Como no te voy a querer…

Iglesia de Coalcomán. (Foto: especial)

Ahí nacieron mis tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, y mi padre, quien me enseñó a querer esta tierra, como si ahí hubiera nacido yo también.

Coalcomán es el segundo municipio más grande en extensión del estado de Michoacán.  Con gran riqueza histórica y sobre todo con una enorme riqueza natural y del subsuelo, catalogado por el INEGI como de alta marginación.

 Coalcomán era en la época prehispánica Cuacoman- tierra de hombres águila- Comunidad Nahua   la cual cuenta la leyenda procedían de Aztlán y en su peregrinaje para encontrar el sitio indicado por los Dioses, llegaron a Cuacoman, lugar de enormes ríos, águilas e innumerables recursos, tan bello que pensaron era la tierra indicada, asentándose en ella. Años más tarde en otra visión los Dioses les indicaron debían continuar su peregrinaje hasta encontrar el águila devorando a la serpiente. Muchos se quedaron en Cuacoman. Por su gran valentía, agilidad y enorme destreza con las flechas, tenían la encomienda de resguardar la costa para impedir o anunciar cualquier desembarco. Se sabe por investigaciones realizadas en tumbas de tiro encontradas en la costa, que se tenía contacto con Perú y otros países por vía marítima.

 En 1805, el Real Tribunal de Minería determinó establecer una ferrería para producir fierro y acero. En 1807, se extraía gran cantidad de fierro de buena calidad, enviándose remesas a las minas de Guanajuato, Pachuca y Zacatecas.  La Ferrería de Coalcomán fue la primera de toda américa, en ella se acuñaron las primeras monedas de la Nueva España. Debido a la gran cantidad de oro que había en Coalcomán se le denominó en esos tiempos; Motín del oro.

En octubre de 1810, poco después de iniciada la insurrección por la independencia, las tropas insurgentes al mando de José Calixto Martínez y Pedro Regalado llegaron a Coalcomán, quienes apoyados por los indígenas se apoderaron de las instalaciones de la ferrería y se elaboraron cañones, armas y municiones para defender la causa, las cuales fueron enviadas a Miguel Hidalgo Y José María Morelos.

 Las municiones de fierro hechas en Coalcomán fueron una innovación, los realistas no   las conocían ni las sabían hacer, las que ellos utilizaban eran de bronce, Mientras los indígenas, conocedores del manejo del fierro realizaban aleaciones desconocidas en le “viejo mundo”.

   La noticia de que los insurgentes se habían apoderado de la ferrería y que estaban fabricando armas y municiones. Alarmó a las autoridades virreinales de Colima y de Nueva Galicia, las cuales mandaron dos divisiones bajo el mando de Juan Nepomuceno y de Miguel de la Mora para atacarlo.  La toma de Coalcomán por parte de los realistas se llevó a cabo el 29 de noviembre de 1811.

 Convencidos los realistas de que habían apaciguado la región, emprendieron la retirada. De inmediato los insurgentes rehicieron las instalaciones de la ferrería y continuaron la elaboración de armas y municiones para la causa libertadora. Previendo que volviesen los realistas, los insurgentes instalaron fraguas y talleres “clandestinos” para la elaboración de cuchillos, lanzas, machetes y piezas de artillería, en ranchos alejados.

En los primeros días de noviembre de 1812 Pedro Regalado, auxiliado de un grupo de indígenas de Coalcomán tendió una emboscada a los realistas en un estrecho camino, entre los ranchos de Tehuantepec y El Tejón. A principios de 1814 los comandantes realistas proyectaron una nueva ofensiva en contra de los insurgentes acantonados en Coalcomán, tomando presos a los cabecillas. Ante estos acontecimientos, los insurgentes y los indígenas de Coalcomán se dispersaron ante el temor de nuevas incursiones de los realistas. Prácticamente el pueblo de Coalcomán quedó despoblado debido a que los indígenas establecieron sus viviendas en puntos aledaños al valle de Coalcomán, sobre todo en la sierra. Al final de la guerra, en el año de 1822, según datos demográficos aportados por Lejarza, solo quedaban 66 habitantes.

A partir de 1824 cuando se proyectó la reconstrucción de la ferrería de Coalcomán por Juan Bautista Binón, el señor Bartolomé Ávila, vecino del lugar se dio a la tarea de congregar nuevamente en la población a los indígenas dispersos y pronto el número de habitantes llego a casi un millar. La reconstrucción de la ferrería se dio con la finalidad de promover la colonización y el desarrollo agrícola de la región, sin embargo, los acontecimientos de inestabilidad política que siguieron al proceso de expulsión de españoles en 1828 impidieron la consolidación de estos proyectos.

El 30 de enero de 1827 se expidió la Ley para el fraccionamiento y reparto de los bienes de las comunidades indígenas. Basándose en esta ley se cometieron atropellos e injusticias en contra de la comunidad indígena. Se vendieron sus tierras a precios ínfimos a nuevos pobladores, la mayoría procedentes de Cotija, que se dedicaron a la ganadería.

Transcribo un escrito del entonces Prefecto del Distrito de Coalcomán, Antonio Guzmán: “… Dividida la propiedad como va a quedar, habrá lugar a que los vecinos, que se llaman de razón, puedan hacer arrendamientos convenientes, e introducir mejoras positivas, que antes no se podían verificar porque se oponían los indígenas…” El interés y codicia por poseer las tierras comunales ubicadas en el Valle de Coalcomán pertenecientes a los indígenas, era porque sabían perfectamente que contaban con una infinidad de recursos que podrían ser fácilmente explotados cuando la propiedad comunal dejara de ser un obstáculo. Para ese tiempo se tenían reconocidos 25 criaderos (yacimientos) de fierro y acero natural, “…de los cuales el menor bastaría para abastecer el continente. Hay también riquísimos yacimientos de cobre, abunda la plata, el azogue, plomo, estaño, el carbón de piedra, mármoles y arena de oro en estado nativo.” (Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 1863).

Desde entonces se conocía la enorme cantidad de maderas preciosas que existían en la región, las cuales, desde la época de la Colonia, eran llevadas a diversos puntos del continente por mar. Se practicaba también el cultivo de caña de azúcar y arroz. En junio de 1871 quedó concluido el fraccionamiento y el reparto de tierras comunales. Consumándose, de esa manera la extinción de la comunidad indígena.

La mayoría de los hechos aquí descritos, fueron obtenidos del libro sobre Coalcomán: “Un nuevo régimen de propiedad y un pueblo” (1945) escrito por Natalio Vázquez Pallares, así como de historias orales y de investigación de diversos archivos. Así como datos recopilados por el Dr. Gerardo Sánchez Díaz, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UMSNH, quien hace años me relató su primer encuentro con mi padre: “…al saber que era yo de Coalcomán y estudiaba historia, me dijo que yo debía investigar sobre la historia de Coalcomán y me dio una tarjeta para que me dejaran entrar a investigar los Archivos, así empecé…”

Coalcomán es poseedor de una riqueza inmensa, en lo histórico, en lo cultural y en recursos naturales. Podría desarrollarse en muchos ámbitos; turístico, alimentario, proveedor de materias primas, como el fierro, etc. Por su riqueza forestal, debería ser catalogado reserva natural, y convertirse en un pulmón de suma importancia para el planeta.

La historia es larga, la devastación de los bosques ha llevado a la extinción de importantes especies de fauna y flora. Cuanta sería la riqueza, que no obstante la tala irracional, aun después de 500 años, continúan cortando arboles de manera irracional. Tanto han talado, que el clima ya no es como antes.

Los recuerdos afloran con solo pronunciar o escuchar su nombre; recuerdo cuando mi papá me llevó para que viera se encendería por primera vez la luz eléctrica. Recuerdo su clima fresco, sus calles empedradas, el rio cristalino donde mi padre me llevaba a nadar. Recuerdo la casona familiar del siglo XVIII, que mis bisabuelos regalaron a mi abuela Reynalda Pallares al casarse con mi abuelo Natalio Vázquez, las historias de como en esa casa se reunieron los cristeros para firmar la paz con el General Lázaro Cárdenas del Río, el cual siempre pernoctaba ahí. En esa casa, de Madero 66, la tercera en haber sido construida en el pueblo nació Natalio Vázquez Pallares. Recuerdo la historia que tras que Natalio Vázquez Pallares denunciara la venta de contratos de manera ilegal por parte del entonces presidente Miguel Alemán, quien lo mandó matar, el pueblo de Coalcomán lo cuido hasta que el peligro había pasado. 

Recuerdo tras un terremoto en el cual Coalcomán fue sumamente afectado, mi madre María Concepción Zamacona se dio a la tarea por la reconstrucción del panteón.

De la casa familiar recuerdo los corredores que brillaban, llenos de flores y aves, cuidados por mi tía Teodolinda, quien no quiso nunca salir de Coalcomán; “solo muerta dejo la casa, dejo Coalcomán”.  Al pensar que sería de esa casa decidió heredármela a mí. Mi padre deseaba fuera un museo que albergase la historia de Coalcomán, la cual el conocía a la perfección. Estaba convencido de que es solo mediante el conocimiento, que tanto los individuos como los pueblos y naciones, pueden alcanzar su pleno desarrollo. Por eso justamente consideraba necesario que los niños y jóvenes de Coalcomán, todos sus habitantes, conocieran su historia, pues al hacerlo tendrían pleno sentido de su grandioso pasado e identidad.

El museo no ha podido ser concretado, gobernadores y secretarios de Cultura del Estado siempre aducen que no hay presupuesto. Pero esa es otra larga historia, muy triste e indignante, ya que como siempre todos los gobiernos dan prioridad a la “seguridad”. Para la compra de armas, carreteras y otras cosas si hay presupuesto, pero para el conocimiento, la cultura y el cuidado del medio ambiente, nunca alcanza.

El 24 de febrero del 2015 el entonces presidente Peña Nieto fue a Coalcomán a inaugurar las instalaciones militares del 65 batallón de infantería, “con el propósito de reforzar la seguridad pública de esta región fustigada por el crimen organizado”. Se gastaron muchos millones, el cuartel es enorme.

La violencia en toda la región no ha parado desde hace años.  Su ubicación estratégica, las riquezas de las tierras de Coalcomán, más las del subsuelo y la maderera, son botín deseado por muchos.

 Desde hace meses la violencia estaba principalmente en Aguililla, Tepalcatepec, Buenavista. Sin embargo, desde inicios de este mes Coalcomán esta rodeado. La situación es grave, más de 1000 personas han bajado de las rancherías a la cabecera municipal por miedo a perder la vida.

Los víveres escasean y obviamente se encarecieron. Al inicio había un centro de acopio de la presidencia, y otro en la iglesia. Desafortunadamente ya no esta el de la presidencia.  Los habitantes están con miedo, se sienten solos.  Al igual que en Aguililla los soldados se encierran en el cuartel y la población se encuentra desamparada, entre balas encontradas, violencia, y destrucción. No hay internet ni teléfono, no había luz ni agua, el gas y la gasolina de igual manera.  Hace días entro la compañía “Wireless”, de internet, pero se cae continuamente, incomunicando a la población.  Muchas familias de Coalcomán están lléndose y poniendo en venta sus casas.

El lunes pasado se reportaron disparos desde los cerros, dirigidos al edificio del Palacio Municipal.

¿Qué imágenes y sensaciones de la vida quedaran en la mente de los niños de Coalcomán? ¿Qué futuro visualizan para ellos y su comunidad los jóvenes?

En ellos pienso, en las familias que conozco de toda la vida y desde antes de nacer, ya que, al leer su historia, y escuchar su historia de boca de mi padre, me hice parte suya, está ahí mi corazón.

¿Cómo no te voy a querer Coalcomán?