Ejercitar ciudadanía

La educación para la paz y los derechos humanos, debe ir hoy complementada con la educación en CIUDADANIA. (Foto: especial)

En reciente charla con un abogado cuya formación académica se remonta a los años 70 y a pesar de que ha tenido una trayectoria respetable en diversos tipos de litigios, me he podido dar cuenta de que aún para quienes, como él, no se han cerrado las puertas a una aceptable educación artística (música, literatura, poesía, etc.), les “cuesta” aceptar que una persona (con o sin formación académica) tiene la capacidad suficiente para resolver problemas y conflictos de diversa índole, sin recurrir a abogado alguno… con el simple hecho de intuir lo que es justo o no.

       Me parece que yo entendí mejor esto que hoy afirmo, cuando llegué a conocer a Jesús Michel Cuén, representante del Comité de Derechos Humanos “Pueblo Nuevo”, a finales de los años 90.  Al iniciar uno de sus talleres de derechos humanos, invitaba a preguntar a lxs participantes las dudas y expectativas que tuvieran del evento.  Las más frecuentes eran: ¿qué dinámicas vas a usar?, ¿qué material?, ¿qué tiempo?  Y con su característica seriedad contestaba: “el que salga”.  A algunxs, la respuesta provocaba temor, o por lo menos inquietud… ¿por dónde iría el proceso de la gente?  Pero para muchxs de quienes participamos en esos talleres, provocó cambios favorables, sobre todo para quienes hablan de derechos humanos, sin tomar en cuenta y partir del conocimiento que tiene la gente del lugar y del contexto en que se encuentran.

       Hoy estoy convencida de que no serviría de mucho saber qué son los derechos humanos si mi comunidad se desmorona.  Igual, ¿de qué me serviría saber el proceso penal si lo uso para mi propio beneficio y no para el de la comunidad? ¿Para qué puede servir enseñar la universalidad de los derechos humanos en las comunidades más empobrecidas, si desde un principio se descalifican sus usos y costumbres, al subordinar su propio derecho? ¿Cómo hablar de derechos humanos a jóvenes que se encuentran inmersos en la drogadicción y han perdido el interés por su propia vida?  Y ante todo: ¿de qué nos sirve educar en derechos humanos si no somos capaces de acompañar al otro, a la otra, a partir de su propio proceso de aprendizaje?

       Hoy nos damos cuenta, sobre todo de manera casi obligada por la crisis bio-sanitaria por la que atravesamos, que se necesitan con urgencia condiciones previas, mínimas, de ser comunidad, de ser solidarios, de valorar lo propio, para que de esa forma, siendo ellxs mismxs, si quieren y así lo dicta su proceso, se organicen y defiendan frente a un Estado que nos violenta cada vez más con su individualismo, la competencia, la privatización de la tierra, con su desprecio a las mujeres,  a lxs indígenas y a otros grupos minoritarios; con la militarización, con la educación y la innegable corrupción.

       La educación para la paz y los derechos humanos, debe ir hoy complementada con la educación en CIUDADANIA, tanto por el contexto de esta guerra de baja intensidad, magnificada por Felipe Calderón (que entre otras cosas ha debilitado el tejido social para tener un mayor control en las personas y en las comunidades donde todos llegan a ser sospechosos), como por el proyecto neoliberal que se impone cada vez más y que deshumaniza, desarraiga y empobrece… además de crear fuertes dependencias.

       A partir de la experiencia de la gente, de sus procesos; aprendiendo a escuchar cómo podemos ir juntos, para entre todxs crearnos las condiciones desde lo comunitario, con el fin de fortalecernos y defendernos de un Estado que nos violenta, es posible construir propuestas (desde los derechos humanos), que nos lleven a encontrar una relación distinta con el Estado; a crear nuevas políticas públicas; a formular alternativas culturales, políticas, económicas y sociales que nos permitan lograr un Estado distinto, donde prevalezca la dignidad, la libertad, la equidad, la solidaridad, la paz… con justicia.

       “El País que deseamos es posible”, dice el Manual Ciudadano al que cada más frecuentemente recurro, luego de que llegara a mis manos (en uno de tantos talleres de derechos humanos), en la década de los noventa.  En él aprendí que los derechos civiles y políticos son lo que directamente se relaciona con el hecho de ser ciudadanxs, porque en ellos se establece que la persona puede exigir al Estado: libertad, seguridad e integridad física y moral.  Lxs Ciudadanxs podemos exigir nuestros derechos políticos: al votar, al ser electxs, al participar en el gobierno y poder acceder a cargos públicos, al exigir cuentas sobre la administración del gobierno; al asociarnos con fines políticos, al reunirnos con estos mismos fines; al expresar libremente nuestras ideas, al tener acceso a los medios de comunicación y al recibir la información que pidamos o requiramos.

       El Artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, señala: “La soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo.  Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste.  El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.  Aquí se fundamente el ejercicio de la ciudadanía.

       Y recordemos que desde el año 2015 fue aprobada la Ley de Mecanismos de Participación Ciudadana, producto de una ardua lucha dentro de nuestro sistema político, constituyendo un paso importantísimo para consolidar nuestra democracia.  Esta Ley contiene diversos instrumentos mediante los cuales lxs ciudadanxs podemos intervenir de manera más directa en los temas de interés público, para que nuestras propuestas y opiniones sean escuchadas.

       El 6 de diciembre de 2015, Elvia Higuera Pérez escribió un artículo dedicado a la Participación Ciudadana en conocido medio de circulación nacional y aquí transcribo algunos de sus párrafos: “Entre los temas que resultan interesantes dentro de la Ley de Mecanismos de Participación Ciudadana, se encuentran la iniciativa ciudadana, el referéndum, el plebiscito, la consulta ciudadana, el observatorio ciudadano y el presupuesto participativo.  En el caso de los pueblos y comunidades originarios, la consulta adquiere una relevancia significativa, pues todos los temas que sean de su interés deben ser sometidos a consulta, misma que debe además cumplir con los requisitos de ser libre, previa e informada”.

       Recientemente, luego de la Primera Consulta realizada en el país, muchos comentarios llegaron por las redes sociales, pero hubo uno en particular que venía de un joven al que conozco poco y sinceramente, me sacó del camino a la indignación: “este bajísimo porcentaje de ciudadanxs que responsablemente acudieron a votar, a pesar de tanto obstáculo, muestra a una ciudadanía digna, honesta y comprometida, que parece la única célula sana en un organismo enfermo.  Yo me ‘estrené votando’, porque apenas obtuve mi credencial”.

       No cabe la menor duda: “Forjar una conciencia cívica es un asunto de corresponsabilidad de instituciones electorales, educativas, sociedad civil y partidos políticos”.   Y también resulta “un Derecho de Nacimiento”.  Saludos a lxs jóvenes amigxs que “de hecho” ejercen ciudadanía.