DEBATAMOS MICHOACÁN: Cuidados

Los cuidados de sí y del otro que se realizan dentro de la familia, en un espacio común, en el hospital, dentro de un centro de reinserción social, en un espacio para atención de adultos mayores o de niños, niñas y adolescentes tiene que ver con las decisiones éticas de las personas que realizan los cuidados. (Foto: especial)

Los cuidados de sí y del otro que se realizan dentro de la familia, en un espacio común, en el hospital, dentro de un centro de reinserción social, en un espacio para atención de adultos mayores o de niños, niñas y adolescentes tiene que ver con las decisiones éticas de las personas que realizan los cuidados.

Las investigaciones han impulsado reflexiones desde diversas disciplinas, la importancia de hacerlo es comprender la complejidad de los cuidados de sí y para el otro a partir de reflexionar desde una posición holística y sistémica, pero además interdependiente que nos permita observar las tensiones, complejidades y contradicciones que se establecen en el ejercicio de los cuidados y la manera en que se somete y disciplina el cuerpo de la mujer para desde la posición esencialista someterla, lo expresan diversos teóricos

Han sido las mujeres quien ejercen los cuidados por su posicionamiento como inferiores en su razonamiento, derivado de su bondad, atención y sensibilidad a las necesidades de otras personas derivado de su posición biológica, pero por otro lado, los hombres enfrentaban los mandatos morales centrándose en criterios universales de justicia y de los derechos individuales, miembros que las mujeres lo hicieron considerante sus emociones y responsabilidad que sienten por las otras personas y por el mundo.

Hay una ética de la responsabilidad hacia los otros que es central en la moral femenina, ya que las mujeres entendían los problemas en términos de conflicto de responsabilidades. De manera que, Carol Gilligan reconoció que el imperativo moral para las mujeres se expresa en las relaciones con los otros con una misma y en un mandato para el cuidado; en contraparte, el imperativo moral para los varones es muy diferente ya que su obligación hacia las otras personas se evidencia en un mandato a respetar los derechos de otros, protegerlos, y no interferir.

Desde esta lógica se puede expresar que se genera una posición esencialista, es decir, las mujeres nacen con ese sentimiento de cuidar de si y de los otros, en tanto que los hombres nacen con el sentimiento de protegerse a sí y a los otros; una distinción objetiva entre cuidar y proteger. Así las mujeres tendrán la función de la reproducción y el cuidado en la crianza de los hijos, en tanto que el hombre privilegiara los valores de la ley, de la justicia y de individuo independiente.

Carol Giilligan defiende la ética del cuidado como complementaria y no inferior a las éticas de la justicia o a la de los derechos y la reconoce como una guía para actuar con cuidado en el mundo humano. Algunos elementos importantes en la propuesta que presenta son: los cuidados son relacionales, cuidar de si y del otro, es parte moral del desarrollo de la persona. Hay una responsabilidad frente a las otras personas, cuidados para sí, y para el otro que intenta evitar el daño a escala social y no meramente individual.

Respetar las diferencias sin dejar de prestar atención de las necesidades de las otras personas; es responder en respeto e integridad de la persona que necesita de los cuidados en sus diferencias. Los sentimientos son esenciales.

Los cuidados y el feminismo, aporta elementos para el análisis de la ética de los cuidados, en este sentido, el vínculo de la ecología y el feminismo ha sido abordado desde dos perspectivas, por un lado, el ECOFEMINISMO esencialista (dominio de la naturaleza y de las mujeres) y el ECOFEMINISMO constructivista (plantea que el género es una construcción que ha sometido a las mujeres, por lo que hay que deconstruir los modelos patriarcales de feminidad que han sido impuestos y avanzar a la emancipación).

Para el ecofeminismo constructivista las relaciones de la mujer con la naturaleza, es el resultado de la historia que ha permitido estar a la mujer en contacto con la naturaleza en el ámbito doméstico y las tareas de reproducción social, entre las que destacan los cuidados.

Los ecofeminismos ambientales, permiten que los seres sean ecodependientes, porque vivimos de la naturaleza y dependemos de ella para sobrevivir; los cuidados en los ecofeminismos ambientales son fundamentales para la sobrevivencia, para que se dé la reproducción cotidiana, para que persista la vida en la tierra.

Para avanzar se requiere cambiar prácticas, modelos de producción, reducir el consumo, redistribuir la riqueza, la representación, el reconocimiento, disminuir la pobreza, la desigualdad.

Para Leonardo Boff es fundamental hablar de cuidados y sostenibilidad para el proyecto de un nuevo paradigma de sostenibilidad, él habla desde los cuidados para la madre Tierra.

Para Boff los cuidados son reconocidos como una relación amorosa, respetuosa y no agresiva, y por eso no destructiva de la realidad, los seres humanos somos naturaleza e integrantes de la comunidad biótica y cósmica con la responsabilidad de proteger y cuidar y regenerarla. Más que una técnica de cuidado es un arte, la relación de la naturaleza, con el cosmos y los seres vivos, los humanos.

Otros elementos que permiten fortalecer los cuidados desde lo espiritual: revalorar y reconocer la sabiduría indígena ancestral; el rescate de la razón; la reciprocidad, refundar el pacto natural; los derechos de la madre tierra, el r espeto y la veneración; la justa medida como exigencia del cuidado; la autocontención como demanda del cuidado; considerar y practicar formas alternativas de producción a partir del cuidado; tratar y habitar la tierra de otra manera diferente; el alimento del cuidado, la ecología interior.

Desde esta posición de los cuidados, el Estado juega un papel preponderante en el cuidado de la población, toda vez que está llamado a proteger y cuidar la vida de quienes integran la colectividad.

No obstante para que se brinden esos cuidados, se requiere que opera la normalidad en los cuerpos de las personas, es decir, que su compartamiento obedezca a las dinámicas ideológicas del Estado a través de la familia, la iglesia, y la escuela, en tanto que normales los cuerpos, no recibirán mecanismos de control y sometimiento del cuerpo a través de la cárcel, el hospital, el psiquiátrico, así como la opresión social de la invisibilidad, estigma, prejuicio, violencia, exclusión, discriminación y en ocasiones la muerte, pero igualmente, ante la protección de la vida por parte del Estado, los individuos obedecerán de manera normalizada las actividades para su protección de la vida.

El punto fino respecto de la reflexión de los cuidados es justamente lo que nos comparte Judith Butler, cuando nos señala que el deseo del reconocimiento nos permite acceder a los derechos que protege el Estado, al momento de reconocernos como humanos, personas; pero al no reconocerlos lo que está generando es una tensión sobre las posibilidades de los principios de igualdad y justicia social que debería de asumir cada persona disfrutar de sus diferencias sociales, culturales y sexuales.

Desde esta perspectiva el Estado dejara de proteger y cuidar a la población cuando no reconoce que un individuo: primero, deja de someterse a la normalidad de la norma y la subjetivación, y segundo, cuando anormal pone en riesgo a la población y por ende le aplica los mecanismos de opresión desde el Estado y desde la sociedad.