La primera revolución humana fue el lenguaje; se estima que la comunicación verbal humana se inició con la aparición del Homo sapiens hace unos 2.5 millones de años. El diálogo como fenómeno humano requiere de la palabra, de una estructura mínima para expresar.
La palabra tiene dos dimensiones, una de acción y la otra reflexiva, ambas al unísono, solidarias, pero igualmente en tensión, una de ellas se resiente a la otra. Para Paulo Freire, la palabra verdadera es la que transforma el mundo. El diálogo es fundamental para avanzar en la construcción de Paz para la convivencia, para ello, se requiere de acción y reflexión.
Por otro lado, la palabra inauténtica, es aquella que no transforma la realidad, resulta de la dicotomía que se establece entre sus elementos de acción y reflexión. De tal forma que privada la palabra de acción activa, también se priva de la reflexión, convirtiéndose en palabrería, verbalismo inútil.
Cuando en la palabra se hace exclusiva la acción con el sacrificio de la reflexión, la palabra se convierte en activismo. Este que es la acción por la acción, al minimizar la reflexión, niega también la praxis verdadera e imposibilita el diálogo.
La existencia, en tanto humana, no es silente, muda, tiene palabras con las cuales los hombres transforman el mundo. Existir desde lo humano, significa pronunciar el mundo (acto de creación del humano dice Hanna Aredeth), es decir, es transformarlo. El mundo pronunciado, a su vez, retorna problematizada a los sujetos pronunciantes, exigiendo de ellos un nuevo pronunciamiento.
Que importante precisar que los hombres no se hacen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión. El diálogo en este encuentro de los hombres, dígase también de las mujeres, e incluso de las personas no binarias, mediatizados por el mundo, para pronunciarlo no agotándose, por lo tanto, en la mera relación yo-tú.
El diálogo es un encuentro entre hombres que pronuncian el mundo, no puede existir una pronunciación de unos a otros, es un acto creador. De ahí que pueda ser mafioso instrumento del cual eche mano un sujeto para conquistar a otro. La conquista implícita en el diálogo es la del mundo por los sujetos dialógicos, no la del uno por el otro. Conquista del mundo para la liberación de los hombres.
El diálogo que queremos impulsar es un diálogo horizontal, no obstante, tenemos un diálogo asimétrico, que excluye, somete, disciplina, controla, de ahí la importancia de no permitir la opresión en el diálogo. El diálogo debe incluir las virtudes sociales, la fe, la esperanza, la humildad, la caridad, el amor, la democracia permitiendo hablar al pueblo y no callarlo, el humanismo, en respeto con los otros seres vivos, pero, sin negar a otros hombres, porque entonces democracia y humanismo sería una farsa y una mentira.
Es así que no hay diálogo si no hay un profundo amor al mundo y a los hombres. El amor es fundamental en el diálogo, el amor es diálogo, por ello, imposible en el amor, la existencia de dominación.
La autosuficiencia es incompatible con el diálogo, se requiere de humildad, quienes la perdieron o carecen de ella, no se pueden aproximar al pueblo, ni establecer el diálogo. No hay tampoco diálogo sino hay una intensa fe en los hombres, fe en su poder de hacer y rehacer. De crear y recrear.
Sin fe en los hombres, el diálogo es una farsa. Hablar de democracia y callar al pueblo es una farsa, hablar de humanismo desde el antropocentrismo privilegiado, es negar a los hombres oprimidos, entonces se vuelve una mentira.
Tampoco hay diálogo sin la esperanza, otra de las virtudes sociales, la esperanza de inconclusión de los hombres, a partir de la cual se mueven éstos en permanente búsqueda. La desesperanza silencia, niega el mundo, la deshumanización, que resulta del orden injusto, no puede ser razón para la pérdida de la esperanza, sino que, por el contrario, debe ser motivo de una mayor esperanza, negada por la injusticia.
La dialógica, tiene su contraparte, que es la antidialógica, la primera es liberadora, la segunda es opresora, responde a los intereses de quienes detentan el poder.
La antidialógica, pretende y necesita la conquista de la otredad; dominar por excelencia, conquistar al otro; para ello se requiere de una doble acción ser antidialógico y opresor, al mismo tiempo; desde la antigua Roma ya se hablaba de conquistar con pan y circo, para tranquilizar y se permitiera la Paz; hoy, tenemos el diseño de política pública para mantener la paz, pero en ese efecto de la antidialógica.
Otra antidialógica es la división de la sociedad para la continuidad del poder. No se puede aceptar la unificación de los grupos sociales, significarían una amenaza para la hegemonía del poder.
Los liderazgos positivos, son aquellos que buscan la unión para la liberación, y no aquellos líderes que, con su poder, pretenden dividir para continuar la opresión.
Por otro lado, la manipulación es otro instrumento de conquista, con lo cual, el poder domina a las masas en sus objetivos y bajo sus propios esquemas, entre ellos, los mitos de la meritocracia, de la movilidad social, es decir, si yo tengo poder, y vine de la nada, tú también puedes acceder al poder. La manipulación como instrumento de dominación.
Por otro lado, también en este proceso antidialógico se inscribe la invasión cultural; toda dominación implica una invasión que se manifiesta no sólo físicamente, en forma visible, sino en ocasiones disfrazada y en la cual el invasor se presenta como un amigo que brinda ayuda, en el fondo podemos precisar que la invasión es una forma de dominación económica y culturalmente invadido.
Por otro lado, está la teoría dialógica cuyas características son la colaboración, la unión, la organización y la síntesis cultural. En la teoría dialógica no existe un dominador y un dominado, al contrario, existen seres que se encuentran para pronunciar el mundo, para su transformación.
La colaboración, es diálogo, que se establece en la comunicación; el diálogo no impone, no manipula, no domestica; la unión para la liberación.
El diálogo igualitario, como lo expresa Ramón Flecha, horizontal, complementario, sin imposición de un saber hegemónico y si a partir de las experiencias de todos y todas las que participan, sin autoritarismos y colonialismo patriarcales de los docentes; todos dialogan en su ecología de saberes, todos en alteridad, en intersubjetividad, en tolerancia y en respeto. Sin opresión, sin dominación, sin denominación de palabras que excluyan, invisibilicen, prejuicien, estigmaticen, violenten, excluyan, discriminen y maten.