El escorpión y la rana, fabula

El problema es que la sociedad, a pesar de garantizar una serie de necesidades básicas, corrompe, envilece y envenena a los humanos. (Imagen: especial)

¿El hombre es malo o bueno por naturaleza? Es un tema recurrente donde podemos encontrar posiciones tan antagónicas como las de Thomas Hobbes  y Jean-Jacques Rousseau  El filósofo inglés Hobbes era definitivamente pesimista y  afirmaba que el hombre es egoísta y violento por naturaleza. “El hombre es un lobo para el hombre”.  En el otro extremo está Rousseau, que afirmaba que “el hombre es bueno por naturaleza”, y nace en una suerte de inocencia primitiva que nos remite a la fábula del buen salvaje. El problema es que la sociedad, a pesar de garantizar una serie de necesidades básicas,  corrompe, envilece y envenena a los humanos. Según  Rousseau, una vez que la persona abandona su estado de pureza original, ya no hay vuelta atrás.

La mayoría de los que analizan este problema se inclinan por las ideas de Rousseau, pero nunca faltan noticias que reducen o de plano abollan nuestro optimismo, y lo que es peor, surgen estudios que abonan las ideas de Hobbes. 

La revista Nature publica (The Phylogenetic Roots of Human Lethal Violence’. Nature, 28 September 2016)  los resultados de una investigación que pretende determinar el origen y evolución de la llamada “violencia letal“, entendiendo este concepto como el porcentaje de mortalidad como resultado de la violencia entre congéneres. El universo fue de unas mil especies de mamíferos.

En el estudio se muestra que las tasas de violencia letal son variables. Se concluye que el 60% de las especies de mamíferos no se matan los unos a los otros; pero los humanos no estamos en ese grupo, sino en el de los agresivos con sus semejantes. Las más apacibles son los pangolines, las ballenas y los  murciélagos;  mientras que las hienas tienen un índice de violencia letal del 8% y los lemures hasta del 17%. El animal que encabeza la lista, el peor de todos, es la suricata, con valores del 20% en violencia letal.

¿Y los humanos? Pues resulta que heredamos una propensión a la brutalidad que nos da un índice de violencia letal del 2%. Similar al de los grupos humanos prehistóricos del Pleistoceno. Por lo tanto puede considerarse el 2% como el valor “natural”  de la violencia letal en nuestra especie.

Pero los índices de violencia han variado, y mucho, a lo largo de la historia; en  la Segunda Guerra Mundial  la violencia letal en el mundo alcanzó valores del 5%. Y lo más triste,  aun no terminamos de entender cómo  fue que una sociedad que se pensaba culta  llego a este nivel, ¿qué factores se conjuntaron  para generar conductas más propias de las hienas?  ¿Manipulación?  ¿Racismo? ¿Ambición?  ¿Deseos de venganza? 

Para tratar de entender, y corregir, la maldad en el humano se ha recurrido a diversos mecanismos, desde los más sencillos hasta los más elaborados y alambicados. Dentro de los más sencillos y fáciles de digerir están las fabulas; que son composiciones literarias por lo general  breves, los personajes son casi siempre animales u objetos, dotados para el caso de características humanas. Estas historias por definición concluyen con una enseñanza o moraleja de carácter instructivo, misma que suele figurar al final del texto.

La fábula del escorpión y la rana es archiconocida.  En México es recurrente cada que se hace  referencia a la  notoria incapacidad que tienen tanto algunas personas como algunas estructuras como los partidos políticos para reformarse.  Es el caso de los partidos, estos pueden maquillarse, cambiar de colores, pero en el fondo  son, y seguirán siendo, los mismos  de siempre.

Recordemos nuevamente esta fábula: Había una vez una rana sentada apaciblemente a la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo: Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? ¿Puedes llevarme en tu espalda?  ¿Qué te lleve en mi espalda?  Contestó la rana, ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo en mi espada, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser.

 No seas tonta,  le respondió entonces el escorpión, ¿No ves que si te pincho con mi aguijón, te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré? Y la rana, después de pensarlo mucho se dijo a sí misma: Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogaremos los dos. No creo que sea tan tonto como para hacerlo. 

Y entonces, la rana se dirigió al escorpión y le dijo: Mira escorpión, lo he pensado y te voy ayudar a cruzar el río. Acto seguido  el escorpión se colocó sobre la espalda de la rana y empezaron juntos a cruzar el río. Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona donde había remolinos, el escorpión picó a la rana. De repente la rana sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle: No entiendo nada. ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir. Y entonces, el escorpión la miró y le respondió. Lo siento ranita, no he podido evitarlo,  no puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza. Y poco después de decir esto, desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, debajo de las aguas del río.

Moraleja: La naturaleza de un malvado no cambia. Confiar en sus palabras nos puede acarrear una gran desgracia.