinamiento en casa, nos enteramos que muchas familias solo están cumpliendo su función básica de reproducción para proveer de nuevos miembros a la sociedad y cuando mucho limitándose a veces a ser sólo proveedores de bienes materiales para el sustento de la familia, descuidando la parte más esencial como lo es la de proporcionar identidad a los hijos, la construcción de valore y la ayuda a crecer como personas. También se ha dejado al descubierto las desigualdades de derechos y obligaciones por la falta de responsabilidad, honestidad respeto y tolerancia, llegándose a extremos de agresiones físicas y psicológicas al no existir respeto reciproco, por la ausencia de una convivencia sana para conocerse realmente como son y consolidar su relación familiar basada en el amor. Debemos reflexionar, lo importante de retomar la convivencia familiar, respetando el tiempo, espacio y la forma de ser de cada uno, mediante la tolerancia, la cooperación, la honestidad y la armonía. Estableciendo una comunicación sincera, honesta y permanente que no permita que se desborden las pasiones y que predomine en todo caso la razón en un marco de confianza, libertad y amor.
La pandemia también puso al descubierto, la insuficiente infraestructura médico asistencial, tanto física como técnica y de investigación con que se cuenta en el país, para atender no sólo enfermedades tan mortales como la COVID-19, sino aquellas que más afectan la salud de la población y que ocasionan el mayor número de muertes al año, como la diabetes, ocasionada por una mala alimentación y la falta de actividad; Las enfermedades cardiovasculares, que incluyen las enfermedades del corazón y las relacionadas con los vasos sanguíneos; el cáncer, generado por un desorden en el crecimiento de las células en alguna parte del cuerpo humano y que se manifiesta mediante tumores malignos; la obesidad o sobrepeso, ocasionada por un desequilibrio entre las calorías consumidas y las gastadas; la hipertensión o presión arterial, consecuencia de una mala alimentación, falta de actividad, edad o herencia genética, la cual provoca infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares e insuficiencia renal, su presencia aumenta con el sobrepeso, el consumo de sal, alcohol, cigarro y otras drogas; la influencia y neumonía y la COVID-19 a partir de marzo de 2020, provocada por un virus que nadie sabe su origen ni su destino final, solamente sentimos los estragos que a su paso deja. Esta experiencia, nos dice que a la brevedad posible se deberán equipar y mejorar las instalaciones existentes y construir otras en lugares estratégicos en cada una de las regiones geográficas del país, para atender tanto las enfermedades crónicas como la COVID-19 y las que sigan apareciendo como consecuencia de la transformación del medio ambiente. Por otra parte, es indispensable la capacitación de médicos, enfermeras y personal paramédico, de acuerdo a los nuevos tiempos que estamos viviendo. Asignación de presupuesto a los centros de educación superior para la investigación científica y tecnológica. Asimismo los programas de gobierno deben promover el consumo de alimentos sanos e incrementar impuestos a los productos chatarra, así como mejorar las áreas deportivas y recreativas.
La pandemia nos permitió comprobar que una parte importante de la población no tiene acceso a internet, ya sea porque la señal no cubre algunos espacios geográficos o simplemente no se cuenta con el equipo adecuado para su utilización, para el caso es lo mismo, limitando el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Alumnos de todos los niveles académicos, no han podido continuar con su aprendizaje escolar desde marzo de 2020, por no poder hacer uso de estas herramientas, rezagándose con relación a sus compañeros de su misma generación. Por otra parte se comprobó que los docentes y los espacios escolares son insustituibles para el aprendizaje formal, reforzamiento de los valores, la socialización y la formación integral de los alumnos. También salió a la luz, el déficit existente en cuanto a instalaciones escolares y las deficiencias y carencias de los servicios básicos en las mismas, llegándose al grado de hacer adaptaciones o saturar los salones para poder atender la matrícula solicitante. Este encierro, también ha revelado el superávit de personal docente, técnico y administrativo en algunos Subsistemas Educativos, por lo que se tendrá que hacer los ajustes correspondientes. En estas clases a distancia se han conocido a los verdaderos docentes, que preparan las clases, establecen puntualmente la comunicación con sus alumnos, en contraste con quienes grababan la clase y trabajaban en horarios convencionales.
La pandemia nos dejó como aprendizaje que para enfrentar con éxito cualquier contratiempo debemos de actuar en un solo frente, siendo más solidarios con los menos desiguales. La necesidad de retomar el papel social de la familia para que las nuevas generaciones, sean personas competentes en sus actividades laborales y se manifiesten con sentido social. En cuanto a los gobernantes deberán retomar el rumbo con base a un proyecto de nación, sustentado en la igualdad y la justicia social y combatiendo la corrupción y la impunidad, que siguen permeando por algunas oficinas de todos los niveles de gobierno. Sólo es cuestión de voluntad o ser honestos y renunciar a su compromiso social. Aprendizaje es modificación de conducta.