Profundidades de la historia…

Se cree que los Yaquis tienen sus orígenes en la gran peregrinación hacia el sur de los grupos venidos del estrecho de Bering hace miles de años. (Foto: especial)

Se cree que los Yaquis tienen sus orígenes en la gran peregrinación hacia el sur de los grupos venidos del estrecho de Bering hace miles de años, siendo la etnia una de las que decidieron quedarse en estas tierras. Los Yaquis están integrados por ocho pueblos; Vícam (punta de flecha), Pótam (topo o tuza), Bácum (agua estancada), Huirivis ó Güíribis (pájaro), Rahúm (lugar del arrastrador), Benaléi, conocido como Belén (cuesta abajo), Tórim (rata) y Cócorit (chile). Estos integrados en 52 localidades. Se estima una población de 32,000 indígenas. Cada uno de estos grupos con un animal como tótem (emblema de familia al cual en ocasiones se le rinde culto).

Se encuentran en la región Sudoeste el Estado de Sonora entre los Municipios de Cajeme, Guaymas, Bácum y Empalme. Abarcando desde el Mar de Cortés hasta la sierra del Bacatete.

El pueblo Yaqui siempre ha tenido un profundo sentimiento de autodeterminación y soberanía territorial. Lo han demostrado históricamente con su valiente y decidida participación contra los invasores de sus territorios. Siempre han defendido, con valentía y determinación su autodeterminación y su territorio,

Pueblo aguerrido en pro de la defensa de su territorio y el derecho a autogobernarse, lo cual les ha definido a través de las distintas etapas de conformación del país. Los primeros enfrentamientos con los españoles tuvieron lugar hasta 1607, saliendo victoriosos los yaquis.

Hacia 1610 los yaquis aceptaron la presencia de dos misioneros jesuitas, dando inicio al contacto con los españoles. Durante este periodo se llevó a cabo la concentración de los yaquis en los ocho pueblos tradicionales, esta organización territorial fue considerada sagrada, e imposible la reducción o aumento de otro pueblo cabecera.  En 1741 se produjo un levantamiento encabezado por Ignacio Muni, Calixto, Baltazar y Esteban, que terminó con la firma de un tratado en el que se reconoció el derecho de los yaquis a conservar sus costumbres y gobierno; la posesión total de sus tierras y el derecho a conservar sus armas.

Con la expulsión de los jesuitas en 1767 concluyó este periodo de relativa paz. Los franciscanos, que remplazaron a los jesuitas, no lograron mantener el control. En este periodo los yaquis empezaron a tener uno de los principales problemas que enfrentan hasta la fecha: el despojo de su territorio por parte de los colonos.

En 1825 se iniciaron las rebeliones yaquis que marcaron desde entonces, y hasta 1936, la tónica de sus relaciones con los gobiernos de México. La primera de estas rebeliones fue encabezada por Juan Banderas (Ignacio Jusacamea), quien proclamó la independencia de la “Confederación India de Sonora”, pero fue procesado en 1832 junto con los líderes ópatas y mayos de la Confederación. Otra importante insurrección tuvo lugar 27 años después, con la participación de los pimas y no fue sofocada sino hasta 1868, con el exterminio casi total de yaquis y mayos.

Cuando Porfirio Díaz llegó a la presidencia, en 1877, se comenzó una etapa de centralización del poder, la cual tenía como objetivo administrar el territorio del país para su explotación.

El norte era territorio inexplorado, al saber de sus enormes riquezas, Díaz pensó que, si llegaban europeos, a colonizar estas tierras, el desarrollo llegaría.

Obviamente no importaba de quien eran esas tierras, las cuales tenían dueños desde hace miles de años.

Los planes de Díaz fueron frustrados por la sublevación de la población yaqui quienes, ante el asedio y amenazas por parte del gobierno y otros grupos invasores, defendieron a muerte sus territorios. Así comenzaría uno de los episodios más oscuros y olvidados de la historia de México.

En enero de 1900 se llegaría a una lucha armada en la que la tribu yaqui se defendió contra el ejército nacional. Este episodio es conocido como el combate de Mazocoba el cual dejaría cientos de personas muertas y miles de prisioneros. Al ver la fortaleza física de los indígenas, y su tozudez por defender su territorio, Porfirio Díaz decidió, como si de ganado se tratara, enviarlos a Campeche y Yucatán a trabajar prácticamente como esclavos.  Y para asegurar sus planes decidió regalar los niños indígenas, entre familias blancas para que crecieran con ideas muy diferentes a las de su tribu.

 Empezó en los hechos, un comercio de esclavos y de trabajos forzados que beneficiarían a muchos hacendados. Como se puede ver en el testimonio ofrecido por el coronel Francisco B. Cruz de 1910, quien en una entrevista con el periodista John Kenneth Turner, autor de México Bárbaro, describió así el panorama de las deportaciones:

“Durante los últimos tres años y medio he entregado exactamente en Yucatán 15,700 yaquis… porque el gobierno no me da suficiente dinero para alimentarlos debidamente y del 10 al 20 % por ciento mueren en el viaje. Estos yaquis se venden en Yucatán a 65 pesos por cabeza; hombres, mujeres y niños… diez pesos son para mí; el resto va a la Secretaría de Guerra… las tierras, casa, vacas, burros, en fin, todo lo que los yaquis dejan abandonado cuando son aprehendidos por los soldados, pasa a ser propiedad de las autoridades del Estado de Sonora”.

Lo que escribo es tan solo una brevísima síntesis, de la historia de todos esos pueblos originarios, cuyo único delito era y es, el ser y pensar diferente. El ser poseedores de inmensas riquezas.

El presente se entiendo gracias al pasado, es por ello que ante los hechos terribles que están sucediendo de despojo y violencia hacia el pueblo Yaqui, decidí escribir esta pequeña síntesis.

Basándonos en su lucha de resistencia de generaciones, los yaquis realmente son un caso especial, en el proceso de integración general de los pueblos indígenas de México, en la economía y sociedad nacional en el país.

 Siendo presidente de la república Lázaro Cárdenas del Río, se les reconoció sus derechos y el derecho a un territorio de 480 000 hectáreas en el municipio de Guaymas, el uso de 50% del agua del río y de las presas para irrigar sus tierras y el derecho de ejercer su autogobierno.  En septiembre de 1940, Lázaro Cárdenas en su envestidura de presidente, firmó   el decreto de restitución de tierras a la Tribu Yaqui, el cual desgraciadamente duró menos de 20 años.

Cárdenas les dio todo, sobre todo respeto.  Les escuchó, les entendió, y dio todo el apoyo para la autogestión, producción comunal, respeto y preservación de usos y costumbres.

Hay un escrito del historiador Fernando Benítez, sobre la una vista que realizó el General Cárdenas a los Yaquis en la década de los 60, en el tercer tomo de Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana, el cual sintetiza el pulso de los yoremes con los yoris.

“¿Te acuerdas, Tata, de las tierras, de los hospitales, ¿de las escuelas que nos diste? Las tierras nos las han quitado los ricos, los hospitales se han convertido en cuarteles y las escuelas en cantinas”.

Hoy en el 2021, impera la violencia y el despojo de sus territorios a las comunidades indígenas, el despojo de sus riquezas naturales, del agua. De su vida.

La lucha por su territorio y el agua es permanente, sin embargo, durante los últimos años el asedio a sus riquezas naturales ha aumentado.

El pasado mes de Junio, fueron asesinados dos líderes Yaqui, y desparecieron a una joven; Luis Urbano Domínguez el día 8, y ese mismo día desaparecieron a la joven de 25 años; Lorena Josefina Valenzuela Izquierdo, hermana de otro activista  Yaqui, en defensa del agua y de sus territorios . Mario Luna Ramos.

El pasado 27 de mayo desapareció Tomas Rojo Valencia. No obstante denuncias, nunca fue encontrado. Hasta el pasado 22 de junio en que sus restos fueron encontrados en una fosa clandestina.

 Lugar especial entre la larga lista de grandes líderes yaquis en las causas comunes de su nación, tiene Tomás Rojo Valencia, quien  fue uno de los más importantes. Perteneciente al linaje del histórico Tetabiate, Tomás se proyectó internacionalmente en 2013 cuando se convirtió en vocero de la tribu yaqui durante la resistencia civil contra el acueducto Independencia, embestida del poder político-empresarial para despojar a la nación yo’eme de las aguas sagradas del río Yaqui.

Siempre orientado por la no violencia, y la convicción de lograr la unidad de los ocho pueblos yaquis, Tomás ha alertado al mundo por todos los medios a su alcance sobre los poderes e intereses que actualmente amenazan la existencia de su nación y la de todos los pueblos originarios. “Lo que hagan con la tribu yaqui lo van a hacer con todos los indígenas”, solía decir Tomás cada vez que intenta transmitir la magnitud de lo que sucede en Sonora y en todo México.

La lucha de Tomás Rojo y de muchos otros yaquis por evitar el golpe final a su pueblo hunde sus raíces en las profundidades de la historia. En ella, Tomás encontró un almacén repleto de agravios e intentos de exterminio hacia su tribu, además del persistente despojo de su ancestral territorio cruzado por el otrora prodigioso y actualmente en agonía río Yaqui. Esa conciencia histórica la desarrolló Tomás al vivir en carne propia el racismo de los yoris (blancos, mestizos, etc.),

 Pero sobre todo la acrecentó en sus años como estudiante de la Universidad Autónoma de Sinaloa, donde se formó como ingeniero agrónomo.

Tomás dedicó su vida al servicio de la causa yaqui, convirtiéndose en un obstáculo para los poderes que buscan consumar el exterminio de la nación yo’eme. En uno de muchos intentos por doblegar a Tomás, el entonces presidente Ernesto Zedillo le ofreció una beca en Europa, conocida estrategia usada por el poder para comprar a disidentes. Nunca tuvieron éxito los ofrecimientos de dinero y prebendas.

A finales de 2016, Tomás comenzó su alianza con el movimiento gandhiano internacional, convencido de que esto fortalecería las estrategias de resistencia civil no violenta de su pueblo, pero sobre todo con la firme determinación de lograr la paz en el lastimado territorio yaqui.

Su mayor arma era conocer las profundidades de la historia. Así como el conocimiento y uso cotidiano del idioma yaqui para evitar que las orejas que se infiltraban en los teléfonos y en el movimiento,  entendieran todas las comunicaciones.

Tomás Rojo señalaba en reiteradas ocasiones, que las autoridades tradicionales yaquis han sido muy generosas para el desarrollo de México, al permitir el paso de diversas infraestructuras por su territorio; sin embargo, la respuesta predominante de los gobiernos y sus aliados ha sido el engaño, el despojo y el desprecio.

 No obstante promesas y discursos del gobierno, nada se ha hecho para detener la violencia y el despojo, y mucho menos para ejecutar la sentencia que cancela el Acueducto Independencia y ordena restituir el agua al río Yaqui y a su pueblo. Tomás lo ha dicho en todos los tonos: “el común denominador de todo esto es el despojo, la criminalización, incluso la desaparición. Ante nuestras narices se desarrolla la más reciente de las muchas guerras de exterminio que ha enfrentado la tribu yaqui a lo largo de su historia”.

Finalizo pidiendo al universo se abran los ojos, y en los corazones se siembre la semilla de luchar con el conocimiento de las profundidades de la historia.