¡Acciones ambientales ya!

Ahí estábamos, era la tercera ocasión que hablaríamos sobre la crisis ambiental en Madero. (Foto: archivo)

Ahí estábamos, era la tercera ocasión que hablaríamos sobre la crisis ambiental en Madero. Otra vez la cuestión del imparable cambio de uso de suelo, el crecimiento del enjambre de hoyas ilegales acaparadoras de aguas. Las palabras para describir los predios calcinados, la falta de agua en los poblados y su concentración en las tierras altas de huertas aguacateras, fueron dichas con claridad y mucho hartazgo.

Coincidimos en lo que nombraban las palabras, en el diagnóstico y en el pronóstico. Ahí estaban los integrantes de los Comités de Defensa Ambiental, más de 160 encargados del orden, los jefes de tenencia, comisariados ejidales, el Consejo Promotor del Área Natural Protegida, mujeres y hombres que frente a la devastación se han formado una conciencia para responder a esta realidad que aturde. Porque lo viven, saben que su bienestar está decidido por la calidad del medio ambiente.

El encuentro entre autoridades ambientales estatales, federales, municipales y sociedad civil, no obstante el listado de acuerdos previos, provenientes de la primera y segunda mesas de trabajo de los meses de junio y julio pasados, daba vueltas caminando en sus propias palabras. ¿Quién objetaba que debía pararse el cambio de uso de suelo? ¡Nadie! ¿Quién se oponía a que la concentración de aguas está matando ecosistemas y destruyendo la economía de los pueblos? ¡Nadie! ¿Quién cuestionaba la urgencia de la justicia ambiental? ¡Nadie!

La relevancia de voces del Consejo Estatal de Ecología identificaron realidades ambientales atroces, como el creciente número de ambientalistas asesinados en el país, pero también rumbos, como el vínculo entre la academia y el ambientalismo social para construir soluciones; se escuchó la palabra comprometida del municipio de Carácuaro en torno a la cuenca del rio Curucupatzeo de cuyo destino dependen Madero, Acuitzio del Canje, Carácuaro y Nocupetaro, es común, porque esa realidad nos atraviesa a todos; es el ecocidio en Michoacán, denunciaron activistas de  Erongarícuaro; un maestro ha propuesto el cultivo de cáñamo como opción económica sustentable para los maderenses; se ha ofrecido el compromiso de Semarnat para elaborar el plan de ordenamiento ecológico territorial.

Entonces ocurrió que las palabras dejaron de dar vueltas en torno a ellas mismas. La urgencia de la realidad, como manotazo sobre la mesa, proclamó el verbo que se estaba guardando. Cuando fue expresada por los comités de defensa ambiental, y por fin, por la autoridad ambiental, tronaron los aplausos.

¿De qué sirve solo nombrar los problemas si los vamos a dejar así? era el consenso que se alojaba en la razón de los asistentes. Así que cuando la palabra más importante de esa tercera mesa de trabajo se dijo  todos tuvimos la sensación de que caminaríamos.

¡Acción inmediata ya! ¡Acciones precisas, coordinadas entre instituciones ambientales y sociedad para encarar la impunidad y la ilegalidad en puntos concretos, con nombre propio, con coordenadas en el mapa! Acción que debe estar presidida por los principios del derecho ambiental: prevención, precaución, reparación total de los daños, no regresión, la función social de la propiedad, la transparencia, la participación social, prohibición de contratiempos y el in dubio pro natura (en caso de duda se opta por la conservación de la naturaleza), conforme al acuerdo de Escazú del que México forma parte.

El consenso de la tercera mesa de trabajo rubricó con aplausos la inmediata procedencia a la operatividad. Como el propósito es frenar el cambio de uso de suelo  —que aunque parezca una quimera, una locura, es lo más cuerdo, lo más sensato que debe buscarse— se dedicarán acciones puntuales en las semanas que vienen. Las denuncias deberán arrojar resultados.

Queda claro, la crisis ambiental que vive Michoacán no debiera solo abordarse desde el discurso. Cada día se pierden decenas de hectáreas de bosques y selvas mientras hablamos; la pérdida de biodiversidad y aguas es tal que los riesgos para la sobrevivencia humana crecen de manera vertiginosa.

La acción ambiental ahora es determinante para el presente y futuro de la mayoría de las actividades productivas de Michoacán. El costo de la inacción es acumulativo, de tal suerte que los recursos para su regeneración estarán fuera del alcance de cualquier presupuesto. La sustentabilidad sigue siendo para el poder una categoría estorbosa y no se quiere ver en ella el puente de plata para la salvación, dicen que es anticlimática para la ganancia inmediata.

Todos tenemos que actuar ahora. Gobierno y sociedad debemos conjugar con magnanimidad el verbo actuar. Acciones ya para combatir el cambio de uso de suelo; acciones ya para frenar la tala ilegal; acciones ya para combatir la concentración ilegal de aguas; acciones ya para detener el uso de agroquímicos nocivos.

Frenar el cambio de uso de suelo en Madero para proteger la cuenca del río Curucupatzeo, sus ecosistemas y la vida de los pobladores, es una meta extraordinaria. Se enfrentará al poder económico más poderoso que lo respalda: el oro verde y su motor, la codicia. Para proteger la naturaleza contamos con los pobladores maderenses, una organización que viene creciendo desde hace años y el respaldo del ambientalismo estatal, siempre solidario y propositivo.

Mucho ayudará que el gobierno estatal defina una agenda ambiental a la altura del ecocidio que todos presenciamos y materialice con acciones el freno estatal al cambio de uso de suelo y promueva alternativas productivas sustentables. Mucho ayudará ahora la voluntad del gobierno de Madero y de las instituciones ambientales, pero solo los hechos probarán la congruencia. Una cuarta mesa será dura y exigente con los resultados. ¡Ante los ojos de los michoacanos estamos!