DEBATAMOS MICHOACÁN: Una casa común

El ser humano durante siglos ha sido un individuo pasivo con el cuidado de la naturaleza, ha hecho uso y desuso de los recursos que ofrece. (Foto: especial)

La voracidad del hombre, la deshumanización propia de las políticas capitalistas hacen que los intereses humanos se alejen del cuidado de la naturaleza y se acerquen cada vez más a satisfacciones fugases, que nos alejan del contacto con el mundo natural, provocando su catástrofe. El hombre sólo será capaz de restituir el daño causado si es capaz de recuperar una interacción armónica con la naturaleza, viviendo en simbiosofía.

En un grito de auxilio del Papa Francisco en nombre de la Iglesia, pide que el hombre cuide, proteja y haga un buen uso de los recursos de la madre Tierra porque nuestra casa es una hermana, clama por el daño que le hemos hecho a nuestra Tierra, hemos crecido pensando que es nuestra, por ello hace un llamado para que tomemos conciencia del cuidado y protección de ella

El ser humano durante siglos ha sido un individuo pasivo con el cuidado de la naturaleza, ha hecho uso y desuso de los recursos que ofrece. La devastación natural incontrolada, así como la gran contaminación ambiental que se ha generado, exigen en forma inmediata que cada uno de los seres del planeta tome una postura activa, adquiriendo la transparencia fundamental, para hacer uso de la Inteligencia Ecológica y poder así contribuir con aportes al cambio ecológico.

Goleman esta inteligencia ecológica la define  como “la capacidad de adaptarnos a nuestro nicho ecológico”, y manifiesta: “la Inteligencia Ecológica nos permite aplicar lo que aprendemos sobre cómo la actividad humana interfiere en los ecosistemas, de tal modo que hagamos el menor daño posible y podamos vivir nuevamente de manera sustentable en nuestro nicho, que en la actualidad es todo el planeta”.

Llegó el momento en que pensemos qué le estamos haciendo a  nuestra  vida diaria, que  se ve influida por la necesidad de cultivar una actitud de indiferencia hacia los demás, a través de la búsqueda de señales de estatus, moda o signos de extravagancia  individual,  la lucha constante por lo distintivo que hace que las clases sociales más altas tengan que estar cambiando continuamente sus propios patrones de consumo a medida que las clases sociales inferiores copian sus hábitos,  y Morín nos contesta a esta pregunta: “Finalmente, el desarrollo, cuyo modelo, ideal y finalidad son la civilización occidental, ignora que esta civilización está en crisis, que su bienestar conlleva su malestar, que su individualismo comporta soledad y un encierro egocéntrico, que sus avances urbanos, técnicos e industriales conllevan estrés y molestias, y que las fuerzas que han desencadenado su ‘desarrollo’ conducen a la muerte nuclear y a la muerte ecológica. No debemos continuar, sino empezar de nuevo”.

La Encíclica Laudato sí (alabado seas). Es una alabanza a la existencia y un grito a cuidar de la casa común: un canto a la vida y una invitación a trabajar en familia para protegerla, allí donde está amenazada.

En unión ambiental y social donde los seres vivos formamos parte de una misma familia como lo manifiesta el Papa Francisco “todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal” y los más afectados por el deterioro medioambiental, en cualquiera de sus formas, son los pobres, por tanto no se puede separar el planteamiento ecológico del planteamiento social  a fin de escuchar tanto el clamor de la tierra, como el clamor de los pobres”.

Amemos a Gaia, Boff se refiere al amor como expresión de cuidado, protección y afecto, cuya práctica promueve el desarrollo humano y valores por crear lazos de convivencia duraderos y constructivos a través del cuidado de sí mismo, los otros y el planeta.

El Padre Francisco en su encíclica en comentario, lleva  a una conversión ecológica a un  nuevo paradigma, por medio de la educación y la espiritualidad ecológica. Nos invita a apostar por otro estilo de vida “el consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico”, y “mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir”. Un cambio en los estilos de vida que “podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social […] Ello nos recuerda la responsabilidad social de los consumidores” la educación es esencial  hay que “crear una ciudadanía ecológica, que logre desarrollar hábitos, pues “cultivando  virtudes  hacia un compromiso ecológico” que  abonemos el cuidado de la fragilidad de los pobres y del ambiente”. Anima a cultivar la espiritualidad cristiana, “propone gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo”. “[…] Se puede necesitar poco y vivir mucho, sobre todo cuando se es capaz de desarrollar otros placeres;  encuentros fraternos, en el servicio, en el despliegue de los carismas, en la música y el arte, en el contacto con la naturaleza, en la oración”. Igualmente, afirma que la persona humana está llamada a asumir el dinamismo trinitario, saliendo de sí “para vivir en comunión con Dios, con los otros y con todas las criaturas”. La Encíclica termina que debemos “asumir los compromisos con la creación que plantea el Evangelio de Jesús” yo recordaría a Humberto Maturana;  la biología del amor es tan central y fundamental para el ser humano y su entorno que sus premisas no podrán estar ausentes de las discusiones sobre el futuro inmediato. Hay que establecer una “danza comunicativa” entre las personas y entre ellas con la naturaleza en un continuo fluir relacional creativo.

Maturana decía: la biología del amor es reconocernos como seres amorosos, es el respeto mutuo que amplía la inteligencia, por ello nos invita a reflexionar  para abrir el espacio de mirar cómo se hace lo que se está haciendo;  pensarnos, y despensarnos para transformar y trascender, me uno a la propuesta del Padre Francisco  de transitar a un nuevo paradigma a  un ser humano diferente de ver la vida, espiritual, ,  conformar una familia  universal con  todos los seres vivos, solo así podemos  construir una nueva cultura, economía y política.

La Carta de la Tierra y la Encíclia  Laudato Sí,  fueron escritas 29 de junio de 2000,   24 de mayo 2015, quince años de diferencia,  las dos nos hacen un llamado urgente, para no  seguir viviendo así, las dos nos recuerdan principios básicos que, para sobrevivir necesitamos respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad, erradicar la pobreza de manera ética, social y ambiental, que nuestros gobiernos trabajen democráticamente  y transparente. La única esperanza es dejar de ser consumistas y más sostenibles, crecer en un bien común.  La casa común, La Tierra, nuestro hogar, Gaia, Pachamama…está viva con una comunidad singular de vida, logremos una relación amorosa con la naturaleza, porque lo que se ama se cuida. Reflexiones vertidas con la doctorante María Rosalinda Herrera Pérez en una videoconferencia.