DEBATAMOS MICHOACÁN: Tierra: dignidad, cuidados y ecologías

La madre Tierra requiere de ser cuidada, necesita de que los humanos mantengamos una relación de respeto. (Foto: especial)

La madre Tierra requiere de ser cuidada, necesita de que los humanos mantengamos una relación de respeto y porque no decirlo, amorosa con ella, tal cual como lo expresa Leonardo Boff cuando se refiere a los cuidados esenciales; él también nos comparte la importancia de mantener cuidados por el otro en la preocupación o la compasión, pero también en el ejercicio personal, requerimos de que nos cuiden y de cuidar al otro, sobre todo en las edades primarias y cuando se es adulto mayor, pero finalmente también habla en estos cuidados de la prevención y la precaución sobre el ejercicio que se realiza sobre la madre Tierra (ensayos nucleares, experimentos sobre la tierra, etc).

Sobre la madre Tierra también se requiere atender las problemáticas de crisis sobre las que atraviesa y a las que se refiere Felix Guattaria con el concepto de Ecosofia y las tres dimensiones de las crisis de la ecología: medioambiental, social y mental; por otro lado, de igual manera Leonardo Boff nos invita a reflexionar desde los cuidados y la dignidad de la Tierra a impulsar el modelo de las cuatro ecologías: la primera referida a la ecología ambiental, que debe expresar desde “La carta de la tierra” la consciencia ecológica, humanística, ética y espiritual de la humanidad. Recordemos que los humanos conceptualmente somos humus, es decir, tierra buena y fértil, somos tierra que sentimos, que pensamos, que amamos, que cuidamos a nuestra madre tierra, en ese sentido no basta crear tecnologías limpias, sino crear conciencia antropológica, ecológica, civil, espiritual dice Edgar Morin, y expresa también Boff se requiere que la humanidad trabaje junto a la tierra.

La segunda ecología a la que se refiere Boff, es la ecología política social, es decir, se debe de cuidar la relación de la humanidad con la naturaleza, y es que no podemos continuar viendo y aprovechándonos de la naturaleza como fuente de negocios y dinero. Porque la naturaleza es más que una fuente de negocios, es nuestra casa común, en donde las personas debemos de actuar con las tres “t” a las que se refiere el Papa Francisco, el trabajo, el techo y la tierra. Es una receta frente al consumismo y los derroches del mundo contemporáneo: volver a lo concreto, porque no a lo cotidiano. La tercera ecología es la mental, es decir derrocar al antropocentrismo por el ecocentrismo o el biocentrismo, comprender que la vida debe estar al centro, y desde ahí, generar las luchas que se requieran para continuar trabajando por la dignidad de la tierra, por las epistemologías del sur como expresa Boaventura de Sousa Santos. Boff, sostiene que “El neoliberalismo y el consumismo provoca una ruptura de nuestra mente con la vida de la tierra. La destrucción de la tierra también destruye la mente”.

Finalmente, la ecología integral, una inmensa comunidad cósmica de seres vivos y la tierra, la ecología integral de la tierra y el ser humano, como un todo, un ejercicio holístico y sistémico, interdependiente.

La situación crítica que vive la madre Tierra, es complicada para toda la humanidad, pero también para los otros seres vivos; la Tierra es nuestra casa y hoy nuestra relación con ella tiene diversos problemas como el calentamiento global; el deshielo de los cascos polares; aumento del nivel del mar; huracanes, ciclones y sequias, alteraciones en los ciclos hidrológicos, muerte de biodiversidad y nuevas enfermedades como el Covid-19; muchos humanos están haciendo esfuerzos pequeños por apoyar, en Uruapan los amigos del Parque Ecológico Urbano y otros más, como los amigos del lago de Cuitzeo.

Todo ello, repercute en nuestra casa la Tierra y en la calidad de vida de la humanidad y por ende del goce de los derechos humanos de cerca de ocho mil millones de personas en el mundo: la vida digna, a la salud, agua, medio ambiente sano, alimentos, vivienda adecuada, entre otros derechos.

Pregunto a mis lectores y lectoras: ¿qué hacer para no generar más presión en contra de la Tierra?; ¿cuál debería ser el comportamiento de los humanos?, ¿será que requerimos de un nuevo orden civilizatorio?, ¿será que requerimos de un nuevo modelo económico que no globalice, sin un mercado que promueva el hedonismo y los valores líquidos, sin un modelo patriarcal que asesina a personas por género?

En la educación del siglo XXI, y en las reflexiones de Edgar Morin y los documentos sustantivos de la Unesco, entendemos que el género humano, debe comprender la importancia de cuidar su entorno, tanto los seres vivos, como los elementos de la naturaleza. Requerimos de una base espiritual y una educación en el respeto al otro, que facilite el respeto de la naturaleza.

Por ello, como expresa Boff, la importancia de comprender que la vida debe de estar al centro, es decir, el ecocentrismo o biocentrismo y no del antropocentrismo, porque si consideramos la vida y sus seres vivos, estaremos considerando a las plantas, los animales y desde luego la humanidad. 

Por otro lado, que importante considerar que la Tierra se encuentra viva, ahí convivimos humanos, animales y plantas y requerimos de los elementos de la naturaleza para vivir; de tal suerte que necesitamos del aire para respirar, de los nutrientes de la tierra para nuestra alimentación, del agua para vivir, del sol para fijar nuestras vitaminas y la fotosíntesis. Es decir, la Tierra es nuestra casa, y ahí tenemos tres “t”, techo para nuestra protección, tierra para producir nuestros alimentos y el trabajo para el desarrollo de nuestras tareas sociales.

“El medio ambiente global, con sus recursos finitos, es una preocupación común para todos los pueblos. La protección de la vitalidad, la diversidad y la belleza de la Tierra es un deber sagrado”. Tenemos quinientos años del proceso de colonización y 200 años de la revolución industrial, que nos han dejado múltiples problemas no solo de jerarquización social y racismo, pobreza, desigualdad social, precariedad, injusticia social, sino también devastación ambiental, el agotamiento de la tierra y una extinción de biodiversidad todos los días, nos lo confirma Capra, Clark, Guattari, Deleuze, y otros más. Por ello, se requieren nuevas formas de interpretación de nuestra realidad y de interacción entre la población donde los valores, principios y virtudes sociales nos ayuden a pensarnos, despensarnos y repensarnos en un mundo diferente, porque no, en una utopía, un mundo de lo posible, por el cual debemos de luchar.

La Carta de la Tierra, nos plantea que somos ciudadanos de diferentes naciones y de un solo mundo al mismo tiempo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados. Y en este sentido, precisa el documento filosófico, que todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud.

Pero, por otro lado, el espíritu de solidaridad humana, una obligación positivada en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y de afinidad con toda la vida se fortalece cuando vivimos con reverencia ante el misterio del ser, con gratitud por el regalo de la vida y con humildad con respecto al lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza, un lugar que no debe ser antropocéntrico. Para realizar cambios requerimos de un gran esfuerzo para promover conductas saludables que guíen y valoren la conducta de las personas, organizaciones, empresas, gobiernos e instituciones públicas y privadas, esas conductas deben de estar sustentadas en la resolución de conflictos, en el diálogo horizontal.

Debemos de reconocer que es importante sumar mentes brillantes como Enrique Leff, con su posición de la ecología política en las que nos habla de las luchas y resistencias de los pueblos originarios por la defensa de sus derechos y recursos en esta visión que permite recuperar la dignidad humana, que mejor que las luchas y las resistencias para ofrecer esta dignidad a la Tierra. Así, entendemos la ecología política como el área del campo del conocimiento que se ocupa de las luchas sociales y las estrategias de poder que se libran por la apropiación de la naturaleza. Sus fuentes sociales surgen de la resistencia a la desterritorialización de los habitats, el saqueo de los recursos naturales y el sometimiento de las culturas originarias de las potencias coloniales.

La ecología política se inscribe así en la historia de sumisión y emancipación de los pueblos originarios del sistema económico global: desde la disrupción de los mundos de vida y la catástrofe ecológica producida por la conquista, la colonización y la dominación imperial, hasta las luchas presentes para reterritorializar sus seres culturales y construir sus propios caminos hacia la sustentabilidad, expresa Enrique Leff.